Costa

Parece ser que se trata del mismo barco; el Costa Allegra nació como portacontenedores, allá por el año 1.969, después se arregló para seguir navegando en calidad de buque mercante, hasta que se reconvierte en crucero en el año 1.992. Una última modificación se realizó en 2.005, pero de todos modos, la realidad es que lleva más de cuarenta años en el mar. Son muchos años, tal vez demasiados, para una nave que según los expertos, debería de jubilarse hacia los treinta años de edad.

Costa Cruceros tiene verdadera mala suerte; a la gamberrada del Sr. Schettino, que costó un disgusto y muchos millones de euros a la naviera, se une la avería de este decano de los mares allá por el Indico, que está muy lejos y parece que agrava más la cosa. La afluencia de turistas a este tipo de cruceros se verá mermada en las próximas ofertas vacacionales, ya se sabe que la gente es sensible a este tipo de acontecimientos, y que la tranquilidad no tiene precio, de modo que no faltará quien se de el gusto de un viaje de lujo por menos euros, ahora que Fraga ha muerto y no se puede apuntar a bañarse en la cubierta de un viejo paquebote, aunque fuese con agua salada. Reconciliar al público con el mar se antoja tarea difícil y con la naviera, más todavía. Las fechas próximas, dentro de un mes más o menos, no son propicias ni para el recuerdo, porque la sombra del Titanic es alargada, aunque el Indico sea un mar bastante más cálido pese a la ausencia de luz. Hace cien años se hundieron muchos sueños, pero sobre todo, perecieron ciudadanos de una clase elevada, lo que siempre se recuerda más que cuando fallecen en una tragedia marítima, centenares o miles de habitantes del tercer mundo que no llega ni a eso. Navegar por placer es un lujo, pero jugar con el mar es imposible, además de peligroso. “El mar se traga un barco o cien barcos, mata a un marinero o a cien marineros, y sigue murmurando con su voz afónica, con su voz de borracho triste y pendenciero, amargo y peleón”.

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