Revista Cultura y Ocio

“Cordel. Historias de trashumancia”, de Alfredo González Tejado

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«Mi padre era un excelente narrador que hacía de sus relatos momentos tan amenos, que los vivíamos todos los oyentes…()… Los ríos extremeños, los pueblos, el paisaje de las fincas a donde llevaban el ganado eran para mí, de tanto oírlos, como lugares propios de mi pueblo…»

“Cordel. Historias de trashumancia”, de Alfredo González TejadoReseña escrita por Maudy Ventosa.

El escritor, poeta y maestro retirado Alfredo González Tejado acaba de publicar su último libro, “Cordel. Historias de trashumancia”, en la Editorial Círculo Rojo.

“Cordel. Historias de trashumancia”, de Alfredo González Tejado

Cubierta de: ‘Cordel. Historias de trashumancia’

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Cubierta de: ‘Cordel. Historias de trashumancia’

Los recuerdos de Alfredo no destilan nostalgia ni añoranza, sino afecto y ternura. Ama su tierra, Gredos; sus gentes sencillas, francas y honestas; sus piedras enormes que se apilar de maneras caprichosas y que, vistas por él, siempre parecen algo más que piedras; sus árboles abundantes, sus piornos que cubren de intenso amarillo la sierra cuando explosionan; sus veredas y caminos; las aguas cantarinas y frescas que bajan de los montes; las estrellas que casi puedes acariciar con las yemas de los dedos en esas noches maravillosas que te regala este cielo que está tan cerca en esta tierra de Ávila; los olores de este campo tocado por la mano de Dios… y, sobre todo, ama los animales, el ganado -las vacas y los caballos- que siempre tiene presentes en las imágenes que guarda en su memoria y que traslada al papel o da vida en los troncos de los árboles que talla… y que le hacen subir al puerto para disfrutarlos cada vez que, en grandes manadas, se desplazan o vuelven de tierras extremeñas. Forman parte de su vida y estoy segura, que han contribuido a que su carácter sea tan abierto, sencillo y afectuoso. Me dice en la dedicatoria de Cordel, que un día nos encontramos en el camino… Y yo añado que, desde entonces, cuenta con mi amistad y cariño.

El autor, en su juventud, siguió los pasos de su padre como vaquero trashumante y conserva todos sus recuerdos, tan vívidos como los relatos que su padre le narraba al amor de la lumbre en las frías noches de Gredos. Empezó a escribir este libro a miles de kilómetros de su casa, y para finalizarlo, ahora que tiene tiempo, volvió de nuevo al camino y a recrearlo con esos dibujos sencillos que tiene escondidos en su memoria. Va jalonando su recorrido con la historia que yace dormida en esos lugares por donde pasa, con fotografías, anécdotas y personajes ya desaparecidos y, por supuesto, con muchos sentimientos narrados con esa prosa lírica que caracteriza la literatura de Alfredo.

Vamos a dejar que sea él quien nos hable de su obra, añadiendo antes dos acepciones de la palabra “cordel” para los que no estén familiarizados con este término: 1- Cuerda delgada; 2- Según la legislación de la Mesta, vía pastoril para los ganados trashumantes, de 45 varas de ancho…

Maudy.- Alfredo, ¿qué es “Cordel, historias de trashumancia”? ¿Es un libro de viajes, es un testimonio…?
Alfredo.- Cordel es un libro de viajes, efectivamente, y de testimonio también. La palabra cordel no significa solo una cuerda…cordel es la trashumancia. Son los caminos, las veredas… Es un libro de viajes porque yo voy a caminar por unas tierras desde Extremadura a Gredos y de Gredos a Extremadura. Por montes, por ríos, por valles, por caminos…

M.- ¿Cómo surge la historia que relatas? Tengo la impresión de que para ti ha sido como una necesidad contarlo…
A.- Sí; es una necesidad que tenía desde que era niño. Desde pequeño he escuchado las historias de mi padre y esas historias yo las he ido contando a mis amigos y les encantaban. Yo quería escribirlas. ¿Cuándo? Cuando he tenido tiempo para hacerlo, porque cuando era joven no podía, pero ahora que los tiempos son más tranquilos, con los años, lo he podido hacer.
Pero sí, era necesidad de expresarlo; porque esas vivencias, no solamente son mías, sino que forman parte de la cultura de un pueblo; son unas tradiciones que quiero que se perpetúen y transmitan a través de la escritura, porque hasta ahora han ido de boca en boca, y de esa manera se pierden o se deforman demasiado. Ahora queda escrito.

M.- ¿Tenías notas de todas esas historias? ¿lo tenías escrito, tu memoria es privilegiada?
A.- Tengo buena memoria porque lo he ido encapsulando, quizá, toda la vida. Tú sabes que yo tuve que salir del pueblo desde muy pequeño, me fui incluso de España. Entonces, todo eso lo fui dejando en mi mente para algún día, para algún día… para cuando sea viejo y, ahora que lo soy, me doy cuenta de que tenía que haberlo empezado antes. Las he ido guardando como quien tiene una fotografía y lo deja ahí; las vuelvo a revivir, lógicamente, y las disfruto…

M.- ¿A quién va dirigido tu libro?
A.- Bueno, yo lo estoy dirigiendo más bien a las generaciones venideras, a mis nietos, a la gente que venga después; muchos no sabrán de dónde venimos porque la vida nos va llevando muy deprisa y ya se nos ha olvidado lo que pasó hace dos años… Tal vez, dentro de quince, de treinta, cuando ya ni exista, haya gente que diga, ¡vamos a ver qué es lo que pasaba en los años mil novecientos…! Todavía hoy hay muchas personas que saben lo que es la trashumancia… Pero más adelante… Mi libro es para esos que no lo saben.
Lógicamente no intento enseñar nada a los que conocen qué es la trashumancia, porque saben más que yo y tienen más experiencia que yo… Pero sí tengo la dignidad de poderlo contar, y eso le gusta a la gente… Además, yo lo pinto porque no tenía otra forma de guardar esas fotografías… Y lo pinto de mi mente; yo no puedo dibujar un paisaje o una vaca porque la vea; no, yo la tengo que tener en mi mente…

M.- Está todo en tu cabeza… y, con este libro, estás iniciando de nuevo el viaje… ¿Qué sentías al recorrer estos lugares que ya habías transitado hace tantos años con el ganado?
A.- Yo empecé a escribirlo alrededor del año 1980. Estaba fuera, a siete mil Km. de aquí; lo titulé Cordel, nada más; y empecé a escribir cómo salía de mi pueblo cuando tenía solo diecisiete años, narrando lo que hice el primer día de camino, que era desde Hoyos del Espino -de la Sierra de Gredos-, cruzar la sierra por El puerto de El Pico con una nevada exagerada y llegar a la Villa de Mombeltrán. Para mí era algo tan insólito, tan diferente… ¡eran los olores! Unos olores al alpechín del aceite, a otras hierbas… ¡ver naranjos! Sentía que era algo indescriptible. Pero no pude llegar más lejos, porque ya nos recibió otro grupo. Tuve que esperar más de veinte años para venir a recorrer exactamente todos los lugares del camino, desde la Villa… uno a otro, uno a otro del cordel. Es lo que he ido haciendo para poder escribir de ello, porque si no se me olvidaba.

¿Tú sabes lo que es ir de un pueblo a otro comiendo el pan que cada pueblo hacía?, que sabía diferente -riquísimo lógicamente-… ¡Sabía diferente el agua de cada fuente! Un agua que no quitaba la sed porque tenías que acostumbrarte a ella. Yo venía de beber el agua de Gredos y cuando llegaba a la zona sur, bebías agua de fuentes que no te quitaban la sed… Todas esas cosas ahora no las podemos entender, pero son curiosísimas…

M.- Y ¿qué diferencias encuentras entre la trashumancia que tú viviste y la que se hace hoy día?
A.- La trashumancia que yo viví…, puedo afirmar que, desde el siglo XIII que hay dataciones de trashumancia organizada y tal, hasta mediados del siglo XX, no había cambiado prácticamente nada. El cambio grande ha sido a partir del año setenta, el último tercio del siglo pasado y todo este. Ahora es totalmente diferentes. Antes, los vaqueros iban con las vacas y llevaban zamarras de cuero; no teníamos trajes de agua, lo que tenían eran mantas y capotes que cuando se mojaban pesaban un montón… hasta las reses eran diferentes; nosotros éramos la gente pobre del pueblo que teníamos otra clase de vacas, flacas, hartas de trillar, pobrecitas… Y no es como ahora, es todo diferente; también las vacas. Llevábamos una yegua para montar solamente cuando teníamos que cruzar los ríos. No eran caballos, sino yeguas que nos podían dar un potro también. Era economía de subsistencia. Y lo que suponía quedarse una persona con veinte o cuarenta reses, un vaquero, todo el año… ¿qué ganancia es eso? Ahora van con caballos. Nosotros no teníamos ni cencerros, llevábamos unos pobretones que no sonaban ni a dos metros y ahora, cada vaca con un cencerrón, jaja…

M.- A ti este libro te ha despertado muchos sentimientos, pero ¿qué emociones quieres tú provocar en el lector?
A.- Lo que yo quiero es que valoren la vida que ha sufrido la gente que hoy ya estamos viejos y, sobre todo, nuestros antepasados. Que valoren esas cosas de la vida porque, caramba, venimos de aquí. Estoy hablando en este libro del año 1940, cuando la gente se moría de hambre, ¡murió gente de hambre…! Da la casualidad que uno murió de una hartura de jamón (anécdota que figura en el libro)… Que la gente sepa esto que ya hemos olvidado, que lo conozcan los niños. Ven gente que viene de otros países y piensas, estos desgraciados… ¡pero si nosotros hemos sido igual de desgraciados!

No sé qué le surgirá a la gente cuando lo lea, a mí de momento me gusta contar esas cosas…

M.- Pero ya lo ha leído mucha gente, ¿qué te dicen?
A.- Me dicen cosas muy bonitas, pero claro, no lo sé…

M.- Es que tu prosa es lírica, de verdad; expresan mucho tus palabras, y tu mirada también es distinta porque ves cosas que a los demás se nos ocultan… y eso es estupendo.
A.- Pero cuando lo compartes todo el mundo lo ve… ¿quién no ha visto cosas en las nubes? Si cuando éramos pequeños veíamos incluso a los Reyes Magos…

M.- Has dado una visión muy clara de lo que quieres conseguir con tu libro, pero para terminar ¿alguna cosa especial en la que quieras que se fijen los lectores?
A.- No se… que cada cual se pare donde más le guste… Terminé con un poema que había publicado en Facebook, Romane a la Trashumancia, y pensé que iba a finalizar con él. Para mí, es todo entrañable y todos los capítulos me gustan… y me dicen que los dibujos son muy bonitos. Yo también pienso que son bonitos, yo dibujo así… Si sirve para pasar un buen rato… Y trato de poner palabras que entienden los que son de pueblo…

M.- En efecto Alfredo. Solo al alcance de intelectos paletos como el que compartimos tú y yo y otro montón de buena gente.

¡Enhorabuena maestro!

PERSONAJES:

  • Los ríos y sus puentes: el Alberche, el Tajo, el Almonte, el Tozo, el Magasca, el Búrdalo, el Guadiana, el Ortigas, el Gargáligas, el Ruecas, el Guadyerbas…
  • Los embalses: Orellana, El de García Solá…
  • Las fincas: la de Valdelasyeguas, la de Cancho Gordo, la de Perales…
  • El padre, siempre presente; los guardas de las fincas y grandes dehesas…
  • La lluvia pertinaz que acompaña tantas veces; La flora exuberante y las vacas. Siempre las vacas y sus vaqueros…

Sinopsis de la Editorial.
Cordel. Historias de trashumancia es un libro escrito por quien, desde dentro del pueblo y su zona, cuenta con toda veracidad y realismo la forma de vida de su gente en una época que el mismo autor ha vivido. Con este libro, Alfredo González Tejado marca un hito en la literatura popular, siendo pionero en transmitir por escrito estos valores para perpetuarlos y agrandar el acervo cultural de su pueblo. Sus relatos, vividos o escuchados de viva voz, formarán parte de la historia de la zona y servirán de estímulo para que otros transiten por estos caminos dejando la generosa huella de sus pasos. Este libro es una primicia que se fraguó en el yunque del silencio en las ausencias, en las lejanías impuestas por la vida, los destierros, pero siempre exhalando el aire de su tierra guardado en los papeles y cuadernos, respirando sus recuerdos, acumulando experiencias y esperando el momento para que en la sierra apareciera la señal de que la máquina ya está en marcha.

“Cordel. Historias de trashumancia”, de Alfredo González Tejado

Alfredo González Tejado

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Alfredo González Tejado

El autor:
Alfredo González Tejado, 1943, natural de Hoyos del Espino (Ávila) un pueblo en el corazón de la sierra de Gredos, es Maestro Nacional retirado. Comenzó su andadura profesional en Barcelona y después de varios años en Puerto Rico, volvió a España y se ubicó definitivamente cerca de sus orígenes serranos, en Cebreros, lugar de su último destino como docente.

Desde muy joven ha escrito poemas y fue recopilando datos que han sido plasmados en su obra enciclopédica “Aires de Gredos” (2008) en cuatro grandes apartados donde detalla palabras, lugares, vida y costumbres de su pueblo natal y comarca.
En el año 2015 publica “Épica de Lobos”, narrativa en verso con ilustraciones propias. Ha participado en numerosas tertulias literarias como rapsoda en Madrid, Casas Regionales como en la manchega Peña Rodense de donde era asiduo participante de la mano del amigo poeta fallecido José Veliz Domingo. Con él colaboró activamente en las Lecturas Dramatizadas de El Quijote en verso por pueblos manchegos. “Un día de Trilla” y “La tardanza” acrecientan su afán por reflejar los AIRES de su Tierra.
Actualmente presenta este libro de “Cordel- Historias de Trashumancia” y tiene terminados varios trabajos que próximamente irá publicando tales como: “Cuentos que son de Verdad”,“Urco el Vettón”, “Desde el otro lado de la Mira”, “Versos desde la Jaula” en alusión al actual confinamiento.

El libro:
Cordel. Historias de trashumancia ha sido publicado por la Editorial Círculo Rojo en su Colección Novela. Encuadernado en rústica, tiene 150 páginas.

Como complemento pongo un vídeo en el que Alfredo González Tejado nos habla de su libro Cordel. Historias de trashumancia.


Para saber más:
https://www.facebook.com/alfredo.gonzaleztejado

“Cordel. Historias de trashumancia”, de Alfredo González Tejado

Con nuestra querida Eva Veneros. La literatura nos unió a los tres como jurados del Certamen de Relato Breve del Piorno en Flor de Gredos Norte. Y ya van tres ediciones…

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