Revista Cultura y Ocio

Cortometraje de ciencia ficción en Ecuador

Publicado el 20 julio 2015 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom
Cortometraje de ciencia ficción en Ecuador

Fotograma del cortometraje de animación “Brote Subversivo” de Fabio Ferro.

Por Iván Rodrigo Mendizábal

(Publicado originalmente en la revista digital Amazing Stories, el 8 de junio de 2015)

El cine y el audiovisual de ciencia ficción

Ecuador es un país cuya producción cinematográfica se ha desarrollado significativamente sobre todo en los últimos años, gracias al apoyo estatal ofrecido por el gobierno actual y sus políticas ligadas al desarrollo audiovisual. Por ejemplo, las cifras del 2014 son importantes: si en 2007 se producía una película por año, en el 2014 esta cifra pasó a 14. Evidentemente el crecimiento de la producción no expresa el hecho que exista una real industria en Ecuador, pero sí la voluntad tendiente a fundar en el futuro un entorno audiovisual con impacto internacional.

Uno de los directores ecuatorianos más sólidos, Sebastián Cordero, precisamente ha abierto el camino para lograr tal impacto internacional. Entre otros títulos, él es quien dirigió la película de ciencia ficción, Europa Report (2013), en el marco de la producción cinematográfica norteamericana. La película es un notable ejemplo de hasta qué punto se puede hacer cine nuevo, en el riguroso contexto de la ciencia ficción, alejado de las superproducciones espectaculares, con una propuesta estética y temática de interés. Claro está que Cordero sigue manteniendo su preocupación por los encuentros y relaciones interculturales, hecho que las proyecta esta vez hacia el espacio exterior, dentro de la metáfora que encierra Europa Report.

No voy a ocuparme de dicho film, pero sí hablar del cortometraje de ciencia ficción en Ecuador.

Para comenzar en Ecuador el audiovisual de ciencia ficción tiene contadísimos ejemplos comerciales. Como antecedentes se puede señalar hacia 1980, un programa de televisión para niños, con el título de “Satur Niño”, y luego una serie, también para la televisión local, dirigida a niños y adolescentes, entre 1994 y 1997, con el nombre de “Capitán Expertus” –con un renacimiento en el 2011–; asimismo, es posible considerar igualmente la serie web Genoma (2014) de Roberto León, en proceso de realización.

Ya en cine, en el 2014, los jóvenes cineastas Juan Fernando Moscoso y César Izurieta, presentaron su largometraje, Quito 2023, un intento de mostrar el futuro distópico de Ecuador. El film no es comparable con el trabajo de Sebastián Cordero, peor en su trabajo de guión, con ciertas deficiencias. Empero, en el campo del cine profesional, fuera de las citadas en Ecuador, hasta la fecha no hay otros títulos, aunque se conoce de otros dos proyectos a futuro; estos son: El abismo de los olvidados de Miguel Ángel Verdugo y Terremoto Quito de Javier Díaz.

Los cortometrajes de ciencia ficción

Sin embargo, vale la pena rescatar el trabajo de cortometrajistas que hacen cine de ciencia ficción en Ecuador, con resultados notables. La mayoría de sus trabajos hoy se encuentran disponibles en la red social, YouTube –sin descartar otras plataformas de internet para su difusión.–

En este contexto, quizá el primer cortometraje de ciencia ficción ecuatoriano, en formato animado, es Brote subversivo (Fabio Ferro, 2004). En un mundo mecanizado donde se destruye todo signo de la naturaleza, el súbito nacimiento de una flor en medio de las rocas lleva a que un robot quiera protegerla. El corto es aleccionador; sus partes luego fueron retomadas en el videoclip Salió el sol (2012) del Proyecto Santacoto (dúo Sacoto-Arias) donde el tono pesimista de la animación inicial se transforma, mediante montaje, a uno más esperanzador.

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Otro trabajo con viso distópico es igualmente 2013 (Santiago Soto, 2006). Este plantea que en el 2003 se estableció una prohibición para el consumo de determinados alimentos, sobre todo los animales; su personaje, diez años en el futuro, ha conseguido evadir la prohibición, aunque ello le provoca una patología. Lo interesante de este corto es que el clima que se crea, mediante el sonido en off, con el televisor encendido, hace pensar en una sociedad distópica opresiva y de dimensión paralela en la que está atrapado el personaje, de la cual no puede escapar.

Un aspecto del cortometraje ecuatoriano de ciencia ficción es la representación del futuro apocalíptico como en Silencio nuclear (Iván Mora, 2008). De modo metafórico y abstracto el director, con claras intenciones filosóficas, refiere a la destrucción de la naturaleza ejercida por el ser humano, pero también cómo ello le conduce a su soledad.

Frente al anterior, hay otro caso, esta vez con temática relativa a la ocupación de otras entidades del hábitat conocido, es la animación, Siete ciudades de Meteora (Nicholas Hogan, 2009). En este un ser humano modificado, producto de un experimento, asume su condición salvífica en el planeta que lo ha expulsado. El corto, sin ser un alegato por la libertad, tiene la intención de concienciar sobre la naturaleza.

Un corto pos-apocalíptico es El hombre (Wilmer Pozo Sánchez, 2010). Se trata de un trabajo experimental que usa un solo escenario: un tugurio en el que vive un hombre, quien posee apenas una vieja máquina de escribir. El personaje escribe una especie de carta de despedida o de ayuda: por medio de este nos enteramos que estamos en el 2024, en medio de la III Guerra Mundial, la cual ha aniquilado a la humanidad; los pocos sobrevivientes –como el personaje– no tienen los recursos para subsistir, hecho que les lleva situaciones canibalescas y comer papel. Lo que escribe el personaje va siendo un testimonio del estado de las cosas, de la desesperación y de la necesidad de morir. El trabajo de realización, en efecto, nos crea un escenario opresivo y asociativo, pues las palabras, los encuadres y el ambiente ocre creado nos llevan a la imaginación del entorno. De ahí que este corto pueda considerarse como un trabajo inteligente, empleando pocos recursos estilísticos.

Tomando en cuenta la manipulación genética en el marco de sociedades de control, es 2045, Clones en Quito (Fabricio Maldonado, 2012), sobre un estudiante de genética en el futuro 2045, quien descubre la experimentación con seres humanos, haciéndolos clones, sin espíritu, con la finalidad de insertarlos en la cadena productiva industrial; el personaje conoce a una muchacha quien es opuesta al sistema y trata de convencerle que se una a un movimiento insurgente. El corto en realidad trata de reflexionar sobre la relación realidad-ilusión, sobre si todo lo que vivimos es producto apenas de la imaginación, donde incluso el tema de los clones puede ser entendido como una ficción insertada en la realidad. La cinta es poco lograda en cuanto a ambientación; empero su intención de demostrar que la realidad es además el producto de un chip que se insertó en la cabeza del protagonista parece sugerente: la tesis de que los seres humanos ya son clones producidos por quienes se hacen pasar por insurgentes, con la finalidad de mantener el sistema, parece estar de trasfondo.

El tema tecnológico es la base del corto El contenedor (Carlos Castro y Patricio Capelo, 2012) se discute la idea de que las imágenes atrapan el alma. Este tema ya fue motivo de la filosofía de la imagen, a partir de las premisas de Platón; ahora es el problema de la ilusión de realidad a partir del manejo “científico” de las tecnologías.

Respecto a una visión acerca del simulacro que puede ser producido por un Estado sobre su población, es menester citar la tensión más reciente en el cine de ciencia ficción ecuatoriano con el corto publicitario de la agrupación política, Ruptura 25, La caverna (Sebastián Cordero, 2013). Esta pieza de ciencia ficción fue parte de la campaña para las elecciones presidenciales de 2013 de la agrupación política en mención. La ficción política de Cordero trata sobre la vida de un grupo humano sumido en el miedo por la creencia de haber vivido una hecatombe. La tensión es la de un futuro que para la juventud parece no ser promisorio.

Aunque anárquico pero utopista, Kuba con K (Francisco Valdiviezo, 2013), extrapola la realidad de Cuba al año 4000. Se pinta un país utópico cuya gente, a pesar del bloqueo del “kapitalismo” con “k” –como le denomina–, mantiene incólume la libertad, la alegría, el espíritu de compartir, de conversar, de jugar, etc. Kuba con K es un documental-ensayo que analiza, mediante un discurso a veces simplista –pero no por ello aleccionador–, los vicios del capitalismo: su expansión económica, el consumismo materialista, el deterioro medioambiental… inclusive las profesiones modernas que, de acuerdo al autor, afianzan las esferas del poder.

En Momis (Álex Chasiguano, 2013) se plantea un tipo de sociedad futura, la del 2050, con jóvenes que viven precariamente del trabajo –una especie de lectura del posindustrialismo–. El personaje central pierde su trabajo y debe vagar haciendo de todo; finalmente nos damos cuenta que es un ser solitario quien está al borde del hambre. El corto es débil en su planteamiento argumentativo, sin embargo, crea una ambientación futurista, sobre todo empleando los recursos digitales sobrepuestos y una fotografía minimalista.

En La máquina de Nerón (Carlos Carrasco, 2013) se plantea la idea del desarrollo de máquinas que afectan las emociones o que ayudan a programar sentimientos: esto lleva a cuestionarnos acerca de cómo las tecnologías pueden ser medios de poder. El mismo director, en otro corto, Obsesión (Carlos Carrasco, 2014), insinúa acerca de los experimentos de máquinas inyectando ADN. El escenario es del una ciudad deteriorada donde seres solitarios tratan de aprovechar tales tecnologías de poder.

A su vez una especie de distopía se traza en el cortometraje El escuchatorio (Matías Kykendall, 2013). Con estilo neobarroco y una atmósfera suspendida, donde la tecnología y el tiempo se fusionan, la cuestión es la incomunicabilidad, el engaño y la simulación.

Conclusión

Pues bien, hasta aquí un grupo de cortometrajes realizados todos por jóvenes ecuatorianos. Muchos de ellos son producto de estudios de pregrado en universidades locales en materia de cine. Esto no es un demérito porque los esfuerzos mostrados son tienen un nivel estético y estilístico, de manejo de los recursos audiovisuales de modo profesional.

Se sabe que la extrapolación es clave en la ciencia ficción. Ligado a la temporalidad, se trata de ver los problemas actuales en contextos futuros; es decir, de proyectar el pensamiento o las preocupaciones actuales a mundos futuros posibles. Los cortos muestran el interés de hacer esta extrapolación en base a pequeñas premisas. Una preocupación evidente es la sociedad tecnológica contemporánea, la cual es explorada y extrapolada por ciertos cineastas jóvenes. Es el caso del trabajo de Ferro, trabajo pionero en el cortometrajismo ecuatoriano de animación, en el que el mundo está poblado de máquinas robots y en el que aparece súbitamente una flor: la tensión entre lo mecánico y la fragilidad de la naturaleza es un punto fundamental en este trabajo. Claro está que, por ejemplo, en el corto de Mora, la visión es más bien pesimista, donde la naturaleza ya ha sido expropiada, hecho que además lleva a la cuestión de la soledad humana.

La soledad humana en el marco de sociedades distópicas o pos-apocalípticas es importante. Por ejemplo, el cortometraje de Soto o de Pozo Sánchez. Sus personajes son solitarios seres, abandonados a su suerte, que tratan de buscar en el marco opresivo de las sociedades que viven, alguna salida. Es el mismo caso del trabajo de Chasiguano, siendo este un corto que trata de poner en evidencia la calidad de vida en la sociedad pos-industrial, altamente tecnologizada.

La máquina como preeminente, como causa de diversas cuestiones, como causa de manipulación, de sujeción, de determinación de la vida humana está presente en los trabajos de Castro y Capelo; lo mismo que los dos cortos de Carrasco.

Finalmente, las visiones antiutópicas están presentes en los cortos de Cordero, Kykendall y Maldonado. Estos últimos, por otro lado, nos ponen ante la visión de los manejos del poder político con imágenes interesantes y claras acerca de futuros cerrados de los cuales se trataría de salir de algún modo. En este último caso, el documental ficticio de Valdiviezo parecería ser una especie de declaración política para reenrumbar el horizonte de expectativas de la juventud.


Archivado en: Animación, Cine, Críticas, Ensayo, Entradas del autor, Pensamiento Tagged: ADN, Apocalipsis, Álex Chasiguano, Cambio climático, Canibalismo, Carlos Castro, César Izurieta, Distopía, Fabio Ferro, Fabricio Maldonado, Francisco Valdiviezo, Hecatombe nuclear, Ingeniería genética, Iván Mora, Javier Díaz, Juan Fernando Moscoso, Matías Kykendall, Máquinas, Medio ambiente, Miguel Ángel Verdugo, Nicholas Hogan, Patricio Capelo, Post-apocalipsis, Postcapitalismo, Posthumanidad, Roberto León, Santiago Soto, Sebastián Cordero, Simulación por imagen, Wilmer Pozo Sánchez
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