Crítica de TV: 'Justified' (temporada 5)

Incluso los mejores vaqueros no cabalgan siempre rectos

Nota: 4,5
Después del anuncio de que la cadena FX pondría el punto y final a las andanzas de Raylan tras su sexta temporada, todo apuntaba a que esta penúltima entrega iba a reflejar las ganas de sus creadores por despedirse a lo grande. Por desgracia y como ya sucediera en mucha menor medida el pasado año (análisis aquí), la ausencia de una trama central por encima de las aventuras criminales de nuestros rednecks favoritos ha vuelto a lastrar una entrega a la deriva narrativa. No obstante, Justified se ha mantenido siempre a las puertas de las ligas superiores y, a pesar de que el pasado año su juego no fue demasiado vistoso, la serie que protagoniza Timothy Olyphant siempre se ha apoyado en el aura trágica que evoca el condado de Harlam, principalmente gracias a unos personajes que consideran que amanecer un nuevo día ya es una victoria. Lamentablemente, este año su excelente ambientación se ha mostrado insuficiente y ya podemos hablar del primer gran gatillazo en el currículum de nuestro pistolero favorito.
El gran problema con la que nos hemos encontrado este año ha sido la sensación de que la trama intentaba abarcar demasiado para al final no saber centrar la temporada bajo un verdadero hilo conductor. Este año han sido los Crowe los que han intentado poner patas arriba Harlam. Sin embargo, la perspectiva sobre las que nos retratan a esta familia desestructurada  suena reiterativa y poco pulida, ya que el espectador con recorrido televisivo en la serie no puede evitar acordarse del gran clan Bennet, con la crucial diferencia de que tanto Dickie como sobretodo la gran Mags -qué bien está ahora en The Americans- con su sola presencia en pantalla ya nos cautivaban de forma irremediable. Darryl -un Michael Rapaport que siempre ha funcionado como secundario- es totalmente reconocible en el universo Justified, pero desgraciadamente tanto el trabajo del actor como su caracterización no bastan para soportar el peso bajo los focos que tan bien lucieron Limehouse o por supuesto el magnético Robert Quarles. Darryl naufraga estrepitosamente al no conseguir aportar nada nuevo al relato, su paletismo ya está vendido y su recorrido torpe y en ocasiones inverosímil - toda la odisea de México es un despropósito - no ayudan en absoluto.

Como comentábamos, esta temporada ha intentado desarrollar demasiadas líneas argumentales sin que ninguna llegase a tener suficiente fuelle para mantener el interés de los 41 minutos que dura cada capítulo. Las andanzas de Boyd Crowder este año han sido prueba de ello, primero con su intento de sacar a Ava de prisión y después con su rocambolesca aventura en la tierra del tequila para llevar a cabo sus desafortunados negocios en el mundillo de la heroína. Un relato de picos y valles que resta credibilidad al drama en su retrato de estos gangsters como chapuceros amateurs en vez de hombres de negocios con ciertas licencias para el asesinato. ¿Acaso sois capaces de imaginar al sádico de Marlo Stanfield (The Wire) o por supuesto al calculador Mr.Pollos (Breaking Bad) siendo tan negados como Boyd Croder en el mundo del hampa y seguir aún respirando?
El caso de Ava bien merece una mención aparte, ya que ha sido la primera vez que Justified añade una subtrama de relleno descarada que realmente no gira entorno a Harlam. Y lo peor es que ni Ava ni su historia carcelaria añaden nada nuevo que no hayamos visto infinidad de veces, sin escapar ni un instante del tópico carcelario. Orange in the new Black, con su aporte fresco, buenrollista y por supuesto alejado de estereotipos ha dado una imagen mucho mas fehaciente ya no solo del sistema penal sino de la propia mujer, que resulta mucho mas novedosa y por supuesto interesante que las clásicas reyertas con la que nos condenan toda este temporada, con ningún personaje que aporte un matiz propio y escape de la superficialidad que sus pintas macarras evocan sin remedio.

Pero lo mas sangrante de todo ha sido el poco interés de los guionistas por crear un conflicto a la altura de Raylan que le permitiera lucir su sombrero como venía haciendo hasta ahora. Ya habíamos vivido la tormentosa relación con su padre en ese tira y afloja donde el odio lo impregnaba todo, dejando sólo que relucieran algunas pequeñas gotas de cariño del viejo Arlo a pesar de la perla final que le dedicó al Marshal en su lecho de muerte. Sin embargo, esta temporada lo único que parece haber trastornado un poquito la impasible quietud de Raylan ha sido el recurrente accidente de Art -después de la captura de Theo Tonin, escondido de forma ridícula como un ilegal en la frontera marroquí- y su desbocada carrera para castigar al responsable como medio de equilibrar balanza por lo de Nicky Augustine. Pero resulta mas chocante intentar hacer memoria y no poder recordar algún momento de esa calma tensa que nos mantenía con el culo encogido en el sofá y que suele propiciar siempre Raylan con los clásicos latigazos que espeta por la boca antes de desenfundar ante un pobre desgraciado.
En resumidas cuentas, nos encontramos con una temporada que resulta frustrante de principio a fin, no ya sólo por la irremediable Narcolepsia que provocan cada uno los episodios de este año, sino por la fustigante necesidad de llegar al octavo capítulo para saber qué rumbo está tomando la historia. La sensación general es que este año Justified ha querido abarcar en exceso, con demasiada variedad argumental y subtramas demasiado equilibradas, sin conseguir que la atención no decaiga (¿De verdad Dewey necesitaba tantos minutos?). Juego de Tronos y su increíble capacidad para no decaer a pesar de no poseer un protagonista claro supone un caso inusual dentro del mundo de las series y Justified no puede replicar semejante proeza a estas alturas. Además, la decisión de postergar otro año la inevitable confrontación con Boyd ha podido condenar el carisma del personaje tan bien interpretado por Walton Goggins. Vale que la calidad general que atesora Justified sigue estando por encima de la media catódica, pero esta serie siempre se ha nutrido de la tensión que se inhala en los momentos previos al choque, justo antes de dar rienda suelta a la pólvora y cuando los lenguas disparan perlas capaces de desarmar completamente al oponente. Nada de éso ha hecho aparición este año. Y ya sólo les queda una bala en la recámara.