Ante el aluvión de películas importantes en estas fechas desgraciadamente no hay tiempo ni espacio para hablar de todas, por eso el Óscar a la mejor película extranjera recibido por La vida de los otros ha supuesto una alegría por partida doble. Por un lado era la favorita de quien escribe (El laberinto del fauno me dejó más bien frío) y propicia la excusa perfecta para hablar de la mejor película que ha dado en años el cine alemán. Una cinematografía, la teutona, que llevaba años sumida en un periodo de nula creatividad, salpicado por alguna que otra interesante producción independiente, hasta que se estrenó Corre, Lola, corre (Tom Tykwer) en 1998. Ese fue el punto de inflexión para la aparición de un nuevo cine alemán que aportó calidad, ingenio e incluso controversia con títulos que van desde la comedia dramática, Good Bye Lenin, hasta el drama más descarnado, El hundimiento. Y esa fue la fecha en que Florian Henckel, realizador de cortometrajes por aquella época, comenzó a esbozar el guión que luego se convertiría en esta magnífica película. Un guión de hierro, modélico, casi perfecto por el modo de crear sus personajes y por la forma en que desarrolla y cierra la historia. Tan sólo un lunar ensombrece ligeramente el resultado, tiene que ver con el destino final de una máquina de escribir, pero el conjunto resulta tan fascinante que al terminar el visionado de esta historia uno puede decidir pasarlo por alto.
Resulta más que curioso, para alguien que ha trabajado en Gran Hermano, encontrarse exactamente la misma mecánica de vigilancia que se utiliza para registrar cada movimiento de los concursantes usada para investigar “La vida de los otros” en el régimen de la antigua República Democrática Alemana. Aunque mucho me temo que es el concurso televisivo el que tomó sus pautas de los métodos de la Stasi, la policía secreta de la RDA. Ahí es donde esta historia se emparenta con novelas como 1984 de George Orwell, con su correspondiente adaptación cinematográfica, y películas como La conversación (1974) de Francis Ford Coppola.
La vida de los otros se sitúa en la Alemania del Este de los años 80 para retratar con extrema crudeza y brutal realismo las miserias de verdugos y víctimas propiciadas por los crueles métodos de la Stasi para mantener a raya a los intelectuales subversivos. Se trata de una historia totalmente inventada pero, a pesar de eso, las decisiones y reacciones de los personajes calan hondo en el espectador debido a la destreza del guión a la hora de retratarlos y al talento del reparto a la hora de interpretarlos. Resulta especialmente emocionante el trabajo de Ulrich Mühe, ganador del premio europeo a la mejor interpretación, mostrando la evolución emocional de un oficial de la policía secreta recto y fiel a sus principios al investigar al más prestigioso autor teatral de la RDA. Este último está interpretado por Sebastian Koch, uno de los más interesantes actores alemanes en los últimos tiempos, presente también en El libro negro de Paul Verhoeven. Completa el triángulo Martina Gedeck, incorporando a un personaje clave en la historia, la actriz más conocida de la RDA y pareja del dramaturgo.
La vida de los otros recibió con todo merecimiento el Óscar a la mejor película extranjera y nos alegramos tremendamente por ello. Se trata de un trabajo de gran madurez de Florian Henckel, un graduado en filosofía por la Universidad de Oxford, que, contrariamente a lo que pueda parecer, hace con esta película su debut en el campo del largometraje. Esperemos que este importante galardón sirva de incentivo para que los espectadores se acerquen a las salas a ver esta magnífica película.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
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La vida de los otros
Director: Florian Henckel von Donnersmarck.
Intérpretes: Martina Gedeck, Ulrich Mühe, Sebastián Koch.
Duración: 137 min.
Alemania, 2006.
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