Revista Cine

Crítica de cine: Drive

Publicado el 30 diciembre 2011 por Lapalomitamecanica
Más que una misión del GTA; abróchense los cinturones
Crítica de cine: Drive Nota: 8 Lo mejor: hipnotiza desde el principio hasta el final. Lo peor: si en Hollywood son capaces de producir un filme como Drive, ¿por qué hay que aguantar la avalancha de bodrios a la que nos tienen acostumbrados?
Hay como mil calles en la ciudad. Si me das el lugar y el momento, te daré una oportunidad de cinco minutos. Soy tuyo, sin importar lo que pase en esos cinco minutos. Pase lo que pase. Todo ocurre como lo planeo y después vas por tu cuenta. ¿Lo entiendes?” Ryan Gosling habla por teléfono con un interlocutor desconocido, de espaldas a cámara, frente a una ventana en la que se proyecta una ciudad entera. Poco después le vemos encaminarse hacia el taller de su jefe, Bryan Cranston, donde elige un coche para ayudar a dos delincuentes a cometer un robo. Gran plano general de la ciudad de Los Angeles y vemos a Gosling por el espejo retrovisor de un coche, ya conduciendo, camino al lugar del atraco. Espera pacientemente a que los criminales salgan del almacén, impasible, a pesar de que ya se escuchan a lo lejos las sirenas de los coches patrulla. Tras un par de carreras y burlar con maestría dos coches de policía y un helicóptero, se dirige al aparcamiento de un estadio, aparca y sale tranquilamente del coche. Se encasqueta una gorra del equipo ganador y se dirige a la salida mezclándose con la multitud que jalea entusiasmada el nombre del equipo ganador. Esto es el prólogo de Drive. Un golpe certero directo a la retina. Abrupto, emocionante, prometedor. Diez minutos contundentes en los que contienes la respiración para no perderte nada. Diez minutos en los que te alegras pensando que todavía tienes una hora y media de función por delante. 
La trama se desarrolla en Los Angeles, ciudad en la que encontramos a Ryan Gosling, un hombre solitario que trabaja de mecánico en un taller de coches y  de conductor para escenas de acción en películas. También conduce ayudando a delincuentes a fugarse del lugar del delito. A pesar de su carácter frío, no puede evitar enamorarse de su vecina Irene (Carey Mulligan), e irremediablemente termina viéndose envuelto en más de un problema por ella. La química realmente parecer fluir entre los dos, ayudando a crear una bonita historia de amor tierna y sensible, en su propio micro universo, ajenos a la violencia y la crueldad del mundo que les rodea. Los gestos, las miradas, cada detalle no pasa desapercibido y ayuda a construir una tragedia verosímil, con fuerza. Representan a dos almas que luchan por sobrevivir y  escapar de la fatalidad a la que parecen estar condenados. 
Crítica de cine: Drive
Gosling (Blue Valentine, 2010) ofrece una interpretación tan comedida como magnética, siendo capaz de transmitir distintos sentimientos con solo mover un músculo de la cara. Se pone en la piel de un conductor enigmático y reservado, de naturaleza solitaria y sin conciencia, como el escorpión de su chaqueta. Como el héroe de un western crepuscular, que intuye que le queda poco pero no duda en avanzar con paso firme y luchar hasta el final a pesar de vislumbrar la muerte claramente en la línea del horizonte. Y es ahí cuando asesta su último golpe, clavando su aguijón mortífero en forma de venganza. Su anonimato se ve reforzado por el hecho de que al espectador se le permite saber lo justo de él, ni siquiera su nombre propio. Por lo que a partir de ahí, de nosotros depende adivinarle unos orígenes humildes y un pasado truculento, del que parece querer huir o arrepentirse, aunque a veces aflore en sus actos. Carey Mulligan (Nunca me abandones, 2010), también con una actuación más que notable, representa la pureza, la luz a la que se aferra el personaje de Gosling. Ella es su vecina, la madre de un niño pequeño, la joven esposa abandonada porque su marido está en la cárcel, la mujer inocente y desvalida a la que acecha un peligro mortal por las deudas de un marido egoísta. El grueso interpretativo se fortalece aún más en el plano secundario con Bryan Cranston (Breaking Bad),  jefe de Gosling, Ron Perlman (Cronos, 1991) Albert Brooks (Taxi Driver, 1976) de mafiosos criminales; incluso Christina Hendricks (la pelirroja de Mad Men) tiene un pequeño papel en el que colabora con Gosling para sacar de apuros a un tercero.
Drive es una historia de amor, es la memoria de una venganza, es la crónica de una muerte lenta y anunciada. Las emociones en esta película emanan a borbotones, como la grasa de un motor trucado, como la sangre de un moribundo, como los sentimientos profundos que ya no se pueden disimular por más tiempo. Todo discurre a la perfección bajo la batuta del director danés Nicolas Winding Refn, quien nos guía a través de una historia bien hilada que combina acertadamente arranques de violencia con ternura. Muestra un dominio admirable de la acción frente al intimismo. Una atmósfera adecuada a cuyo resultado final también contribuye en gran medida Cliff Martinez, con una banda sonora para recordar. No sólo eso, sino que la puesta en escena, que está muy cuidada, cuenta con una fotografía impecable, que asume su mayor reto y lo aprueba con nota en las vertiginosas escenas de acción.
Crítica de cine: Drive Se puede afirmar que Drive es tan inclasificable como el propio Alejandro Jodorowsky, director al que Nicolas Winding le ha dedicado esta película. Se trata de un relato visceral que engloba diversos géneros, narrado con estilo y vehemencia. Está basada en la novela homónima de James Sallis y ya pasa a engrosar la categoría de filmes cuya lista de nominaciones y premios resulta interminable. Nicolas Winding Refn (Bronson, Pusher) se convierte así en un director a tener en cuenta, a seguirle la pista en sus próximos proyectos, sin olvidar que ya contaba con una filmografía más que loable antes de entregarse al filme que aquí nos ocupa. Drive convencerá por igual tanto a los fanáticos del género Fast & Furious como a los que acostumbren a buscar algo más de fondo. 

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