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Crítica exprés: Maruxa

Publicado el 27 enero 2018 por Universo De A @UniversodeA

Crítica exprés: Maruxa

Hace no demasiado tiempo, concretamente con la anterior producción que se escenificó en el Teatro de la Zarzuela, comentaba que este género siempre había reflejado inteligentemente la multiculturalidad española (especialmente a nivel musical), y que en vez de negarla o intentar uniformizarla, muy al contrario, sacaba beneficio de su variedad para conseguir una mayor riqueza y mejor variedad melódica… y ahora, cómo si fuera para darme la razón (lo sé, se me están subiendo mucho los humos), la siguiente obra que podemos encontrar en este teatro es “Maruxa” que profundiza en Galicia; lugar con el más desconocido e ignorado de los nacionalismos españoles… aunque también el más legítimo (cuestión en la que no me extenderé, pues no es este el lugar, y ya he hablado de este tema en varias ocasiones).

Y hablando, de nuevo, de temas nacionalistas, no deja de resultar curioso el como la lengua gallega no resulta molesta en Madrid (o en cualquier otro sitio); el catalán, o incluso el vasco, resultan desagradables de oír para mucha gente, puesto que lo asocian inmediatamente a una cuestión política independentista o de nacionalismo extremo, se ve a esas lenguas como enemigas del común… sin embargo el gallego escapa totalmente a ello (es más, incluso autores que escribieron mayoritariamente en gallego, y que son iconos de esta cultura o que incluso la defendieron, se estudian también en literatura española)… quizás se debe a que la gestión del nacionalismo gallego, especialmente a partir del reinado de Juan Carlos I, fue mucho mejor y más adecuada en este lugar, y, a la larga, también ha resultado más beneficiosa… sólo hay que comparar el estado de las comunidades autónomas tradicionalmente nacionalistas, como han progresado, por lo que han pasado, y como han terminado las cosas.

Sea como sea, lo incuestionable es que nadie protestó, hizo algún comentario negativo o le pareció mal que parte del libreto de “Maruxa” estuviera en gallego (como ya estaba originalmente, por otra parte… cosa que claramente nunca debió perjudicarle, pues tal obra, tras un exitoso recorrido como zarzuela, acabaría reestrenándose como ópera también) o que en esta producción en concreto se introdujeran algunos poemas de Rosalía de Castro para complementar y reforzar la temática y ambientación, cosa que se hizo respetando, manteniendo y no traduciendo la lengua original en la que fueron escritos… y yo me pregunto, si todo esto hubiese sido en catalán, ¿el público habría aplaudido igualmente o hubiese abucheado?, no deja de ser una cuestión realmente interesante, cuya resolución además, nos aporta respuestas acerca de cómo se han gestionado los distintos nacionalismos en España y de los resultados que ello ha acarreado.

Como curiosidad totalmente aparte (que no es tan aparte realmente), no quiero dejar de añadir que, en esos carteles que se pegan en los vagones del Metro de Madrid, para incitar a la lectura (y que lucen fragmentos de clásicos, obras actuales… etc); los primeros que aparecieron en otro idioma que no fuese el castellano… fueron en gallego (algunos incluso sin traducción). Por algo será. Y debo añadir que, si Madrid no se toma algo en broma, es cualquier peligro o riesgo que pueda atentar contra su centralidad y esencia de cabeza visible y proa de España (aunque no pueda negarse lo abierta que es)… tal vez, analizar y reflexionar sobre esto nos dé aún más respuestas a las preguntas y cuestiones diversas que acabo de sugerir y formular acerca de los distintos nacionalismos españoles que existen, su gestión y resolución final.

Decir también que encontré muy buena atención al público en el teatro.

-Maruxa: “égloga lírica”, se autodefine esta obra (con una palabra que a más de uno habrá hecho volver a sus libros de secundaria para recordar que era exactamente tal cosa… pues esta definición suena tan a alta cultura como repipi), y francamente, no deja de tener lógica que se la denomine así, pues debido a su asombrosa integración dentro del corpus musical gallego (ya que lo que no suena galaico se hace pasar muy bien por ello), bien cuesta denominar a esta obra como “zarzuela”… pero no hacerlo, me llevaría a entrar en contradicción con lo que he defendido, tanto en el comentario previo a esta misma crítica, como anteriormente en este blog… así pues, digamos que nos encontramos ante una zarzuela gallega y española, cosa que no es en absoluto incompatible, por más que haya quien nos quiera hacer pensar lo contrario, pues una cultura representa a la otra y viceversa.

Hablemos en primer lugar de la obra original, y luego pasaré a abordar esta producción, puesto que considero que estas cosas deben ser metidas en dos sacos muy diferentes.

Respecto al original: “Maruxa” es, sin duda alguna, una de las grandes zarzuelas del repertorio, y con toda la razón, su calidad es notoria en todos los aspectos… y quizás, mucho de ello se deba a que esta zarzuela es uno de los más bellos homenajes a Galicia que se han realizado nunca, muy en parte, porque consigue captar extraordinaria y maravillosamente bien su esencia (tanto, que yo personalmente creo que debería considerarse como parte integrante de la cultura de este lugar… ciertamente, ni su desarrollo, ni todos los que se implicaron en él, tenían que ver con Galicia, pero… ¿acaso el himno extraoficial de la capital de España, el chotis “Madrid”, no fue compuesto por un mejicano que jamás pisó tal capital?, ¿y eso lo hace menos sentido, incluso, y muy especialmente, por todos aquellos que aman Madrid y se sienten muy de él?).

Todo ello, ya se percibe desde el principio en el libreto de Luis Pascual Frutos, que si bien parte de la base de una historia bastante típica en el género (bueno, y llegando más lejos en las comparaciones, no deja de parecer una versión más simple y menos enrevesada de “Las bodas de Fígaro”), consigue desarrollarla sumamente bien sin caer demasiado en el tópico de la Galicia rural… es más, diría incluso que logra exactamente lo contrario, se aprovecha del tópico para sacarle todo su jugo y rentabilidad, sin llegar a resultar insultante, estereotipado o vulgar (lo cual es todo un mérito); porque, sí, Maruxa será una pastora (algo tan bucólico como como poco real… el pastoreo como actividad exclusiva, no se dio demasiado en Galicia), pero también es muy decente y tradicional (no le ha dado ni un beso a su amor); parte de la historia además se desarrolla en un pazo (una excelente idea), pero, contrariamente a plantearnos una estúpida y manida historia de lucha de clases, el libreto se las arregla, para volver la situación cómica (el momento en el que se escribe la carta es buenísimo) y además lograr el triunfo de la pareja popular (algo muy del género de la zarzuela, pues, aunque pueda haber, ocasionalmente, ricos en papeles más o menos importantes o principales, los verdaderos protagonistas de las obras siempre son integrantes del pueblo más llano)… en definitiva, el libreto coge una realidad (la de la Galicia rural) y la idealiza; unos tópicos, y los engalana para que no resulten ofensivos… creando así pues, un bello y respetuoso homenaje a las tierras del noroeste… en cualquier caso, el libretista tenía cierta ligazón con el lugar, así que no debe extrañar su conocimiento de este.

Pero, sin duda alguna, lo que le da prestancia a esta zarzuela es la música (de Amadeo Vives, compositor que parece haberse vuelto favorito de la nueva dirección del teatro -algo que sin duda está beneficiando al público, pues la calidad de su obra siempre impresiona-, ya que, recientemente, que me vengan sin más a la cabeza, sólo la temporada pasada tuvimos al menos dos obras suyas en este mismo teatro, que, curiosamente, obtuvieron muy desiguales resultados: la sublime producción de “La villana”, que contó con todos los aplausos; y la nefasta versión de “La gatita blanca”, que obtuvo todos los abucheos), sobre la cual, verdaderamente no resulta descabellada la teoría que existe de que, a parte de Vives, existiera la colaboración de otro músico gallego, puesto que, especialmente en determinados pasajes, muestra un saber tan avanzado del folklore gallego (pues no se trata de una mera copia de unas piezas populares incrustadas con copia y pega, es algo más, una reinterpretación de estas, un conocimiento profundo de sus bases, características, melodías y qué instrumentos lo pueden reforzar en una orquesta sin perder el sentido original… y para hacer eso, hay que saber muy bien lo que se hace -o tener una excelentísima intuición musical-) que asombra para una persona que no ha vivido allí o se ha educado con ello, pues su inteligencia a la hora de interpretarla, adaptarla a la escena y a la orquesta es verdaderamente increíble… aunque no por ello deja de acordarse de utilizar los sonidos más típicos y característicos, como el de la gaita gallega (cuya ausencia rozaría lo imperdonable, o al menos le quitaría mucha parte de su pátina de veracidad musical), que tan poco suele frecuentarse por las orquestas y que aquí consigue un cierto protagonismo (quizás, uno echa de menos una mayor aparición de cierto tipo de percusión, como las panderetas, pero eso ya es observación de purista… y no debemos olvidar que “Maruxa” no es un concierto de música popular en la que se deba reproducir esta tal cual, sino una zarzuela que debe evocar Galicia mediante todos los elementos teatrales -música incluida- y no se puede negar que la obra original triunfa en su propósito), dándole a la pieza el sonido característico y especial que necesita.

En definitiva, nos encontramos con una partitura sabia, inteligente, que sabe combinar géneros, y, al igual que el libreto, hacer un cóctel con lo mejor de lo mejor, y ofrecer una mezcla perfecta, respetuosa y de calidad… hasta el punto de que efectivamente, esa calificación de “égloga” parece irle bien a la obra, pues resulta difícil encajonarla como “zarzuela” o como “música popular”… realmente Vives ha hecho un trabajo tan maestro que, combinando géneros tan variados, casi ha creado otro.

Por lo demás, la música es realmente maravillosa, se eleva hasta lo más alto cual la orografía gallega, sorprende como sus paisajes… casi parece que llegas a sentir el verde, el frescor de su fría brisa, la frondosidad de sus bosques y campos interminables. Por otro lado, no se puede negar su belleza harmónica y el encanto que tiene.

En definitiva, el conjunto de la obra original, por su inteligencia, belleza y encantador homenaje, necesariamente estaba destinado (y lo consiguió) a convertirse en una obra maestra digna de producir un gran éxtasis artístico en toda alma sensible y de buen gusto, amante de la belleza y del arte.

Respecto a esta producción: en primer lugar, debo decir que, con casi total seguridad, si este montaje de “Maruxa” no hubiese sido como es, hubiera obtenido una de mis críticas completas, pero, no ha podido ser… muy desgraciadamente (y por eso he dividido la crítica como lo he hecho), en demasiadas ocasiones, las nuevas producciones actuales no están a la altura de las obras originales.

No voy a decir que haya muy mala intención en las elecciones que se han tomado desde la dirección de escena acerca de lo que se ha realizado finalmente, en cierta manera se ha intentado también hacer un homenaje a Galicia (o eso quiero creer), aunque ha sido de una manera innecesaria y equivocada… entiendo todo lo que intentan transmitir, pero lo juzgo absurdo, erróneo, fuera de lugar y de contexto.

Sin duda alguna “Maruxa” es una obra que se presta muy bien a hacer una deslumbrante producción en la que sacar a relucir los tipismos más encantadores, puede ser casi un anuncio publicitario de la comunidad autónoma, da todas las posibilidades para ello: opción de lucimiento de trajes típicos, posibilidad de mostrar los paisajes más espectaculares o de reflejar la grandeza e imponencia de la naturaleza galaica… y por si esto fuera poco, incluso la alternativa de introducir algo aún más propio y exclusivo de esta cultura como la vida de los pazos (construcción arquetípica por excelencia) y el como funcionaba la sociedad gallega más típica hasta bien entrado el siglo XX.

Sí, sin duda alguna estos elementos dan para montar una gran superproducción, que deslumbre a propios y extraños (ya sea gracias al reflejo de lo mostrado de su imponente naturaleza o al deslumbrante barroquismo de las impresionantes escaleras barrocas de los pazos, pegadas a austeros torreones medievales), y que se convierta en un gran festín de la cultura gallega, todo ello adornado con cierto toque de embellecimiento teatral (que ya de por sí tiene la obra original), que convertiría a esta hipotética producción que imagino como un ideal, en el mejor homenaje a Galicia y su más brillante escaparate, pues casi reflejaría estas tierras como el paraíso en la tierra, sin por ello perder demasiada veracidad, puesto que el fondo seguiría siendo puro y auténtico.

Pero muy desgraciadamente, las decisiones de Paco Azorín (el director de escena) no van por ahí… tal vez le pareció que realzar las cosas típicas sonaba, no sé, franquista o algo parecido (aunque el dictador hizo más bien poco por su región natal), pues muy por el contrario, prefirió convertir la zarzuela en un panfleto.

Ciertamente, ha tenido la inteligencia de no ubicar la historia en acontecimientos tan recientes como los del Prestige, cosa que muchos siguen recordando de una forma demasiado vívida (aunque las referencias al movimiento “Nunca máis” -las manos negras-, son más que evidentes… cuestión que hubiera sido sumamente peligrosa puesto que fue una cosa extremadamente polémica en Galicia, ya que mucha gente dio dinero a esta organización pensando que este iría a parar las a víctimas de la catástrofe, como era lógico imaginar… y cual sería su sorpresa cuando el movimiento dijo que todo lo que habían recaudado iría destinado a la lucha política, y encima, añadieron con desfachatez que ellos nunca habían afirmado que destinarían nada a los damnificados por la tragedia… mucha gente se sintió engañada, y cuánto más se organizó el movimiento políticamente, y optó por un camino más ultraizquierdista y nacionalista, sus banderas, que habían sido colgadas por toda Galicia como símbolo de solidaridad hacia los perjudicados por el desastre ecológico… perdieron absolutamente su significado, y fueron desapareciendo a grandísima velocidad); así que opta por situar la acción en el año 1976, cuando se hunde el buque Urquiola (no está de más comentar, que el hecho de utilizar imágenes de archivo en las que aparecen S.S.M.M., los actuales Reyes padres, bautizando el barco, parece una más que manipuladora, peligrosa y descarada propaganda republicana)… todo lo cual no tiene nada que ver con lo que cuenta la zarzuela, dónde el mar ni se menciona, y en la que, con toda seguridad, el argumento se desarrolla en la Galicia rural interior, al fin y al cabo, ¿en que otro lugar sino se puede pastorear?.

Probablemente, Paco Azorín intenta homenajear a Galicia a su manera, recordando, para evitar que se vuelva a repetir, las tragedias ecológicas que ha vivido (y la solidaridad que ha mostrado el resto del pueblo español hacia esta comunidad autónoma cuando las ha sufrido)… pero ello sería como pretender homenajear a Sicilia recordando los crímenes de la Cosa Nostra, lo trágicos que fueron, lo mal que lo pasaron los ciudadanos que los sufrieron y como el resto de Italia mostró sus condolencias… no se puede hacer un homenaje a través de lo malo, sino con lo bueno, no se puede resaltar o hablar de la belleza de la Costa da morte si decimos que está contaminada y llena de chapapote… y menos a través de una obra que, además, no tiene nada que ver con eso.

Sea como sea, fueran cuales fueran las intenciones de la dirección de escena, y enfocándonos exclusivamente en la cuestión narrativo-artística, lo cierto es que su visión está muy metida con calzador, es una reinterpretación absolutamente absurda del texto que queda de lo más forzada; pues ni siquiera convirtiendo a los señoritos en los propietarios o ejecutivos de la empresa Petrolíber deja de chirríar el asunto por todos los lados… en definitiva, todo lo que se ve en el escenario acaba por parecer falso y postizo, además de vulgar, y, lo que es peor, recuerda a algunas de las peores producciones del Teatro Real en los tiempos de Gerard Mortier.

Todo ello, sin mencionar que la puesta en escena resulta asquerosamente propagandística y que incluso choca de frente con la obra original, pues esta evita los conflictos de clases, mientras que Azorín se mete de pleno en el tema y en una cuestión que, insisto, no sólo es absolutamente innecesaria, sino que encima no aporta nada, y más bien saca, pues como ya digo, bien se hubiera podido montar de una manera que hubiera resultado un verdadero y hermoso homenaje a Galicia, dónde hay muchas cosas buenas que resaltar, sin necesidad de recurrir a las desagradables.

E incluso las modificaciones que se han hecho del libreto resultan erróneas; es más, ni siquiera se consigue integrar bien los poemas de Rosalía de Castro, que rechinan implacablemente, y más siendo acompañados por una danza contemporánea que da aún más imagen de chapuza contemporánea… lo dicho, hecho de otra manera, hubiese quedado muy bien meter ese tipo de cosas que realmente son tan intrínsecas de la cultura gallega… pero se ha hecho tan mal, de una manera tan superficial, banal, con una ignorancia tan supina e irrespetuosa, tan a modo de pastiche, que el resultado final cruje y hace aguas por todos los lados.

Así pues, y partiendo de una reinterpretación de la obra original absolutamente equivocada y desastrosa, el resto del apartado técnico sigue por el mismo camino del cataclismo inevitable: unos decorados pobres y horrendos, que vanamente intentan evocar la naturaleza gallega a través de una proyección verde sobre una tela; un suelo cubierto de pizarra como evocando los tejados de las casas gallegas (uno llega a preguntarse si los personajes de la zarzuela son gatos o humanos, porque a saber que hacen subidos a un suelo que tiene forma de techo); un vestuario de vergüenza ajena y absolutamente antiestético que parece que lo han comprado el día anterior en el Rastro; una iluminación verde insoportable, que parece sacada de un experimento que salió mal en una película de la Nueva ola, y que resulta invasiva, pues ataca y viola impíamente a todo el que se cruza en su camino… en definitiva, todo es espantoso, dando como resultado en su conjunto una estética repugnante, dantesca y lo que es peor, nada se ve como gallego, sino como una especie de pésimo intento fallido de reinterpretación contemporánea de esta cultura… en realidad, tal vez, lo peor sea que eso sea precisamente es lo que define toda esta producción.

Aunque, de lejos, lo peor a visionar y aguantar durante toda la obra, es esa insoportable mesa de ejecutivos que se pasa toda la función en escena, y nada de lo que sucede en ella aporta una sola cosa útil o interesante, sólo tonterías presuntuosas y un ridículo permanente… en realidad, irónicamente, quizás ese elemento de atrezo, y todo lo que se hace en él, es el mejor símbolo de esta producción, su nulo valor artístico y su extremada falta de originalidad.

En lo que respecta al reparto artístico, yo vi al primer reparto (el principal, y debo decir que todos son incuestionablemente buenos cantantes (el coro también estuvo genial)… aunque malísimos actores; tampoco les puedo echar de ello toda la culpa, pues no es concebible como es posible que el director de escena los estuviera viendo y no les dijera que no es que estuvieran sobreactuando, sino lo siguiente… resulta espantoso lo que hacen sobre la escena, ¡todos los tópicos interpretativos de los cantantes líricos están reunidos en esta función!: tirarse y rodar por los suelos, lanzarse de rodillas sobre el escenario, inclinar la espalda hacia delante, alzar los brazos a lo alto, poner postura de cantante (un pie hacia delante, otro atrás y manos en bandeja o sólo una hacia delante), ponerse en pareja uno delante del otro pero los dos de frente al público… la verdad es que la dirección de actores llega a ser tan pésima, que estoy convencido de que Azorín no dio las más mínimas indicaciones al respecto (y si lo hizo, es como para pedirle cuentas por ello)… eso sin mencionar que los movimientos de escena resultan tan extremadamente forzados y artificiales que es imposible creerse nada de lo que estás viendo sobre el escenario. Verdaderamente es una cosa auténticamente horrenda. Pero como ya digo, e insisto, como cantantes cumplen extremadamente bien su función, pues verdaderamente consiguen que las melodías de Vives cobren toda su vida, poder y magia.

En cualquier caso, tal y como culpo de los desfases de la interpretación dramática de los cantantes al director de escena, también considero que una buena parte de su excelente mérito canoro ha estado en la hábil, rítmica y vibrante dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra, que lleva a los cantantes (principales y coro) a su máximo esplendor, y ya no digamos a una excelente orquesta en estado de gracia, todos los cuales, en conjunto, consiguen entretejer las melodías con una fineza digna del más delicado encaje de bolillos de Camariñas.

En definitiva, nos encontramos ante la típica producción en la que es mejor cerrar los ojos y disfrutar del sonido (¡aunque vaya sonido!), puesto que nada de lo que se ve en el escenario vale la pena… en realidad, cuánto más se piensa, mejor hubiese sido que hubiesen hecho “Maruxa” en versión concierto, pues para lo que hemos visto, no se hubiese tirado el dinero innecesariamente, y el resultado habría sido muchísimo mejor.

Concluyendo, ¿recomiendo la nueva producción de “Maruxa” (que, como curiosidad, y motivación extra para ir, también fue estrenada por vez primera en este mismo teatro) que en este momento se escenifica en el Teatro de la Zarzuela?, pues no voy a mentir (como siempre, por otra parte), a nivel auditivo-musical es bellísima y un absoluto imprescindible, sobre todo porque el original es una maravilla y una obra maestra absoluta… pero lo que se ve sobre el escenario es un horror y una vergüenza.

Así que, quién se esté planteando ir, tiene dos opciones: o acudir a la representación y disfrutarla con los ojos cerrados… o esperar la improbabilidad de que vuelvan a programarla en otra ocasión, y que además haya la suerte de que esta hipotética producción futura sea algo decente… por si acaso, yo no puedo evitar recomendar ir ahora y disfrutar lo que bien se pueda, porque, como ya digo, si cerramos los ojos, la experiencia de esta “Maruxa” que nos presenta el Teatro de la Zarzuela es muy pero que muy disfrutable… sí, lo sé, es muy triste y lamentable tener que hacer tal cosa, porque al teatro se va a ver un espectáculo completo… pero es lo que hay, y no existen muchas más oportunidades de disfrutar una obra como esta en directo, con toda la magia que ello tiene, Menos es nada, y en otras producciones no se salva ni el apuntador… en esta, al menos, la parte auditiva es impecable y absolutamente excelente.


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