Revista Cultura y Ocio

Conversaciones con Luis Alberto de Cuenca, primera parte

Por Agora

Conversaciones con Luis Alberto de Cuenca, primera parte(Una entrevista de Fulgencio Martínez López)Luis, el tono y el tenor de esta entrevista (que tiene lugar en días en que damos bienvenida a la primavera de 2012) quieren ser el de una conversación. Conversaciones con.... se titula la sección de la revista. Nos ponemos en la piel del lector que admira tu poesía, y que la conoce en todo o en parte y que le gustaría tener la suerte de poder preguntarle al autor. Pero, también, nos hacemos cómplices con otro posible lector que desconoce tu obra poética. En este tipo de entrevistas se recurre a la cursiva para dar una información al lector, las preguntas que hacemos intentan siempre atraer a este hacia el poeta y hacia su poesía.
FM: Naciste un 29 de diciembre de 1950, en Madrid. ¿Todos los demás datos son ciertos? ¿Los que se ponen en la biografía del poeta, o los que los lectores tienen por ciertos de tu biografía reflejada en tu obra? Lo digo porque está un poco de moda, entre poetas, hoy ya no tan jóvenes como fueron, decir en su currículum: nací en Sevilla, tal vez (es un ejemplo), tal vez en tal o cual fecha.
LAC: En mi caso es cierto y verificable que nací en Madrid, en un pequeño sanatorio que había entonces en la calle de Velázquez, número 5, un 29 de diciembre de 1950. El parto fue complicado, de manera que mi madre, Mercedes Prado, lo pasó bastante mal y, como entonces bautizaban a los niños a los pocos días de nacer, no pudo asistir a mi bautizo, que tuvo lugar en la Parroquia de la Concepción, situada en la madrileña calle de Goya esquina a Núñez de Balboa. El ginecólogo que atendió a mi madre se llamaba don Braulio.
FM: La pregunta anterior retorna el debate entre poesía y experiencia, pero también, otro que creemos quizá de mayor interés, sobre la idea que tiene el poeta de la vida como materia de la poesía. Si tuvieras que contestar, en tu caso, al margen de tus poemas...
LAC: La vida es la materia de la poesía. Siempre. Viva real, vida imaginada, vida transfigurada. Poco importa el adjetivo. El poeta es su biografía. Los poetas no podemos situarnos al margen de ella al escribir nuestros poemas.
FM: En muchos poemas tuyos se encuentra el término vida. En algunos poemas (“El encuentro”), la ves parecida a algo esperpéntico y absurdo. O la relativizas (“Cenicienta”): “La vida no es gran cosa...”. En otros (“Vive la vida”) ensalzas su valor a toda costa. “Sin mirar hacia atrás”. En alguno valoras su lección, por mano del sufrimiento: “No se os ocurra despreciar / las penas que nos trae la vida” (“Elogio de la pena”). Y en otros (“Insomnio”) sientes que “dura demasiado poco”, dices que “es un instante”. En fin, en muchos (como en “Voy a escribir un libro”) la refieres como el texto que subyace a tus poemas, escrito por las mujeres que significaron en ella. Aunque esto último no sé si es licencia poética o si tienes en verdad negras (y no negros) que se aplican en tu taller de escritura. Como Garcilaso. La coincidencia en dos motivos poéticos con el clásico: el toposdel carpe diem y el de la poesía como un texto escrito por la mujer amada (“Su nombre era el de todas las mujeres” - verso que da título a una preciosa antología de poemas de amor, de Luis Alberto de Cuenca, publicada en Renacimiento) lleva a una tercera coincidencia en ti y en Garcilaso: la clave de vivirla (y de su sentido) está en no mirar hacia atrás.¿Confirmarías algo de esto? ¿Qué dirías a los elegíacos, a los monotemáticos del paraíso perdido, a los que paran la memoria en un punto lejano allá detrás de ellos; en fin, a los que no ven que la memoria se mueve como el tiempo hacia el futuro?
LAC: El mejor ejercicio para que la memoria se mantenga en forma es, en efecto, como bien dices, no hacer que se detenga en un punto lejano, sino vivirla como proceso que transcurre entre el nacimiento y la muerte, como un continuum. Y sí, esas chicas, esas mujeres que han escrito mi vida han sido fundamentales en el acto creativo de mi poesía, pues me han impulsado a fijar por escrito lo que viví con ellas, rescatándolo del olvido siempre que alguien se acerque a mis versos.
FM: Tú dices con ironía (“Ático”): “Fuimos alguna vez felices en el ático (…) Pero aún es muy pronto para pensar que el ático / tuvo su lado bueno. Todavía es muy pronto. / Ya lo recordarás. Ya lo recordaremos.” ¿A qué te refieres con lo del “ático? ¿El poeta actual ha de bajar a la calle? ¿No puede encontrar amparo en la elegía y en su infelicidad o en su memoria detenida de la felicidad?
LAC: Me refiero a un ático real, a una importante serie de experiencias amorosas vividas en ese ático. Luego el lector puede darle un significado simbólico a ese ático y hacer con él lo que quiera. Pero en su origen no era más que un ático.
FM: Si la poesía hoy ha de comunicar (en lo que no podemos estar más de acuerdo), buscar al lector, no presuponerlo como se suponía en la Edad Media que el cielo estaba fijo y que el hombre era el ombligo del mundo (lo "de siempre hay un lector para un ombligo”, se acabó); ¿por qué crees que hay motivos para creer en la lírica? ¿Exigen los tiempos una nueva lírica?
LAC: Nunca he tratado de buscar lectores para mi poesía. Me he considerado, y me sigo considerando, un poeta por afición, no un poeta de profesión. El hecho de que tenga lectores ha de relacionarse con las facilidades que da mi poesía para que el lector se identifique con el personaje que la protagoniza. Hay motivos para creer en la lírica en la medida en que lleva una andadura de más de veinticinco siglos a sus espaldas, desde que Safo y compañía se la sacaron de la manga en Grecia. Pero la poesía de verdad es, para mí, la épica, hoy por desgracia extinta al extinguirse lo que los alemanes llaman Volksgeist. En cuanto a que los tiempos puedan demandar una “nueva lírica”, no lo veo así, entre otras cosas porque no creo en el concepto de la novedad, que me parece una falacia.
FM: La pregunta anterior retorna sobre los modos de escribir de los motivos líricos tradicionales: el amor, la soledad, la nostalgia personal... ¿Cómo resolviste en el caso de tu poesía?
LAC: Esos motivos son lo que hay. Los repetiremos ad infinitummientras el homo sapiens campe por el planeta. No hay manera de sustraerse a esos motivos básicos, pues hacen referencia a los grandes temas humanos.
FM: En tu poema “Línea clara”, un manifiesto irónico importantísimo, creemos, haces tu palinodia y pides a Tintín que te defienda de los ataques y de las “embestidas” de los herméticos.
“Dicen que hablamos claro, y que la poesía no es comunicación, sino conocimiento, y que solo conoce quien renuncia a este mundo y a sus pompas y obras –la amistad, la ternura, la decepción, el fraude, la alegría, el coraje, el humor y la fe, la lealdad, la envidia, la esperanza, el amor, todo lo que no sea intelectual, abstruso, místico, filosófico y, desde luego, mínimo, silencioso y profundo–.”
¿Cómo vas mejorando de esas “heridas” de fieras que custodian para sí el secreto de la poesía? Me interesa también saber cómo personalmente llegaste a la herejía de la línea clara y cómo ves hoy aquellas polémicas, de límites de bancal. ¿Comunicación? ¿Conocimiento? ¿Todo o nada, o algo más?
LAC: Aquellas heridas cicatrizaron ya. Y la “línea clara”, ese concepto que saqué del cómic franco-belga (Hergé, Jacobs…), me vino muy bien para que cicatrizaran. Todo proceso creativo entraña ambos términos, comunicación y conocimiento. Hay buena y mala poesía, no poesía clara y poesía oscura. Dentro de la claridad hay poetas mejores y poetas peores, lo mismo que dentro de la tiniebla hermética.
FM: Tú reclamas, en nombre del lector de poesía, el placer de la literatura. Le plaisir du texte barthesiano. El placer del texto. Los que han leído a Barthes saben que “placer” no significa solo sentir deleite en lo que concuerda con mi gusto de lector, sino “placer” es también, y en mayor grado literario, lo que me convulsiona como lector, aquello que rompe mis esquemas y mis hábitos psicológicos, lectores. Dices (y volvemos al tema de la vida) que esta solo se justifica al fin por ese placer que nos aguarda en la gran literatura. Recuerdo tu poema “Debajo de la piel”: la Eneida, Shakespeare, las Sonatas de Valle, los cuentos de Borges “no salvan /a nadie, ni nos quitan atávicas zozobras, / pero nos comunican un placer que mi perro, / con ser bastante menos desdichado, no siente. / Dos millones de años después, tan solo eso/ ha valido la pena”.¿Sigues estando de acuerdo con ese poema “Debajo de la piel"?
LAC: Completamente. Tendría que pararme a pensar si las obras que cito serían las mismas. Añadiría hoy, tal vez, los Ensayosde Montaigne y Manuscrito encontrado en Zaragozade Potocki. Y mañana otros libros de otros autores. Pero el mensaje que transmite el poema sería el mismo. Por lo demás, no me gusta hablar de “gran” literatura. Con “literatura” a secas me basta.
FM: Nos gustaría que nos hablaras de tu inicio en la lectura, de tu amor por la literatura. Suponemos que también en algún pasaje, en alguna página o en un solo verso, encontrarás en muchas obras literarias, de cualquier género y época, aquella panacea que ofrece la literatura grande. Además, eres especialmente aficionado a la literatura fantástica, y a los cómics...
Conversaciones con Luis Alberto de Cuenca, primera parte
LAC: Enlazo con lo anterior. No creo que haya barreras entre los distintos tipos de literatura. ¡Cuántas veces una obra literaria considerada “de género” me ha interesado mucho más que la “grande”? En el fondo, Homero, Virgilio, Shakespeare, Valle-Inclán y Borges son, para mí, autores “de género”. Aunque solo sea del género que a mí me gusta, que no es poco, a fe mía. En cuanto a los cómics, he crecido con ellos: los de la época dorada (1910-1950) me entusiasman, y sigo con atención el cómic actual.
FM: Ya que estamos con el tema de los libros, tú has sido Director de la Biblioteca Nacional. Un guiño más a Borges en tu biografía. Bueno, te cuento una definición que hace poco leí de una biblioteca, dada por uno de esos nuevos pedagogos abducidos por las nuevas tecnologías de la comunicación: Una biblioteca es un lugar donde se conservan libros, algunos de ellos incunables y manuscritos, y donde se puede tener acceso telemático a su información. No se pone el acento en leer directamente, y dime qué biblioteca de barrio o incluso de Comunidad Autónoma tiene un tesoro de manuscritos e incunables. Además, al menos aquí en Murcia, se han cerrado las bibliotecas por la tarde, para ahorrar gasto.¿Cómo ves tú el futuro inmediato de las bibliotecas y de los libros? Y, tengo curiosidad por saber de tu experiencia como Director de la Biblioteca Nacional. ¿Qué guardas de ello? (No me refiero a ningún libro incunable que llevaras a casa.)
LAC: Veo que se está produciendo una profundísima transformación en el ámbito de los libros en papel, parangonable, o incluso superior, a la que se produjo con Gutenberg. Mi experiencia como Director de la Biblioteca Nacional no tuvo aristas: solo tengo recuerdos buenos de mi paso por aquella docta Casa, que por cierto se encuentra enfrente de mi casa, de modo que contemplo su mole arquitectónica a diario, para alimentar mi nostalgia.
FM: De nuevo retorna una pregunta anterior, que hemos dejado planteando los motivos tradicionales de la lírica. ¿Por qué crees que la poesía no es molesta para nadie en estos tiempos? ¿Es posible que eso se deba a que no saben los poetas encontrar nuevos motivos para ese fin? Recuerdo aquel verso, en el fondo guasón, de Elegías, del andaluz Juan Ramón Jiménez, supuestamente un poeta blando: “Yo no quisiera nunca molestaros cantando”.
LAC: Juan Ramón Jiménez es uno de los cinco o seis poetas mundiales más importantes del siglo XX. Lo admiro muchísimo. Fue él quien me enseñó a escribir. No es necesario que la poesía moleste (aunque no esté mal que lo haga) para justificar el brillo de su aureola. Vuelvo a insistir en que no creo en la “novedad”.
FM: Se ha dicho (lo sugiere Juan José Lanz en su prólogo a tu Poesíade Cátedra) que tu obra transmite cierto eufemismo en la escritura de los temas que trata, como el amor, la mujer, la propia literatura... Ahora que Tintín duerme, defiéndete.
LAC: Tintín nunca duerme. Tiene la consistencia insomne de los héroes y siempre está a mi lado. Ahora fuera de bromas, no sé qué quiere decir Lanz con lo del “eufemismo”. Si tiene que ver con la cortesía, bendito sea ese término, cuya definición no puede ser más noble si se consulta el diccionario.
FM: No es el motus del alma tan jovial en tu obra siempre. Creo, como lector, que hay un hondo pesimismo en tu obra, y que la tensión, en tus poemas, por no dejar asomar esa visión negra del mundo, que sin embargo trasparece en muchos poemas, ya no digamos en “Advertencia al lector”, es precisamente lo que da valor a tu poesía.
LAC: Has acertado en la diana. El eufemismo de Juanjo no distrae al buen lector del fondo de mi poesía, que es pesimista y hasta trágico.
FM: Hay un adjetivo tuyo, “grises”, que califica al sintagma “palacios de los ricos”, en el poema “Vive la vida”. Y, en uno de tus primeros poemas (del libro Elsinore, de 1972),en un texto de estética culturalista, muchas de cuyas referencias (te confieso) he olvidado, escribes de pronto: “Jesús sigue muriendo cada día. Hasta cuándo”. ¿No se te ha molestado nadie todavía por lo que has dejado escrito?
LAC: Mucha gente. Los ricos, no, porque a esos les da lo mismo que llamen “grises” a sus palacios. La alusión a Jesús puede molestar a los anticristianos militantes. Constato que algunos rasgos de mi poesía pueden resultar molestos para cierto tipo de lectores. 

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