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Crítica de Cine | Django Desencadenado, de Quentin Tarantino. Sangre, palabrotas y humor negro a cascoporro

Publicado el 12 marzo 2013 por Mientraslees
Crítica de Cine | Django Desencadenado, de Quentin Tarantino. Sangre, palabrotas y humor negro a cascoporroCrítica de Cine | Django Desencadenado, de Quentin Tarantino. Sangre, palabrotas y humor negro a cascoporro
Tarantino, haga lo que haga, siempre va a tener a un lado a sus acérrimos fans y al otro a sus detractores habituales: que si siempre hace lo mismo, que si la violencia gratuita ya no tiene gracia, que si ‘’Mira qué cantidad de palabrotas sueltan sus personajes’’… No fui capaz de poner la mano en el fuego y decir que Django arrasaría en los Oscars de este año, pero sí tengo que decir que, para mí, se merecía ser la ganadora de estos premios.
PortadaTítulo Original: Django Unchained
Año: 2012
Duración: 165 min
País: USA
Distribuidora: Sony Pictures
Director: Quentin Tarantino
Guión: Quentin Tarantino
Interpretes: Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio, Samuel L. Jackson, Kerry Washington, Dennis Christopher, Walton Goggins, David Steen, Don Johnson, James Remar, Michael Parks…
Sinopsis: En Texas, dos años antes de estallar la Guerra Civil Americana, King Schultz (Christoph Waltz), un cazarecompensas alemán que le sigue la pista a unos asesinos para cobrar por sus cabezas, le promete al esclavo negro Django (Jamie Foxx) dejarlo en libertad si le ayuda a atraparlos. Él acepta pues luego quiere ir a buscar a su esposa Broomhilda (Kerry Washington), una esclava que están en una plantación del terrateniente Calvin Candie (Leonardo DiCaprio)


Django (Jamie Foxx) es un esclavo que se alía con el cazarrecompensas Dr. Schultz (Christoph Waltz) para emprender un viaje hasta el sur del país en busca de su mujer Broomhilda (Kerry Washington), que ahora forma parte del servicio de Calvin Candie (Leonardo DiCaprio), dueño de una de las plantaciones de algodón más importantes de la zona. Por el camino se irán encontrando con otros muchos propietarios de diversas plantaciones y se cobrarán venganza con cada uno de ellos por haber esclavizado y maltratado a Django y a su esposa, así como a toda la raza negra en general.
Este año los Oscars estuvieron muy reñidos, no solo por la buena calidad de las películas seleccionadas sino también porque algunas de ellas comparten tema. Es el caso de Argo (Ben Affleck, 2012) y La noche más oscura (Kathryn Bigelow, 2012), que pivotan alrededor de dos acontecimientos sociales y políticos encubiertos en su momento, y de Django y Lincoln (Steven Spielberg, 2012), que se trasladan a las últimas décadas del siglo XIX para mostrarnos las dos caras de la esclavitud. Lincoln se decanta por un tono más amable y diplomático, centrada en la figura del expresidente estadounidense y el estallido de la Guerra Civil, mientras que Django se inclina por la crudeza y se mete en el meollo de la cuestión de cabeza.
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Esta película reúne tres factores que fueron decisivos a la hora de decidirme a ir a ver Django al cine: uno, disfruto bastante con los filmes de Tarantino; dos, me encantan las películas del oeste, sobre todo el spaguetti western; y tres, adoro los trabajos de Ennio Morricone. Reconozco que no siempre unos buenos ingredientes dan un buen resultado, y por eso no está de más ir un poco desconfiado con lo que te puedas encontrar, pero es que Django ha sabido combinarlos tan bien que no puedo hacer otra cosa que quitarme el sombrero y aplaudir el nuevo trabajo de Tarantino de manera efusiva.
Django está plagada de referencias al western de los años sesenta, en concreto al llamado western crepuscular (en donde la figura del héroe se revaloriza en un personaje con fisuras y en decadencia) y al anteriormente mencionado spaguetti western. De este último están claras las influencias por el solo hecho de contar con la banda sonora de Ennio Morricone, compositor de las melodías más características de las películas de Sergio Leone. Esos primeros planos de los protagonistas antes de enzarzarse en un tiroteo, el zoom vertiginoso, las panorámicas que siguen a los personajes y nos muestran los pedregosos parajes, y hasta los créditos iniciales, no son una copia de otros filmes del género, sino una renovación del mismo. Una película del oeste es lo que es por cómo es, y aunque en esta no haya vaqueros tal cual nos los imaginamos normalmente, Tarantino le ha dado su visión personal y ha creado un western a la antigua pero con toques actuales (la banda sonora lo corrobora).
Cuando digo que Tarantino le ha dado su visión personal, sí, me refiero a que hay sangre, palabrotas y humor negro a cascoporro. La polémica entrevista que le hicieron al director en la que se le preguntaba por la repercusión en la vida real de la violencia en sus películas me pareció injustificada. En algunos de sus filmes reconozco que es algo exagerado, pero no en Django. La película trata de un antiguo esclavo que pretende cobrarse venganza; eso ya debería echar para atrás a cualquiera que no sea tolerante a la hemoglobina escenificada, y más aún si sabes quién es su director. No quiero defender a Tarantino, pero sus películas siempre muestran la violencia de una manera bastante banal e irrisoria (la sangre que sale a chorreones, por ejemplo), así que quien vaya a verla debe saber con qué se va a encontrar. Lo que uno no puede hacer es quejarse de que “lo ha vuelto a hacer”. Que la violencia está presente en Django no tendría por qué sorprendernos. Otro tema de controversia es el del uso de las palabras malsonantes, y aquí Spike Lee metió la pata al decir que era de mala educación para la raza negra que en la película se dijese tantas veces la palabra “nigger”. Creo que no hace falta tener dos dedos de frente para saber que en el sur de los EE.UU., alrededor de 1860, esa palabra estaba más que extendida entre la población, y no utilizarla sería un fallo grave de documentación.
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Dejando a un lado esos aspectos, Django está perfectamente construida y bien desarrollada. Su punto fuerte es haber emparejado al personaje de Django con el Dr. Shultz y hacer que esta extraña combinación nos guiase por una historia en la que priman la fuerza visual y el carácter determinante de sus acciones. Por supuesto, gran parte de su éxito radica en los actores: a Christiph Waltz le sientan de maravilla este tipo de personajes, y DiCaprio me ha sorprendido muchísimo, pues siempre lo he relacionado con facetas más dramáticas. Lo cierto es que ahora pienso que ningún otro actor podría haberlo hecho mejor (a ver si le dan un Oscar de una vez por todas al pobre hombre, que siempre se queda a las puertas).
Los 165 minutos de duración no se hacen largos, pero sí es cierto que algunos cortes por aquí y otros por allá no le habrían sentado mal. De la banda sonora, como he repetido durante toda la crítica, solo puedo decir que es fantástica. Quentin mezcla composiciones clásicas y típicas del género con ritmos más actuales. Ese es lo único que no me ha gustado mucho, no me pegan las canciones de rap/hip-hop con el estilo del filme, pero en general no es una mala combinación.
Si todavía os quedan dudas sobre si ir a verla o no… Deciros que espero no haberme dejado nada en el tintero que os pueda convencer para que lo hagáis. Independientemente de si os gusta o no Tarantino, la película reúne otros muchos motivos por los que sí deberíais darle una oportunidad. A los que os guste el director y todavía no la hayáis visto, solo me queda apuntar que estoy segurísima de que no os defraudará.
Lo mejor: Todo, aunque…
Lo peor: …a ciertas escenas les sobra algo de metraje, y algunas canciones no cuajan con la película.
Puntuación: 9/10

Crítica de Cine | Django Desencadenado, de Quentin Tarantino. Sangre, palabrotas y humor negro a cascoporroESCRITO POR HERMY
Hermy es amante de las imágenes en movimiento y el tacto de los libros recién comprados. Vive en un pueblecito en el país del color verde y las lluvias regulares, por lo que desde pequeña siempre ha encontrado en las películas y los libros la manera perfecta con la que matar el tiempo. Es administradora del blog El Imaginario de Ideas y en su tiempo libre estudia Comunicación Audiovisual.

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