Revista Cine

Crítica de cine: El Último Exorcismo

Publicado el 05 mayo 2011 por Lapalomitamecanica
Un buen comienzo para un truño de final
Crítica de cine: El Último Exorcismo(Aún sigo buscando esta imagen en la película)
Nota: 6
Lo Mejor: La niña poseída, interpretada por Ashley Bell.
Lo Peor: No hay por dónde coger el desenlace.
Siempre me han dado miedo las niñas posesas, desde Reagan hasta Emily Rose, pasando por Hanna Montanna. Así que tenía ciertas inseguridades -eufemismo para decir que estaba acojonada- a la hora de verla. Sin embargo, me dan ese morbillo que todos hemos sentido alguna vez. Ése producido por alguna repugnancia que nos lleva a cubrirnos los ojos con la mano, pero dejando un huequito entre los dedos para seguir mirando. Podría iniciar toda una reflexión antropólogica de por qué nos gusta sufrir, pero como estamos hablando de cine prefiero reducirlo a que el ser humano es tonto del culo, igual que el final de esta película, eso sí, las risas están aseguradas y después de la última sobre el género, La Posesión de Emma Evans, esta última resulta mucho más gratificante.
Dirigida por Daniel Stamm y producida por Eli Roth (Hostel, Cabin fever), la cinta utiliza el tan de moda, y un poco cansino ya, estilo documental a lo Paranormal Activity o Rec, para mostrarnos la historia de un predicador con nombre de fábrica de algodón, Cotton Marcus, un poquito mamoncete que estafa a la gente desequilibrada con falsos exorcismos. El tío no se corta nada en defender que ofrece una cura mental semejante a una terapia psicológica de ayuda. Y lo más jodido es que el hombre tiene el suficiente carisma como para caernos bien. Cotton recibe una carta de los Weetzler, una familia de un rancho de algún marginal y rudimentario estado norteamericano en el que vive gente paleta, rara y extremadamente religiosa y al que sólo le falta un Adrien Brody y una Bryce Dallas Howard corriendo por el prado. El padre ruega desesperadamente que el predicador acuda cual Hermano Mayor para realizarle un exorcismo a su hija. Allí, Cotton y el equipo de rodaje se encuentran a un padre viudo que perdió la fe en Dios, su hijo, que desconfía de los nuevos visitantes, y su adorable hermanita Nell, que parece no haber roto nunca un plato. Poco a poco, lo que la niña tiene dentro irá emergiendo, haciendo que el predicador, cómo no, se cuestione todas sus creencias.
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Si pensáis que vais a ver cabezas girando, voces de viejas decrépitas distorsionadas, levitaciones o cruces entrando por zonas poco sacras, no os emocionéis, porque aquí ni siquiera se han usado efectos especiales. No es el tipo de terror que ofrece la inigualable El Exorcista o la pasable El exorcismo de Emily Rose. Hay caras monstruosas y contorsiones extrañas, pero no más. El terror se apoya en dos pilares. Por un lado, en las escenas rodadas en la casi absoluta oscuridad del falso documental, en la que no sabes por dónde anda la jodida niñita, y por el otro, en ella precisamente, en la gran interpretación de Ashley Bell. Las miradas que lanza a la cámara son verdaderamente acongojantes, más que las de Hannibal Lecter con sobredosis de Visprin. La muchacha retuerce el cuello y el cuerpo mejor que Almudena Cid sobre un caballete y, todo ello, repito, sin efectos especiales.
Por lo demás, la cinta tiene un buen inicio y un desarrollo interesante hasta que llega al final y se tuerce. Nos deja con una sensación similar a la de ir quitándole las capas de maquillaje a Sarah Jessica Parker. Comienza de una manera divertida, con un Patrick Fabian interpretando al simpático Cotton y continúa de forma entretenida cuestinándonos si la posesión es real o fruto de una severa esquizofrenia de la niña, todo ello mezclado con unos toques irónicos que otorgan diversión y peculiaridad al film. Sin embargo, tras regalarnos unos cuantos sobresaltos, acaba en una gran decepción con un desenlace 'forzado'. Da la impresión de que Stamm quería terminar de forma original y hace una mierda. Sales del cine más confuso que tras una conversación de cinco minutos con Pocholo, un final que desentona con el resto del metraje y al que le falta coherencia, al margen de que llevas esperando durante una jodida hora y media a que la cochina de la niña diga o haga alguna barbaridad propia de la blasfema Reagan. Pero nada, sólo suelta 'mamada' y se dedica a hacer un pino-puente y un spagat.
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SPOILER-El desenlace me arroja serias dudas acerca de la realidad o ficción de la posesión de Nell. En principio, tiendo a pensar que Stamm ha querido reflejar que todo era un montaje. Las pintadas satánicas de la casa cuando Cotton y el equipo de rodaje regresan y el rito revelan que el reverendo del pueblo es el jefe de una secta que se dedica a beneficiarse a las niñas del lugar, las preña y después, el cura 'Dragó' quema a los bebés como ofrenda. Pero si es todo un montaje. ¿Qué hay de los dibujos que Nell muestra a Cotton y al equipo de rodaje en los que se representan exactamente las mismas muertes que posteriormente sufren? ¿Y por qué sale ese fuego espectral cuando arrojan al bebé a las llamas? ¿Acaso los bebés son inflamables? Hay elementos que no encajan y es por ello por lo que la película se torna en sus últimos minutos en un sinsentido que intenta contener una trama que, de estar bien hilada incluso, se perfilaría como floja. O sencillamente soy idiota y no la he llegado a comprender.-FIN DEL SPOILER

En definitiva, El Último Exorcismo, aunque lo intenta con la introducción de algunas novedades, como el estilo documental, el exorcista estafador o un demonio que se va tan contento cámara en mano como si fuera a filmar un vídeo para el Youtube, termina cayendo en los tópicos del género (la posesión de una niña adolescente súper dulce con un horroroso y anticuado camisón blanco -¿no saldrá jamás alguna con pijama de ositos?-, un cura que se replantea su fe o el contorsionismo extraño sin llegar al extremo). Yo me quedo con el trabajo de Ashley Bell, el sarcasmo con el que se trata el asunto de los exorcismos, la tendencia chupa-cámaras del demonio y su momento reportero de Callejeros. El resto puede irse a hacer puñetas.

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