Revista Arte

Consumo cultural en tiempos de multicines

Por Avellanal

En los tiempos que corren, asistir al cine puede significar un acontecimiento cultural relevante, o bien un mero pasatiempos en el que se puede degustar exquisiteces de un menú à la carte en una butaca premium mientras se disfruta el último estreno en 3D. Sea como sea, dos muchachos y una chica (que podrían ser, si nos detenemos en la minuciosidad cinéfila, los de Bande à part o, tranquilamente los de The Dreamers) lo reducen todo a una sencillísima práctica que redunda en garantizar la continuidad del “consumo cultural”.

Es sabido: en los complejos de trece o diecinueve salas de cine que se alzan por toda Buenos Aires, el precio de los tickets merece el calificativo de infame. Es cierto que los aires acondicionados, ahora que empieza a arreciar el calor sofocante de la city, son un alivio en medio de tanto cemento. Pero esa no es la cuestión para los tres jóvenes; lo que buscan, al pasar tardes enteras dentro de un Hoyts, es amortizar los casi treinticinco pesos “por cabeza” que pagaron para ver la tercera parte de ese film casero que tanto impresionó a Steven Spielberg.

El procedimiento, repito, es la mar de sencillo y, a estas alturas, casi prehistórico: luego de ver la película por la que pagaron, cuando los títulos finales comienzan, se escabullen con la oscuridad como aliado, y tan sólo es cuestión de cambiarse de sala. En el caso que nos ocupa, el de los tres muchachos, a veces deben quedarse haciendo tiempo en el baño. “Lo primordial es no andar dando vueltas por ahí, y jamás acercarse a la salida”.

A veces los descubren los guardias de empresas de seguridad privada que andan husmeando por los corredores. Cuando eso ocurre, aunque las probabilidades son mínimas si se sigue el plan al pie de la letra, el ardid se basa en cambiar de multicine por algunas semanas. Cuando vuelven al complejo anterior, el guardia que los había descubierto ya no estará más debido a la alta rotación de guardias.

Se consideran cinéfilos, y no contemplan como opción meterse cuando una función ya empezó. “Las películas se ven desde los créditos iniciales o no se ven”. Esto vale incluso para la enésima adaptación de The Three Musketeers que se proyecta por estos días. Los cartoncitos con los horarios de la jornada ofician un papel clave para calcular los “entretiempos higiénicos”, que, a la postre -y para esto basta sólo con contemplar la cartelera-, terminan siendo lo más satisfactorio de otra tarde más.


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