Revista Comunicación

Crítica express: La plaza del diamante

Publicado el 30 septiembre 2014 por Universo De A @UniversodeA

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-La plaza del diamante: esta obra a punto estuvo de tener una crítica completa… pero el texto de esta acabó con esa posibilidad.

Y es que un monólogo de este tipo, uno que pretende mantener la atención del público durante una hora y cuarto, tiene que ser algo brillante a todos los niveles, y el caso de la crítica express está muy lejos de serlo.

La verdad es que la historia carece de originalidad por completo, y da la impresión de que la hemos escuchado mil y una veces (o quizás más): la vida de una mujer de clase más bien baja con la guerra civil y la posguerra como telón de fondo (sí, a veces da la impresión de que la historia de este país empezó y acabó ahí… que aburrimiento, a ver si los que tengan que hacerlo, lo superan ya por favor, por el bien de la humanidad, del arte y del entretenimiento colectivo), sus problemas consecuentes, y naturalmente sus seres queridos implicados en el bando habitual desde la transición (otro triunfo de lo original y lo nunca visto)… “Dios, que pesadilla, otra vez no”; eran las únicas palabras que venían a mi mente a lo largo de la representación.

Por encima, tampoco está bien escrita, pues es un texto nada bien explicado que quizás funcionaría como debería (dentro de lo que es su escasa calidad y originalidad) con el complemento de imágenes cinematográficas (con razón hay una película); y, con las correcciones debidas, y aumentándolo mucho, incluso como relato corto (se ve muy claro su origen novelesco, que lo que estamos viendo es un mal resumen… y demasiadas malas experiencias hemos tenido ya en este teatro a ese respecto)… pero como monólogo teatral, se hunde totalmente: se dan muchas cosas por hecho, hay saltos temporales inexplicables, una nula presentación de personajes y ninguna definición de estos (a los que realmente no llegamos a conocer)… etc. La verdad es que llega a sorprender los errores de aficionado que contiene el texto y que tanto llaman la atención por ser tan extremadamente básicos.

Y mejor no hablar de las incongruencias históricas….

En definitiva, la base de la representación es una pesadez, algo plumbeo e insustancial, totalmente carente de novedad y de mérito literario; un mal comienzo que fácilmente arrastraría al resto de los elementos implicados a un mal desarrollo, pero curiosamente… eso no pasa.

Sorprende la magnífica dirección, con una puesta en escena de lo más agradable e ingeniosa dentro de su minimalismo, el cual, con escasísimos recursos, consigue crear algo bello que permite evocar las más variadas emociones. Especialmente a través del encanto de esas luces que se encienden y apagan alrededor del escenario, que le da a toda la representación un toque de cuento, de verbena… que sé yo, lo único que puedo decir es que me encantó y deslumbró el como con tan poco se podía conseguir tanto.

No se queda atrás el resto de la escenografía, que en su enorme simplicidad, también resulta igualmente grata y estética con esa madera avejentada y carcomida, pero resistente, perfecta metáfora del propio personaje protagonista.

Quizás su único defecto es la dirección de actores, la actriz no se mueve del banco en ningún momento durante la representación, no hay ningún tipo de movimiento en escena; lo que, si no fuera por lo que se comentará más abajo, hubiera provocado un aburrimiento atroz e insoportable.

Ya sólo queda hablar de la actriz única y principal: Lolita.

Empezaré por decir que, personalmente, nunca he sido un gran fan de la familia Flores, pues siempre me han parecido una perfecta representación de la tan criticada España como país de pandereta, la exacta evocación de un tópico folklorico (y su música actual, pese a estar adaptada a los nuevos tiempos, no desmiente mi afirmación) que si bien no se debe olvidar o dejar totalmente de lado (pues es una parte de nuestra cultura), sí que es necesario superar y evolucionar a partir de ello.

Lola Flores fue la perfecta encarnación de ese concepto durante el franquismo (y a posteriori), siempre era los eternos personajes de, u otra Carmen de Mérimée; o la eterna andaluza/gitana vaga, resalá y simpaticona pero astuta y aprovechada. A todo ese personaje creado, no ayudó la cruel realidad de la muerte, en sobradamente conocidas circunstancias, de Antonio Flores, que no les daba a mi parecer mejor fama ni reputación. Y en lo que respecta al resto de la familia, nunca me han despertado la más mínima admiración, ni pensé en algún momento que tuvieran el más ligero interés, simplemente lo señalado anteriormente.

Por ello, cuando vi quien protagonizaba la obra, rápidamente pensé, “genial, ya sé de que va, una obrita de denuncia sobre el maltrato de los payos hacia los gitanos, lo durísimo que es llevar esa vida y salir adelante en una sociedad como la actual” (obra que, hipotéticamente, a pesar de que habría sido extremadamente parcial, y por tanto nunca hubiera sido una obra maestra… al menos hubiera sido mejor que la que finalmente vi), sin embargo, a pesar de todo ello, me decidí a ir.

¡Y menuda sorpresa!, y además extremadamente positiva: Lolita deslumbra, invade con su magia toda la sala, está magnífica, sublime, imparte en esa hora toda una master-class de interpretación, una auténtica cátedra de arte dramático… tal y como lo describían en “Eva al desnudo” (que es la mejor forma de expresar lo que supone una gran interpretación), Lolita consigue convertirse en toda una revelación de fuego y de música; aún llegaré más lejos (y los seguidores de este blog saben que soy una persona exigente, lo cual realza sus méritos), pocas veces una actriz dramática me ha conmovido del modo en que lo hizo Lolita Flores en aquella función.

Y es que Lolita consigue un auténtico y magistral dominio de la escena, prácticamente sólo con su voz, unas cuantas hábiles miradas y algunos escasos gestos (con razón el director seguramente ni se molestó en dirigirla, ¡se quedaría embobado mirándola!), consigue no sólo hacer totalmente suyo el personaje, absolutamente creíble y perfecto… sino que encima, a pesar del texto, ¡que nos interesemos por él!, ¡y todo por ella, por su capacidad para fascinar al espectador!.

Conmovedora, talentosa, brillante, poderosa… todos los halagos pueden caer sobre esta actriz que consigue que esta obra, a pesar de lo poco interesante que resulta lo que dice (y es que es increíble como consigue darle vida, emoción y un dramatismo sin igual a un texto tan insulso y de tan poca calidad), merezca la pena exclusivamente por ella, ¡qué intepretación magistral!, desde luego (además de la cuidada puesta en escena ya mencionada), si hay alguna razón para ver la obra, es ella.

Y ya para finalizar, como curiosidad decir que tampoco lo tuvo fácil cuando yo fui, todo lo que podía pasar en una representación, pasó en la nuestra, un completo desastre y una vergüenza absoluta: sonaron y vibraron móviles; la gente tosió y carraspeó continuamente (¡hasta se sonaron ruidosamente las narices!), se desenvolvieron caramelos, hablaron… y lo peor fue que la cosa no se quedó sólo en el público, ¡yo llegué a oír las conversaciones en susurros de los técnicos!, ¡menuda catástrofe completa!… lo que era especialmente terrible, sobre todo cuando veías a la pobre Lolita dándolo todo, y alcanzando las cumbres más altas de la interpretación dramática; pobre mujer, realmente, es una auténtica profesional, puesto que a pesar de todo ello, su trabajo no pudo estar más a la altura ni ser más espléndido, ¡bravo por ella!.

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P.D: próximamente publicaré también la crítica de la obra de la sala 1 del Teatro español, “El loco de los balcones”, y como deseo beneficiarla (pues ya se sabe que yo siempre tardo demasiado en publicar las críticas… aunque mucha falta no le hace, hay muchísima afluencia de público), sólo diré que en ese futuro texto, las palabras, tan poco leídas en este blog de “obra maestra” formarán parte de una crítica altamente laudatoria.


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