Revista Cultura y Ocio

Conspiración de silencio

Publicado el 19 enero 2015 por Clementine
El cineasta norteamericano Richard Brooks se presentaba como firme candidato a dirigir “Conspiración de silencio”, la que iba a convertirse en la siguiente película de la Metro Goldwyn-Mayer. De hecho, Brooks se encontraba ya trabajando con Millard Kaufman en el guión de este nuevo proyecto pero posteriores desavenencias le retiraban del mismo. Don Siegel, por su parte, consideraba este guión el mejor que había leído hasta la fecha e intentaba, sin éxito, ser elegido para dirigirlo. La MGM se lo ofrecía después a Richard Fleischer, pero éste se hallaba ocupado en esos momentos en la postproducción de “20.000 leguas de viaje submarino”. 
Conspiración de silencio Y así llegaba “Conspiración de silencio” a manos de John Sturges… muy, muy afortunadamente. Tras las cámaras desde 1946, Sturges llevaba ya tras de sí títulos como “El signo de Aries”, “Mares de arena”, “El caso O’Hara” o “Fort Bravo”. Tras “Conspiración de silencio”, John nos regalaría su maestra dirección en otros clásicos como “Duelo de titanes”, “El viejo y el mar”, “El último tren de Gun Hill”, “Los siete magníficos”, “La gran evasión”, “La batalla de las colinas del whisky”, “La hora de las pistolas”, “Joe Kidd” o “Ha llegado el águila”. Grande, grande John Sturges.
El guión de “Conspiración de silencio” venía firmado por Millard Kaufman, Don MacGuire y Howard Breslin a partir de “Bad day at Hondo”, un relato corto escrito por el propio Breslin.
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Spencer Tracy era el actor elegido para dar vida a John J. Mcreedy, el personaje principal de esta historia. Pero Tracy no estaba muy convencido de aceptar dicho papel. Sin embargo, la productora no quería que lo interpretara otro actor así que fue añadida al guión una característica muy especial del personaje, que en el relato original no era manco, pensando que un actor del calibre de Tracy no rechazaría un personaje con esa minusvalía… Y acertaron. 
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La primera aparición de Spencer Tracy en un largometraje fue en 1930, dirigido por John Ford y compartiendo cartel con Humphrey Bogart, quien también aparecía por vez primera en un largometraje. Se llamó “Río arriba”, y a este título siguieron otros en la carrera de Tracy como “Veinte mil años en Sing Sing”, “La voz que acusa”, “Furia”, “San Francisco”, “Capitanes intrepidos” (maravilloso su Manuel), “Forja de hombres” (inolvidable su Padre Flanagan), “Edison, el hombre”, “La ciudad de los muchachos”…
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Spencer había sido también ya visto en la gran pantalla con su media naranja, Katharine Hepburn, en “La mujer del año”, “La llama sagrada”, “Sin amor”, “Mar de hierba”, “El estado de la Unión”, “La costilla de Adán” o “La impetuosa”…
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… y había aparecido además en otros títulos como “El padre de la novia”, “El padre es abuelo”, “La actriz” o “Lanza rota”.
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Así que verle en “Conspiración de silencio” a través de una actuación tan… perfecta, no le podía ya chocar a nadie. Y es que Tracy nos regalaba una composición absolutamente extraordinaria de su personaje en esta película. Gracias, Spencer. 
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William C. Mellor firmaba la fotografía que nos ambientaba en el pueblo de Black Rock. A toda pantalla desde 1934, William ya nos había mostrado su profesionalidad en títulos como “Hotel Imperial”, “El gran McGinty”, “Amor en conserva”, “Un lugar en el sol”, “Caravana de mujeres”, “Colorado Jim” o “Tres chicas con suerte”. Tras “Conspiración de silencio”, nos dejaría también su trabajo en “Gigante”, “Ariane”, “Vidas borrascosas”, “El diario de Ana Frank”, “Impulso criminal” o “La historia más grande jamás contada”. Palabras mayores William C. Mellor.
Al correcto montaje de Newell P. Kimlin y la dirección artística de Malcolm Brown y Cedric Gibbons
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… se unía la muy apropiada banda sonora creada para esta película por el excelente compositor estadounidense André Previn, en el cine desde 1948, que había ya compuesto las bandas sonoras de “Kim de la India”, “Una chica de pueblo” (Small town girl) o “Tres chicas con suerte”. Tras “Conspiración de silencio”, Previn nos brindaba otras joyas musicales en títulos como “Siempre hace buen tiempo”, “Mi desconfiada esposa”, “Gigi”, “El fuego y la palabra”, “Uno, dos, tres”, “Los cuatro jinetes del apocalipsis”, “Irma, la dulce”, “Bésame, tonto” o “Rollerball”. 
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Robert Ryan daba impecablemente vida en “Conspiración de silencio” a Reno Smith. Ryan debutaba a toda pantalla en 1940 y ya había sido visto por el público americano en títulos como “Policía Montada del Canadá”, “El límite es el cielo”, “Compañero de mi vida”, “Encrucijada de odios”, “El mejor de los malvados”, “Infierno en las nubes”, “La casa en la sombra” o “Colorado Jim”.
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Ernest Borgnine llevaba a toda pantalla desde 1951 y tras de sí títulos hoy tan clásicos como “De aquí a la eternidad” (impresionante su “Fatso”), “Johnny Guitar”, “Demetrius y los gladiadores” o “Veracruz”. 
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Borgnine, como cabía esperar en él, nos presentaba en “Conspiración de silencio” otro más de sus excepcionales personajes cinematográficos a través de su Coley Trimble. Muy grande, Borgnine. Inmenso. 
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Lee Marvin debutaba en el cine en 1951 y ya había demostrado sus buenas dotes actorales en clásicos como “Los sobornados”, “Fiebre de venganza”, “Salvaje” o “El motín del Caine”.
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En “Conspiración de silencio”, Lee daba vida a Hector David dejándonos una tremenda interpretación para la historia del cine. Grandísimo también Lee Marvin. 
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Cuando apareció en “Conspiración de silencio”, Walter Brennan era ya todo un veterano de la gran pantalla, donde se inició en el aún silente 1925. Poco a poco se fue haciendo un rostro más que familiar para el espectador americano al intervenir en multitud de títulos cinematográficos entre los que se podrían destacar “El rey del jazz”, “El ciclón tejano”, “El hombre invisible”, “Noche nupcial”, “La novia de Frankenstein”, “Ciudad sin ley”, “Esos tres”, “Furia” (donde coincidía con Spencer Tracy), “Rivales”, “Las aventuras de Tom Sawyer” (maravilloso su Muff Potter), “El vaquero y la dama”, “Kentucky”, “La historia de Irene Castle” y otros dos títulos en los que también compartía cartel con Spencer: “El explorador perdido” y “Paso al Noroeste”.
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Walter ya nos había dejado también grandísimas interpretaciones en otros títulos como “El forastero” (inolvidable su Roy Bean), “Juan Nadie”, “El sargento York” o “El orgullo de los Yankees” (en todas ellas junto a su buen amigo Gary Cooper). Y también habían brillado ya sus interpretaciones en “Aguas pantanosas” (como un extraordinario Tom Keefer), “Los verdugos también mueren”, “Tener y no tener” (ay, ese Eddie), “Pasión de los fuertes” (grandísimo como Pa Clanton), “Río Rojo” (fabuloso como Nadine Groot), “El mejor de los malvados” (donde coincidía con Robert Ryan), “Tierras lejanas” (como el entrañable Ben Tatum)…
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… En fin. Que a nadie le extrañó el que Walter diera vida en “Conspiración de silencio” a Doc Velie, su personaje, de esa manera tan natural, tan auténtica, tan profesional… tan Brennan. 
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Dean Jagger interpretaba el papel de Tim Horn, el sheriff de Black Rock. En el cine desde 1929, Dean había sido ya visto por el público americano en un buen número de títulos cinematográficos, algunos de ellos tan clásicos como “Sublime engaño”, “Espíritu de conquista”, “La estrella del norte”, “Driftwood”, “Almas en la hoguera”, “La túnica sagrada”, “La torre de los ambiciosos” o la entonces muy reciente “Navidades Blancas”. 
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Russell Collins era, en “Conspiración de silencio”, el señor Hastings, el telegrafista. En el cine desde 1935, y alternándolo con la pequeña pantalla, llevaba ya tras de sí títulos cinematográficos como “Mares de arena”, “Niágara” o “La bella del Pacífico”. 
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Anne Francis daba vida a Liz Wirth. Anne había debutado como actriz en la gran pantalla en 1947 y, tras aparecer en “Summer holiday” y “Jennie”, se fue haciendo también rostro conocido a través de series de la pequeña pantalla que alternaba con otros títulos cinematográficos como “Revuelta en Haití” o “Un león en las calles”.
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John Erickson interpretaba a Pete, el hermano de Liz. John se inició como actor en la pequeña pantalla en 1950 y tan sólo llevaba cuatro títulos cinematográficos cuando fue elegido para “Conspiración de silencio”. Tras este título fue visto principalmente en series de la pequeña pantalla, con alguna esporádica incursión en el cine en películas como “Duelo de reyes” o ”La bruja novata”.
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Y Walter Sande era Sam, el dueño del bar de Black Rock. Sande llevaba a toda pantalla desde 1938 y ya había sido visto por el público americano en títulos como “Ocho mujeres y un crimen”, “El gran vals”, “Caballero sin espada”, “Espejismo de amor”, “Ciudadano Kane”, “El sargento York”, “Tener y no tener”, “El caballero del Oeste”, “Un lugar en el sol” o “Apache”. 
Completaban el magnífico reparto otros nombres como Walter Beaver, Billy Dix, Mickey Little, K.L. Smith, Robert Griffin, Harry Harvey, Bobby Johnson o Francis McDonald. 
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Producción de Dore Schary para Metro-Goldwyn-Mayer, “Conspiración de silencio” (Bad day at Black Rock) era estrenada el 7 de enero de 1955
La película recibió diversos premios y nominaciones. Sin embargo, los Oscar tan sólo la distinguieron con tres candidaturas: mejor director, mejor actor (Spencer Tracy) y mejor guión.
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Eso sí, Spencer Tracy se llevó el premio al mejor actor en el Festival de Cannes por su extraordinaria interpretación. 
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Y cerramos este recorrido con algunas curiosidades de “Conspiración de silencio”. Como el que la película se fuera a llamar, en un principio, “Bad day at Hondo”, como el relato original, pero luego se resolviera cambiar el nombre del pueblo por estar demasiado reciente el estreno de “Hondo” (1953), protagonizada por John Wayne. 
O que, en el original, Mcreedy (el personaje de Tracy) demostrara su habilidad con una pistola Beretta y en la película se cambiara esto por su maestría en el judo. O que, durante el rodaje, Spencer tuviera dificultad para encender una cerilla con una sola mano y le pidiera a Sturges, el director, permiso para utilizar para ello un encendedor Zippo
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O como el que la escena de apertura del film, rodada desde un helicóptero, fuera añadida con posterioridad al visionado de la película por el primer público. 
Imposible mejor principio para ese final, o viceversa, en esta, sin duda, pequeña gran joya de la historia del cine. 
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