La propuesta de Constitución catalana, con tanta inutilidad como boato en su presentación, elimina eufemismos, como el usado hasta la saciedad de “inmersión lingüística” en vez de imposición descarada, absurda e inútil de una lengua minoritaria. Añade el texto una extensión territorial que comprende Aragón, Valencia, Cerdeña y territorios franceses e italianos; al final va a resultar que Europa es Cataluña y el resto países bárbaros alrededor del antiguo imperio. Merece poco la pena comentar más el asunto, solo pedir, desde este espacio, que se devuelva a las arcas públicas el dinero invertido en estas estupideces y se depuren las responsabilidades correspondientes a quienes ordenaron o permitieron tales sinsaentidos, desde la Constitución a las embajadas y otras zarandajas similares.