Revista Opinión

Contra la teoría de la guerra civil europea

Publicado el 12 mayo 2016 por Vigilis @vigilis
Cuenta con cierta fama esa interpretación de las guerras mundiales como una única guerra con una tregua (1918-1939) en el medio. Sería este un periodo de "guerra civil europea" (aquí, por ejemplo) o incluso una "segunda Guerra de los Treinta Años", (recordando aquella época de conflictos del siglo XVII en la que se puso de moda matar alemanes) como escribe Churchill en el prólogo de su primer volumen de su obra "La segunda guerra mundial" (aquí en PDF un trabajo que alude a la expresión).
Contra la teoría de la guerra civil europea
La Teoría de la Guerra Civil Europea tiene alguna cosa a su favor y muchas en su contra. A su favor por ejemplo cuenta con que es una teoría que es ligera y sencilla de retener entre las orejas. Sin duda también se puede hablar, desde el punto de vista de la historia de las ideas políticas, del momento culminante del nacionalismo como corriente política que fue in crescendo desde el fin de Napoleón (el Vormärz) hasta su expulsión del conjunto de ideas respetables con el horror de los campos de exterminio. Para reforzar este último argumento no podemos olvidar que la manera de tratar el final de la Primera Guerra Mundial fue ceder a las ideas nacionalistas, de ahí que el mapa de Europa se redibujara para contentar a los distintos movimientos nacionalistas y con ello alcanzar el final definitivo de los conflictos entre estados-nación. 
Precisamente como jamás nadie ha tenido clara —ni tiene— la idea étnica de nación esto no funcionó. Los años anteriores al inicio de la Segunda Guerra Mundial fueron testigos de la doctrina nacionalista extrema alemana y del apoyo que recibe de la URSS, un país que se supone que nace del rechazo ruso a la Gran Guerra y del antinacionalismo (es el lugar en la economía, no el origen étnico, lo que une a los hombres según la propaganda soviética de la época).
Solamente en cierto modo se explicaría la Segunda Guerra como resolución de un conflicto inacabado de la Primera. Lo que yo echo de menos en esta teoría son varias cosas. Sigue leyendo en el siguiente párrafo.
Una cosa que echo de menos es que me definan los límites temporales de esta guerra civil europea. No parece que tenga demasiado sentido iniciarla con la crisis de julio de 1914. En aquella época un asesinato anarquista o nacionalista de un heredero o incluso de un jefe de gobierno no era nada extraño (en España mataron a varios presidentes del gobierno y no era un país especialmente conflictivo por razones económicas y demográficas que los niños ya no estudian en la escuela porque estudiar es malo y traumatiza a los chavales).
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Austria-Hungría no se levanta un día de buena mañana y decide plantearle un ultimátum a Serbia porque sí (menos aún recibir respuesta afirmativa de Serbia y rechazarla). Nada viene de la nada y es sabido que la crisis de los Balcanes venía calentita de dos guerras que habían tenido lugar los dos años anteriores (aunque la Segunda Guerra de los Balcanes (1913) en realidad fue un poco como jugar al teto con Bulgaria). Pero es que incluso la Primera Guerra de los Balcanes (1912) tampoco aparece de la nada ni es un asunto exclusivo de la Liga Balcánica (Serbia, Grecia, Bulgaria y Montenegro). Rusia tenía interés en aumentar sus garantías en los Balcanes aprovechando la decadencia otomana y para ello buscaba aumentar la extensión del Imperio Búlgaro y de Serbia. Más aún, los eslavos del sur (principalmente Serbia) actuarían como contrapeso frente a los austrohúngaros en caso de conflicto entre los dos imperios.
Por su parte los británicos que contaban con colonias en el Mediterráneo y una dispuesta aliada en la joven Grecia no iban a permitir que se moviera nada sin contar con sus intereses (principalmente asegurar la comunicación con la India a través del canal de Suez y no ponerle fácil a Rusia contar con puertos francos —de Bulgaria— en el Mediterráneo —la salida por Tesalónica que en principio iba a ser búlgara y al final no—).
Pero es que incluso con la participación velada de las grandes potencias (Alemania también andaba por ahí apoyando a los otomanos) estos pequeños y jóvenes países no podían planear atacar a la Otomanía sin más razones que armas occidentales y pulsión nacionalista. Había algo más y para ello hay que irse al año anterior, del que hablaré en el siguiente párrafo.
No comento nada de las revueltas albanesas contra la administración otomana porque revolverse para pagar menos impuestos y no hacer la mili es un clásico. Me voy sin embargo a la guerra Italo-Otomana de 1911-1912. La facilidad con la que los británicos habían obtenido el usufructo de Egipto y los franceses de Túnez exacerbaron las ansias territoriales de una parte de la administración italiana y de la prensa. Pese a que los Jóvenes Turcos buscaban una política de apaciguamiento con las potencias occidentales, Italia rechazó pactar una transferencia pacífica de la Tripolitana y declaró la guerra. Tras un año de combate los italianos tuvieron la décima parte de bajas que los turcos, conquistaron Libia y las Islas del Dodecaneso. Es decir, el gran Imperio Otomano era un gigante con pies de barro. De ahí que inmediatamente los balcanitos se pusieran a hacer planes (en 1912 la Otomanía todavía tenía Tracia y Macedonia).
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Sin duda la guerra Italo-Otomana tiene relación con los sucesos de Túnez y Egipto (y con el canal de Suez, claro), pero tampoco es cuestión de ir más atrás, creo que se entiende mi punto. Por cierto, el mismo ejercicio se puede hacer hacia adelante: ¿la guerra acaba en 1945? Se puede debatir: la URSS entra en la guerra de la mano de Alemania y técnicamente estaba en guerra contra los aliados por el asunto de Finlandia, no pocos historiadores afirman que en la SGM hay tres bandos.
Otra cosa que echo de menos (¿os acordáis de que estábamos hablando de las razones en contra de la Teoría de la Guerra Civil Europea?) es precisamente lo que sucede en el llamado periodo de entreguerras.
En 1914 no había totalitarismo y en 1939 sí. Este nuevo ingrediente del cóctel igual tiene que cambiar la perspectiva del análisis de las relaciones entre estados de una época y la otra. Sí, ciertamente los estados totalitarios son continuistas en política exterior (el mejor ejemplo es Rusia, que cambió profundamente su forma política y sin embargo su política exterior no ha cambiado nada desde Pedro el Grande hasta nuestros días), pero en política interior —sobre todo en economía y en propiedad de la tierra— el cambio es considerable.
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La Europa de 1914 era un lugar cuyo paisaje no llamaría especialmente la atención a un romano togado. La propiedad de la tierra estaba en muy pocas manos y la agricultura era la base económica de todos los países sin excepción. Esto chirría un poco porque en 1914 hay trasatlánticos, locomotoras y automóviles, pero es que un tío que vive a diez kilómetros de los astilleros de Belfast o de la sede central del Banco de Inglaterra y que come engrudo en su choza destartalada de madera, apenas tapadas sus vergüenzas con harapos, y que desconoce el nombre del pueblo en el que vive, no queda muy bien en pantalla en las historias fantásticas de Hollywood (ya ni hablemos de un tipo de Salerno, Kilkenny o Bucovina).
La Primera Guerra Mundial como movilización total de los medios técnicos y humanos de los países contendientes cambia profundamente las seculares estructuras de propiedad, jerarquía, relaciones sociales y costumbres. Ya no serán privilegios de sangre (que seguían operando hasta en las democracias más consolidadas como Francia o Reino Unido) los que determinen la posición de un individuo dentro del estado sino su utilidad para el estado la que determine esa posición. La leva mete a la mujer en la fábrica (nada hizo tanto por los derechos de la mujer como la sangrienta guerra). Las bombas hacen necesario aumentar la eficiencia de la extracción de recursos, la formación de los extractores de recursos y el aseguramiento de su transporte. Infraestructuras, industrialización y educación avanzan al ritmo de las bajas en las trincheras. En este sentido se puede decir que Francia, Italia, Estados Unidos y la parte occidental de Austria-Hungría se "alemanizan".
Si en un momento Prusia llega a ser el reino más importante del Imperio Alemán se debe al éxito de su industrialización temprana, a su meritocracia y a ser prácticamente una economía de guerra a disposición del ejército (cuando la corrupción no es robar a una difusa burocracia sino debilitar a la patria, se convierte en traición y en deshonor para la familia y además te fusilan, no te meten en la cárcel). Que la labor más valorada en Prusia fuera el empleo militar tiene que ver con viejas historias de órdenes de monjes guerreros en el Báltico (nada viene de la nada). Esta filosofía de "un ejército y detrás un país" en cierto modo se traslada a las potencias contendientes de la guerra del 14.
Como toda guerra industrial, la del 14 es una guerra de recursos y logística. Alemania no se rinde por falta de ganas de matar franceses sino porque en sus ciudades escaseaba el pan. Se trata de una amarga derrota en la que la población civil ha sido una molestia. Bueno, no toda la población civil, una parte de ella: los derrotistas y los que profesan lealtad a obediencias extranjeras. ¿Nos suena?
Sobre todo en Alemania, al contrario de lo que ocurre antes de 1914 cuando el enemigo siempre está al otro lado de la frontera y come baguetes, por primera vez el enemigo está dentro. Si los alemanes salen de la guerra con el sabor amargo de la derrota en los labios y una sociedad dividida, los sucesos de Rusia no hacen sino echar más leña al fuego. Hablo de un nuevo factor desestabilizador en el orden internacional: los chicos de Petrogrado.
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El espía alemán más famoso de todos los tiempos tiene éxito en su misión rusa. Los bolcheviques de Petrogrado tan solo evidencian el malestar de la población con un gobierno incapaz ante una guerra que le venía grande: cargas de caballería que acababan en comida para perros ante las ametralladoras alemanas, regimientos completos del ejército que se negaban a seguir órdenes, deserciones masivas (con el consiguiente efecto en la inseguridad local), todo esto sumado a una producción escasamente mecanizada que necesitaba niños para recoger la comida del campo y no tenía niños porque los niños estaban marchando donde Cristo dio las tres voces.
La guerra civil rusa (desde 1917 hasta que se retiran las últimas tropas aliadas de Rusia —los japoneses— en 1925) es el tercer gran conflicto internacional del siglo XX en número de bajas (y hablo de millones de bajas). Pese a ello se suele pasar por alto y se suele comprar la versión de la historiografía soviética (aun hoy) en la que una alegre muchachada es seguida por la población, machaca a cuatro reaccionarios malvados y triunfa la revolución socialista. Nada más lejos de la realidad. Durante casi una década de guerra la posible victoria bascula varias veces entre el Ejército Rojo y los ejércitos no rojos (que a veces también peleaban entre sí). Una vez que los chicos de Petrogrado (una élite de periodistas y profesores de escuela, ninguna revolución surgió de las masas) resisten y acaban con el gobierno de Moscú (Rusia iba a ser una monarquía constitucional pro-occidental, pero ese plan salió mal) efectivamente salen de la Gran Guerra (con grandes concesiones territoriales) pero pronto empezarán a operar para exportar la revolución socialista a todo el mundo.

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"RSFSR. Quien no trabaja no come", Tashkent, 1920.

El ascenso de los bolcheviques al poder en varias ciudades rusas tiene lugar al mismo tiempo que la derrota alemana. Tras el primer año de guerra civil rusa parecía que los bolcheviques se asentaban con el aumento de capacidad de maniobra y recursos que eso conlleva. Los líderes bolcheviques son puestos como modelo de los socialistas europeos dispuestos a hacer triunfar la revolución socialista internacional. Antes de organizarse la III Internacional ya salen de Rusia agentes con joyas en las maletas para sufragar posibles revoluciones en Europa (en las zonas controladas por los soviets había dejado de circular la moneda).
Solamente un mes después de la rendición alemana se produce el levantamiento espartaquista en Berlín, que es sofocado con dureza por el desmotivado nuevo ejército republicano con ayuda de los Freikorps (estos sí que estaban motivados). Un mes después se proclama la República Soviética de Hungría, que fue un despiporre (la cosa acabó fatal con el ejército rumano invadiendo Hungría). Igualmente se proclama la República Soviética Eslovaca (dura quince días) y la República Soviética de Baviera.

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Berlín, enero de 1919. Tanque británico (capturado durante la guerra) usado por los Freikorps, nótese el Totenkopf.

Un año después del final de la Primera Guerra Mundial los ejércitos de la Triple Entente siguen combatiendo en Europa Central a los hooligans de Moscú. Y luego está el asunto de Polonia que fue una maravilla: la tercera vez que Polonia vuelve a aparecer en el mapa lo hace por la retirada del ejército alemán del frente oriental. En tierra de nadie aparece Polonia sin fronteras pactadas en ningún tratado internacional y para evitar la extensión de la guerra civil rusa a su territorio entra en guerra con los rusos. Esta guerra dura dos años y logra detener la exportación revolucionaria rusa. Los siguientes congresos de la Internacional Comunista procurarán otra estrategia menos conflictiva con su programa de alianzas con socialdemócratas blanditos en los llamados "frentes populares".
Las mayores operaciones de combate en Europa Central terminan a finales de 1920. Las economías arrasadas, las familias de luto, el revanchismo a flor de piel y la casa sin barrer. La reacción contrarrevolucionaria parece una opción deseable frente a la caos impredecible de los comunistas. Esta reacción es especialmente aguda entre las filas de los viejos socialistas. Durante la Gran Guerra los partidos comunistas europeos se dividieron entre partidarios y detractores de participar en la guerra. Y después de la guerra, en las minirevoluciones europeas los militantes (incluyendo prensa, sindicatos y locales) socialistas fueron el primer objetivo de los comunistas. La gran división que había creado la III Internacional sería el origen de pequeños partidos socialistas con un fuerte componente nacionalista. El espía británico más famoso de todos los tiempos es elegido diputado en Italia en mayo de 1921. El anticomunismo de los socialistas más radicales sería posteriormente instrumentalizado por la vieja élite industrial y aristocrática.

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De esto ni hablo.

Es decir, para 1939 tenemos componentes ideológicos inexistentes en 1914. En 1914 no combaten dos formas de gobierno sino dos alianzas que perseguían lo mismo (primacía, recursos, colonias). En septiembre del 39, sin embargo, sí hay un enfrentamiento ideológico. La guerra enfrenta a sistemas incompatibles que no pueden coexistir en el mismo continente. La segunda guerra parte del conocimiento adquirido durante la primera (el uso de armas químicas se limita a Asia y aparecen la guerra de tanques y los bombardeos masivos).
Mi punto es que la SGM se debe más a los acontecimientos del periodo de entreguerras que a las discusiones del Tratado de Versalles (digo más, esta excusa es la que utilizaron los nazis). Tocará seguir rascando el tema en otra ocasión.

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