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[Conociendo a...] Sherlock Holmes

Publicado el 08 noviembre 2013 por Despiram @FrikArteWeb

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[Conociendo a...] Sherlock Holmes


Marina Montes 8 noviembre, 2013 0

[Conociendo a...] Sherlock Holmes

Si los detectives siempre han tenido su aura de encanto, este Sherlock Holmes se las ha llevado todas. Aunque todos suponíamos la genialidad que se encerraba en su cabecita, lo cierto es que la llegada al siglo XIX le ha sentado más que bien al investigador más famoso de todos los tiempos. Y es que Sherlock, este “detective asesor único en el mundo” ha conseguido una fama que se ha ganado a pulso. A Sherlock no le gustan los clichés, por eso odia que lo saquen en la prensa con aquella gorrita absurda que tuvo que ponerse una vez para salir sin que lo fotografiaran y que se quedó como su marca hasta el fin de los tiempos. Modernizado hasta el extremo, mantiene un blog donde habla sobre la Ciencia de la Deducción.

[Conociendo a...] Sherlock Holmes
Su capacidad de deducción es, sencillamente, alucinante. De un vistazo es capaz de adivinar la rutina que sigue una persona, dónde vive, qué ha desayunado o el número de perros que tiene. Y todo de una manera justificada y natural. Porque su cerebro funciona a una velocidad de vértigo que se nos escapa al resto de mortales. Incluso parece que pudiera leernos los pensamientos, por eso cuando está en mitad de un caso complicado tiene que quedarse solo para conseguir el máximo silencio. Observador y deductor, este detective se define a sí mismo como un “sociópata con muchas habilidades” que potencia gracias al uso de parches de nicotina para compensar su adicción al tabaco -aunque los usa en exceso alegando que le ayuda a pensar- y a su afición por la música. Cuando está inmerso en un caso complicado es normal verlo con hasta tres parches a la vez y componiendo una melodía al violín: las conexiones neuronales de su cabeza se vuelven más estables y consigue acelerar la llegada de las conclusiones.

Enamorado de los crímenes

Sherlock no se lleva muy bien con las normas sociales, lo que le ha hecho tener una amplia colección de enemigos -aunque no todos mortales, como su némesis Moriarty-. Y falta de tacto hace que su relación con la policía sea bastante tensa: Scottland Yard acude a él con crímenes complicados de resolver -aunque Sherlock suele acabar con ellos de un plumazo-, pero los agentes se burlan de su excentricismo y sufren sus bromas y mofas.

Poco acostumbrado a controlar sus emociones, Sherlock se pone de los nervios cuando no tiene casos que resolver e incluso acaba aceptando peticiones de poca monta para calmar su ansiedad. Tan enganchado a los crímenes como al tabaco, ha llegado a manifestar su alegría ante un caso escabroso y complicado lo que le ha valido la animadversión de la policía. La sargento Donovan llegó a advertir a Watson de que el detective podría llegar a convertirse en criminal por sus ganas de demostrar conocimientos e incluso llegó a pedir su detención durante la resolución de un caso que apuntaba hacia su persona.

Sin sentimientos

Y aunque parece un ser sin sentimientos y centrado en sus crímenes, en el fondo ha demostrado tener un corazoncito. Cuando un intruso entró en su casa y amordazó a la señora Hudson, Sherlock no dudó en defenderla y arrojar por la ventana al agresor… un par de veces. Su relación con John Watson comienza siendo puramente económica- el doctor se mudaba a vivir con él para ayudarle a afrontar el alquiler-  pero con el paso del tiempo hemos visto como ha demostrado sus sentimientos cuando el doctor es fundamental en la resolución de un caso o cuando la vida de su amigo está en peligro. Eso no quita que siempre acabe tratando a la señora Hudson y a Watson como una especie de criados, pidiéndoles recados absurdos o, en el colmo de la excentricidad, pidiéndoles cosas cuando ellos no están y enfadándose si no han cumplido con su petición.

¿Pero qué pasa con su vida amorosa? No faltan los comentarios de su entorno que sugieren que Watson y él son más que amigos, y aunque Sherlock no hace caso a estas habladurías, cuando utilizan este argumento para fastidiarlo acaba por desmentirlo. En un primer momento parece ser un ser asexuado, inmune a los coqueteos de las féminas que lo rodean. Aunque son pocas, lo cierto es que hay quienes han caído rendidas a sus sutiles encantos, como Molly, su compañera del laboratorio. Aunque el detective parece no estar interesado en relaciones, sí que aprovecha esta atracción que tiene sobre las mujeres cuando quiere algún favor profesional de ellas.

Y aunque no quiere reconocerlo, tampoco podría vivir sin su hermano, Mycroft, con el que tiene una relación bastante complicada. Aunque se nos presenta como su archienemigo, Mycroft se preocupa por el bienestar de Sherlock e incluso le ofrece algunos casos a través de Watson. Ambos hermanos comparten la facilidad para la deducción aunque es Mycroft el que pone el punto de cordura a la hora de las relaciones personales con el resto de personas. Y aunque Sherlock es testarudo en este aspecto, lo cierto es que Mycroft es el complemento perfecto para equilibrar su excéntrica personalidad.

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La debilidad del héroe

El único momento en el que le vimos flaquear fue cuando conoció a Irene Adler, una dominatrix que se sintió atraída por el detective desde el primer momento. Sherlock se sintió atraído por ella, tal vez por el halo de misterio en el que Adler se había envuelto y que hacía imposible que el detective sacase ninguna conclusión sobre su persona. El coqueteo de ella con el detective es intenso y casi acosador, enviándole mensajes al móvil -que él ignora- en todo momento. Sin embargo, cuando ella estuvo a punto de morir, Sherlock no dudó en salvarla de ser ejecutada. Todos la creen muerta y probablemente él sea el único que conoce la verdad, aunque no han acabado juntos y todos hemos quedado un poco insatisfechos con esa tensión sexual no resuelta.

Un némesis a su altura

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Aunque Sherlock destaca por sí mismo, lo cierto es que una mente tan maravillosa necesita de alguien que le haga frente. Y en este caso tiene en Moriarty a su enemigo mortal y un “asesino consultor” profesional. La obsesión que tienen ambos personajes es mutua: de hecho Sherlock tuvo la posibilidad de acabar con él en un primer encuentro pero decidió dejarlo con vida para probar hasta dónde podía llegar. Quizás se debió, en parte, a la capacidad de Moriarty de esconder su verdadera personalidad: el detective fue incapaz de descubrir su identidad en el primer encuentro que tuvo con él y pensó que era una persona completamente distinta. Sus desafíos van aumentando en intensidad hasta llegar al final que ya conocemos todos y que nos ha dejado en estado de shock.

La resolución del último caso todavía está pendiente y será ahí donde veamos al Sherlock más brillante. Porque por mucho que intentemos aclarar por nosotros mismos el misterio, seguro que hay algo que se escapa a nuestras pobres cabezas mortales. Sólo una mente privilegiada como la de Sherlock podrá revelarnos la verdad de lo que ocurrió en la azotea de San Bart.

[pinit]
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