Revista Espiritualidad

Convertir obstáculos en oportunidades

Por Deboraharevalo @deboraharevalo

Hagamos de la historia de Ashley un motivo para vivir plenamente

  • Si te encuentras frente a desafíos difíciles en este momento, esta historia puede ser la fuente que te inspirará a seguir adelante.
  • No importa qué dificultades estemos experimentando en este momento: una ruptura amorosa, pérdida de empleo, problemas financieros, de salud, o sentirnos “atrapados” en nuestras vidas. Todos podemos activarnos e inspirarnos para cambiar lo que vemos y lo que somos.

Durante una visita a San Diego, tuve la oportunidad de conocer a Ashley, una joven que ahora se dedica a orientar a personas adictas a las drogas y el alcohol, luego de vivir esa misma experiencia en carne propia.

Ella estaba en el punto más bajo que había experimentado; había perdido casi todo, salud, relación de pareja, familia, seguridad financiera, y autoestima…

Pero cuando tocó fondo, descubrió poderosas claves para adoptar un nuevo estilo de vida. Tomar decisiones adecuadas, preparación, introspección y reconocimiento de los límites que le impedían ser feliz. Estas herramientas le permitieron convertir obstáculos en oportunidades que ahora utiliza para vivir mejor.

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La violencia está en todos lados…

Amenazas de muerte, niños maltratados, alcohol, drogas, violencia doméstica, armas, caídas, empujones, intentos de homicidio, accidentes, violaciones, robos, enfermedad, crímenes, familia disfuncional, relaciones destructivas… Este es el caso de Ashley, pasó por etapas así antes de romper los lazos negativos que la unen a su familia de origen para luego encontrarse a sí misma. Esto implicó aceptación, perdón y amor.

Cuando reina el conflicto y la separación

Una familia es disfuncional cuando la mayor parte de sus integrantes se mantienen en patrones de abuso, discriminación, conflicto, distanciamiento emocional, violencia verbal, manipulación  y no reina el bien común.

“Es difícil salir de una familia disfuncional porque a lo largo de los años y sin quererlo, te van atrapando patrones, actitudes y toxicidad generados por ella. Muchas veces me sentí tan desilusionada que nunca pensé que podría rehacer mi vida…”

En la gran mayoría de las familias disfuncionales uno de los miembros no cumple con este perfil de alta toxicidad, Ashley era precisamente esa persona.

  • Se sentía como un bicho raro dentro de su sistema familiar
  • Su función era la de chivo expiatorio: en ella iban a parar todas las culpas y emociones negativas reprimidas del núcleo familiar
  • Se rebelaba a menudo ante sus circunstancias familiares
  • Buscaba fervientemente liberarse del yugo familiar.

Ella sentía que vivía una situación muy injusta que no llegaba a comprender del todo, se sentía aislada, poco comprendida.

-¿A qué edad comenzaste a sentirte mal dentro de tu núcleo familiar?

-Recuerdo que tenía unos cuatro años y mi papá ya era alcohólico y drogadicto. Yo sentía mucho abuso y violencia en la familia. A los 13 años creía que no tomaría alcohol, ni drogas en toda mi vida porque no quería ser como papá.

“Había mucha violencia entre papá y mamá. A los catorce años me fui de camping por seis meses. Luego un año y después dos años más. Todo porque mis hermanos y yo no podíamos quedarnos en un lugar con ellos. Nunca estuvimos en una escuela fija, sino en diferentes cada tres meses. Mi hermana mayor a los dieciséis huyó con un hombre.

De niña Ashley vió como la victimización y la resignación era lo que reinaba en su vida. Constantemente pensaba “es donde me ha tocado estar y poco puedo hacer” para pasar más adelante, a reiterados estados de rebeldía mezclados con tristeza y desesperación. Por eso quiso irse de la casa, alejarse de ese ambiente tóxico donde reinaba el caos y la violencia.

“A los catorce me fui a vivir con mi prima y es allí donde conocí al papá de mi hija.”

-Cuando fuiste a vivir donde tu prima ¿qué hacías?

-Yo limpiaba casas, pero todo mi dinero ganado, me lo quitaban mis padres para comprar drogas. Como mi papá vendía drogas, una vez metieron a mamá en la cárcel.

-¿Cómo te la llevabas con tus padres?

-Muy mal, especialmente con papá. Con mamá mejor, yo sentía un gran cariño y compasión por ella. Mi papá empezó a usar medicamentos como drogas. Mamá cuidó a papá por dos años, cuando descubrió que tenía otra familia.

“Siempre quise ser buena para mis padres. Todos en mi familia hablaban conmigo, yo les aconsejaba y consolaba. Mamá decía que yo era tan fuerte como un hombre, no me veía débil.”

-¿Cómo era tu relación con el papá de tu hija?

-Era una relación violenta. El robaba carros, fue a la cárcel muchas veces. Cuando tuve diecisiete años tuvimos un accidente donde estuvimos a punto de morir. Los médicos dijeron que no podría caminar nunca más. Por ese accidente aún tengo un tumor de sangre bajo tratamiento, pero puedo caminar. A los dieciocho empecé a ser maltratada y violada por mi compañero. Fue allí cuando caí en las drogas y el alcohol.

“Cuando tenía diecinueve años yo no quería más nada con mi pareja. Por eso me tiró la computadora y me volvió a violar. Allí quedé embarazada. Cuando él se enteró (a los cuatro meses), se enojó tanto que me empujó por las escaleras. Se volvió como loco. Me escupió en la cara. Yo estaba en shock. Luego tuve un aborto y el bebé murió.

-¿Cuándo tuviste a tu hija?

-Pasaron varios años cuando volví a vivir con él. En ese momento de “reconciliación” me embaracé de Maya, mi hija, quien ya tiene nueve años. Fue un embarazo donde tuve mucho estrés. Su papá me seguía maltratando. Me fui de la casa. El me empezó amenazar diciendo que se suicidaría.

-¿Qué sabías de la infancia que tuvo tu marido?

-Supe que sufrió de abuso infantil.  Empezó a consumir alcohol siendo muy joven. Pero no fumó sino mucho después.

Hay salida
El mensaje a transmitir aquí es que sí se puede salir de una familia tóxica y de la repetición de hábitos negativos para siempre.

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Y cuando digo salir no me refiero a restringir todo tipo de comunicación con los padres, o irse a vivir al otro lado del mundo. El objetivo no es evitar físicamente a la familia, sino trascenderla, y para eso hay que aprender a poner distancia emocional, hay que aprender a relacionarse con la familia pero sin que ésta afecte. Aceptar que por algún motivo que se desconoce, la familia por muy nociva que sea, es la mejor para nuestro desarrollo pues ella es la referencia para transformarnos y crecer.

En el caso de Ashley, su familia de origen la afectó, pero no la definió en tu totalidad. Y ella sabiamente la usó de trampolín desde el cual se impulsó para llevar la vida que ahora le permite aconsejar a personas con patrones familiares similares.

El impulso llegó cuando ella se liberó de todas sus cargas familiares.

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Rebelarse es muy normal y comprensible pero a la larga no es la mejor alternativa. Para desengancharse es necesario respirar otro ambiente, sin olvidar que todo lo heredado se mudará con nosotros. Así que el verdadero desapego no es físico sino psico-emocional.

Claro que este proceso no es fácil y antes hay que cuestionarse qué aspectos de la relación con los padres atormentan. Identificar lo que sigue bloqueando la vida en el presente. También se necesita idealmente apoyo profesional.

Ashley deseaba reconciliar a su familia para crear una vida interna sólida. Tuvo que atravesar una serie de pasos que definieron una transformación donde estuvo presente la comprensión y el perdón.

Tiene una madre luchadora y amorosa. Pero “tuve un padre violento y adicto que indudablemente me limitó y me hizo sentir insuficiente en todo”.

Transformar esos aspectos es lo que le permitió integrar la parte más positiva de su familia dentro de sí.

Este proceso de introspección condujo a la sanación.

Hoy Ashley vive con su hija Maya, y trabaja como orientadora de personas adictas. Tiene una excelente relación con su familia y todo a su alrededor ha evolucionado tan positivamente que casi no lo puede creer. A partir de los obstáculos vividos, Ashley fue capaz de crear nuevas oportunidades para sí misma, y convertirse en la mujer que hoy es.

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Estoy segura que esta historia puede ayudarte a apreciar lo que tienes, cambiar las cosas positivamente y hacer tu vida más plena. La luz divina nos guía siempre.


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