Revista Cine

Crítica de cine: Moonrise Kingdom

Publicado el 16 junio 2012 por Lapalomitamecanica
Dulce inocencia
Crítica de cine: Moonrise Kingdom
Nota: 8,5
Lo mejor: pocas películas dejan una sensación tan "buenrollera" al terminar. Lo peor: un desaprovechado Harvey Keitel.
Siempre que uno acude a una sala de cine a ver una película de Wes Anderson es norma obligatoria ser consciente de ante qué tipo de qué cineasta estás exponiendo tu tiempo y dinero. Anderson pertenece a ese elenco de directores que generan las llamadas películas de autor, un grupo de visionarios (Paul Thomas Anderson, Terrence Malick, Tarantino… ) en cuyas obras quedan reflejadas ciertas características que forman sus sellos personales con unas excentricidades en ocasiones fantásticas, y en otras no tanto. Sin duda, Wes Anderson ha dejado plasmada esta etiqueta en toda su filmografía, ya sea a lo largo de la grandiosa The Royal Tenenbaums, en la más reciente Fantastico Mr.Fox, o en una Life Acuatic que quizás se pase de marciana. De todas formas, Moonrise Kingdom supone ya su séptima película (sin contar el fantástico corto Hotel Chevalier) y qué duda cabe que el aroma del director americano se inhala por doquier. No obstante, quizás estemos ante su obra menos pretenciosa, más directa al corazón y que sin dejar de usar el lenguaje propio de Anderson consigue conectar con todo tipo de espectadores gracias a su brutal belleza.
En esta ocasión, el realizador nos traslada a una fábula de amor preadolescente en el verano de 1965 en una pequeña y peculiar isla de Nueva Inglaterra.  El protagonista es Sam (Jared Gilman), un huérfano inadaptado que no encuentra su sitio, incapaz de empatizar con los demás chicos del campamento y ni mucho menos con sus tutores. En cambio, Suzy (Kara Hayward) vive rodeada de sus tres hermanos pequeños y sus padres, cuya tormentosa vida conyugal es uno de los muchos problemas de los que quiere evadirse, ya sea mediante la fantasía que le otorga la literatura, gracias a un secreto, a la promesa de una aventura o, por supuesto, a sus adorados prismáticos. Tras un breve encuentro de la joven pareja, ambos deciden preparar la fuga de sus respectivas vidas, un viaje cuya finalidad no es otra que olvidar todo lo intrascendente que les rodea, todos los problemas de la estupidez humana de los que irremediablemente todos llegamos a ser parte. Simplemente, nos encontramos a dos niños buscando la felicidad en el sentido más puro de la palabra en un rinconcito del mundo llamado Moonrise Kingdom. Todo ello provocará la desesperante búsqueda de los prófugos generando una tormenta de emociones que precederá a la calma que todos pretendemos encontrar.
Crítica de cine: Moonrise Kingdom
El universo de Wes Anderson siempre abarca familias desarboladas lejos de cualquier estereotipo americano que no pocos odiamos (como Los Brady o cualquier otra familia perfecta alejada de cualquier semejanza con la realidad), consecuencia también de la complejidad de las relaciones interpersonales y las disfunciones de estas, las frustraciones del tiempo, de la pérdida de ilusión, de la pertenencia a un engranaje donde nuestra única labor es realizar lo que se espera de nosotros. La infelicidad tiene muchas formas, y todas ellas se hacen visibles a medida que el corazón humano gana en emociones y en complejidad. Lo que logra Anderson es trasladar la simpleza de un sentimiento generalizado en cualquier lugar del planeta a la dulce fuga de unos pequeños que desgraciadamente ven el mundo tal cual es antes de tiempo.
También espectacular es sin duda la química existente entre la debutante pareja protagonista. Un trabajo sin reparos que también se traslada a los actores con más tablas como Bruce Willis (este hombre siempre ha tenido un don para la comedia), Francis McDormand, o Bill Murray. La ridiculización de las atmósferas a las que Anderson nos tiene acostumbrados contrasta en este caso con la madurez de los infantes que componen el largo, quizás, por la simplicidad con la que observan la vida. El trío amoroso encarnado por McDormand, Murray y Willis es retratado con tonos burlescos no sin poder dejar de sentir compasión por cada personaje ante las heridas infligidas por unos y otros hasta llegar al punto de no retorno. Es por todo ello que uno no puede impedir dejarse arrastrar ante la fuga de la joven pareja, ante el viaje hacia esa utopía necesaria la cual todos hemos anhelado en muchos momentos de nuestra vida. Al final, la vida acaba siendo más compleja que en el campamento de los Boy Scouts, los factores aumentan y la ecuación pierde la sencillez dificultando el poder despejar la x.
Crítica de cine: Moonrise Kingdom
El director de Texas no solo nos invita a disfrutar de una fábula con la que poder desconectar, sino que nos traslada a una aventura donde el drama y la comedia confluyen constantemente sin que el espectador pueda dejar en ningún momento de esbozar una sonrisa. Porque el cine de Anderson nunca busca la carcajada pero siempre nos traslada a un punto tan trascendental en el que termina siendo el único recurso porque de lo contrario estaríamos perdidos. Todo ello en 94 minutos perfectamente equilibrados crean la película más ágil que Anderson haya filmado hasta la fecha, no solo por unos diálogos afinadísimos que se dejan llevar principalmente por la sucesión de los hechos, sino también por la recreación de un nuevo universo reconocible de la mano de autor y una banda sonora excepcional del compositor de otras obras como The Ghost Writer, Alexandre Desplat.
En conclusión, estamos ante una obra tremendamente recomendable que solo necesita de un ligero preaviso sobre su director, aunque, como ya hemos comentado, estemos ante el Wes Anderson menos bizarro. De todas formas, la universalidad del mensaje de Moonrise Kingdom debería ser capaz de llegar a todo tipo de cinéfilos. Una historia donde la estupidez humana queda constantemente retratada por los habitantes de un microcosmos donde también brillan un acertadísimo Edward Norton y el actor fetiche de Anderson, Jason Schwartzman (Bored toDeath, Scott Pilgrim vs The World). Sin duda, una de las mejores películas de lo que llevamos de 2012, sino la mejor.

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