Revista Ciencia

¡Convéncela con frutos!

Por El Ojo De Darwin

¡Cuantos quebraderos de cabeza nos ha la selección sexual a lo largo de nuestra vida! Esto es algo que, generalmente en un grado muy alto, nos interesa a todos. Sobre todo en nuestros años mozos. Aunque para la grandísima mayoría se limite a la de nuestra especie, si eres un friki de la biología y/o las ciencias en general (como casi la totalidad de los visitantes de este blog) te interesará también la selección sexual que afecta a otras especies. Tal vez, el grupo zoológico que, en este aspecto, ha sido más estudiado y admirado sea el de las aves. Los coloridos plumajes de los machos han fascinado al hombre desde que el mundo es mundo. E, incluso, ha llegado a ser objeto de envidia por éstos, sólo hay que ver todos los tocados con los que muchos ejemplares de Homo sapiens se han adornado. ¿O qué decir de las espectaculares danzas nupciales de las aves del paraíso? El propio nombre indica algo sobre el embelasamiento que la belleza de estos pájaros provocaron en los occidentales. Además, la tradición de los aborígenes papúes de cortar las patas a los individuos cazados de estos pájaros acentuó aún más la validez del nombre. ¡Ya que viven en el paraíso no necesitaban patas para posarse!.

 

Básicamente la selección sexual consiste en la competencia entre individuos de un mismo sexo para la elección por parte del sexo contrario. Tal comportamiento ha provocado el origen de ciertos caracteres curiosos, que incluso alguno que otro podría tildarse de aberrantes. Muchos de los cuáles sin ella no tendrían ninguna clase de explicación en el paradigma actual en el que se mueve la biología, ya que la simple posesión de ellos conlleva una marcada disminución en la supervivencia del poseedor, como por ejemplo ciertas estructuras anatómicas y llamativos colores. Y no sólo a través de estructuras anatómicas se produce la selección sexual. Puede realizarse a través de curiosos comportamientos, espectaculares cantos o mediante objetos totalmente ajenos al individuo a seleccionar.

 

¡Convéncela con frutos!

Pergolero satinado (Ptylonorhynchus violaceus) decorando su pérgola "del amor".

En Nueva Guinea y Australia vive un curioso grupo de pájaros que no destacan por su aspecto, sino por las curiosas estructuras que construyen conocidas como pérgolas. Llamados pergoleros debido a esto último, la construye el macho en claros de bosque dentro de su territorio. Estas construcciones varían mucho dependiendo de la especie. Unos son simples claros de bosque limpiado con un puñado de ramitas en el centro, mientras que otras son muchos más elaboradas. Las pérgolas mejor construidas se constituyen por dos paredes paralelas entre sí a base de entrelazar y unir palos y ramas. Para potenciar el impacto el pájaro busca activamente objetos para adornar las zonas aledañas a la pérgola. Cada especie siente predilección por un color u otro. Pero estos materiales no se disponen de forma aleatoria, sino que los más grandes se sitúan en la parte más alejada de la salida de la pérgola y los más pequeños en la zona más cercana. Este gradiente de distribución crea una forzada percepción que distorsiona tanto el tamaño como en distancia. La calidad en la configuración de este truco óptico varía según el macho que lo haga, siendo esta capacidad un indicador de la habilidad cognitiva de éste (1), y por tanto materia prima de la selección sexual. De hecho, recientemente, se ha demostrado una clara relación entre el número de cópulas y el gradiente de dicho truco óptico (2). Por desgracia, no está muy claro aún cómo consigue manipular esta ilusión óptica la elección de la hembra (2). Pero este no es el tema de la entrada.

 

¡Convéncela con frutos!

El auténtico protagonista de la entrada: pergolero maculado (Ptilonorhynchus maculata).

 

¡Convéncela con frutos!

Pérgola de pergolero satinado (Ptlilonorhynchus maculata) decorada con las plantas de Solanum ellipticum. Tomado de 3.

La cosa se complica un poco más en el caso del pergolero maculado (Ptilonorhynchus maculata). Madden et al (2012) (3) han aportado la primera prueba de cultivo de una planta con fines distintos a la alimentación, algo hasta ahora sólo visto en los humanos. No obstante, los autores usan el término de cultivo de una forma un tanto especial. No lo conciben como un comportamiento intencionado sino como un subproducto fruto del acondicionamiento de la zona aledaña a la pérgola. La limpieza sistemática de la zona crea unas condiciones idóneas para la germinación de la plantaSolanum ellipticum*, una herbácea que busca zonas con unas buenas condiciones de luz para su germinación. Por ello, el número de S. ellipticum en las zonas aledañas a la pérgola aumenta tras la ocupación por parte del ave macho. Los ejemplares de S. ellipticum cerca de las pérgolas tienen un mayor número de frutos que los ejemplares lejos de estas zonas. Además de diferir en sus condiciones espectométricas de los que se localizan lejos, presentando las primeras unas características similares a las preferencias de los machos. Dado que éstos utilizan los frutos para la decoración de su pérgola y en la exhibición, aquel que tenga un mayor número en su territorio pasará menos tiempos fuera buscándolos, y estará, por tanto, menos expuesto a la expoliación por parte de otros machos. Esto se traduce en una decoración con una calidad mucho más elevada y, consecuentemente, en un mayor número de cópulas. Que, al fin y al cabo, esto es lo que biológicamente importa.

Y hasta aquí puedo contar. ¡Salud y (Ciconnida) respublica!.

* Por cierto, un pariente de nuestras sabrosas berenjas (S. melongena), patatas (S. tuberosum) y tomates (S. lycopersicum).

Bibliografía:

  1. Endler, J. A., et al. 2010. Great bowerbirds create theaters with forced perspective when seen by their audienceCurrent Biology, 20 (18):1679-1684.
  2. Kelley, L. A., et al. 2012. Illusions promote mating success in great bowerbirdsScience, 335 (6066): 335-338.
  3. Madden, J. R., et al. 2012. Male spotted bowerbirds propagate fruit for use in their sexual display. Current Biology 22 (8) R264.

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