Revista Cine

Crítica de cine: 'El Congreso'

Publicado el 24 septiembre 2014 por Lapalomitamecanica
El cine tal y como lo conocemos va a morir
Crítica de cine: 'El Congreso'Nota: 8
Lo mejor: es una experiencia que nadie debería perderse.Lo peor: la parte animada puede resultar un poco excesiva.
El culto a las celebridades llegaba hasta tal punto en Antiviral – el debut de Brandon Cronenberg – que la sociedad retratada en esa distopía no dudaba en pagar por adquirir y padecer las enfermedades de los famosos. En El Congreso (The Congress) uno sólo tiene que consumir una droga para convertirse en quien desee. En el futuro imaginado por el guionista y realizador Ari Folman en su última obra, los estudios de cine evolucionan hasta coquetear con el mercado farmacéutico, cambiando no sólo la manera de producir sino el modo en que los espectadores conciben la experiencia cinematográfica.   
The Congress comienza con un primer plano de Robin Wright mientras se le escapan las lágrimas al escuchar primero a su agente y después a su representante hablar sobre su carrera. Su futuro en el cine se encuentra al borde del precipicio y es esta disyuntiva de la que se aprovecha el estudio para ofrecerle la ‘solución’ a todos sus males: escanear su imagen y mantenerla siempre joven. "Las películas están pasadas de moda, son restos del milenio anterior". Ari Folman representa la sociedad actual de consumo condenada a reinventarse constantemente para satisfacer las necesidades (reales o creadas) de un público ávido de novedades. Es así como el realizador israelí escenifica uno de los temas claves: el peligro que conlleva envejecer cuando uno trabaja en la industria cinematográfica, aplicado tanto a las injustas limitaciones que acarrea el oficio de actriz como a esa urgencia de la industria por actualizarse. 
Crítica de cine: 'El Congreso'

Es evidente como la tecnofobia hace acto de presencia en el cuarto filme del director israelí. Se muestra la tecnología como una espada de doble filo que mantendrá a la protagonista resucitada en la eternidad de su imagen digital, aunque despojada de todo derecho y capacidad de decisión dentro de su profesión. La explotación de lo virtual con la manipulación que ello implica. Al hilo de lo que se intuye un punto de vista ciertamente pesimista por parte del director. The Congress muestra su amor al celuloide a la vez que expresa su preocupación por un futuro poco esperanzador en el que el cine se conciba únicamente como objeto de consumo y entretenimiento, nunca como arte. Uno de los culpables de este futuro distópico que señala Folman es el sistema de las majors hollywoodienses, representadas en el filme como poco menos que tiranos.The Congress es un híbrido entre imagen real y animación, lo que le permite representar dos mundos diferenciados (tanto en técnica como en temática), separados entre sí por un flashforward. Así, a la esfera animada accedemos veinte años después con Robin asistiendo a un congreso de futurología. Si en Vals con Bashir Ari Folmanutilizó la técnica del rotoscopio para animar las imágenes, en The Congress ha pretendido acercarse al trabajo de los hermanos Fleischer (Popeye, Betty Boop, etc) en forma de homenaje que le ha costado dos años de trabajo minucioso. Un homenaje que resulta un viaje psicodélico y enfermizo al corazón de unos estudios negreros que trafican a su antojo con la imagen digital de los actores y actrices que poseen.

Crítica de cine: 'El Congreso'

La libertad creativa que facilita la animación de The Congress entronca maravillosamente con la temática dedicada a este segundo tramo del largometraje. La pérdida voluntaria de la identidad y la búsqueda de la verdad y lo real devienen pilares argumentales. La idea de una sociedad controlada por una droga alucinógena se materializa en la parte animada. Ari Folman consigue aunar la forma y el mensaje en una perfecta sintonía: El hipnotismo que se desprende en forma de colores saturados, formas ondulantes e infinidad de personajes acierta en la representación del hedonismo. Cualquiera que traspase ese mundo animado pasa a ser una caricatura de sus deseos, sucumbiendo a sus fantasías privadas, individuales. Incluso pudiéndose identificar un nexo de unión entre su anterior largometraje y éste que nos ocupa: si en Vals con Bashir se partía de un trauma para descubrir la verdad, en The Congress se parte del arrepentimiento para conseguir el mismo fin. La fantasía en la que se mueve Robin Wright es la catarsis que permite su redención.

Por si fuera tarea poco ambiciosa la de adaptar (libremente) una novela de Stanislaw Lem, a Ari Folman no sólo se le ocurre extrapolarlo al futuro del cine sino desplegar unas cuantas líneas temáticas más de lo habitual. El director demuestra ser una caja de sorpresas en lo que a técnica de animación se refiere, no limitándose únicamente a un solo estilo (como otros directores en toda su carrera). The Congress es una obra compleja que consigue transmitir un tono melancólico tanto en la parte humana como en la animada. Entre otras cosas gracias a una preciosa banda sonora a cargo de Max Ritcher y las interpretaciones de Robin Wright, Harvey Keitel o Paul Giamatti, entre otros. Toda una experiencia sensorial aunque no exenta de ironía: hay unos cuantos cameos de personajes en la parte animada a disposición del espectador que los identifique. Sobra decir que es de visión obligada.

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