Revista Cine

Crítica: Rush, Pasión y gloria (2013) de Ron Howard

Publicado el 28 enero 2014 por Proyectorf @Proyectorfant

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Título original: Rush
Género: Drama, Acción, Biográfico
Dirección: Ron Howard
Reparto: Daniel Brühl, Chris Hemsworth, Olivia Wilde, Alexandra Maria Lara, Natalie Dormer, Christian McKay, Tom Wlaschiha
Origen: El Reino Unido, Estados Unidos, Alemania
Año: 2013
Duración: 123 min
Calificación: AM13

 

“No te pongas profesional. En cuanto lo haces matas todo lo bueno, matas el deporte” James Hunt.

Debemos una crítica, una de las películas que en mi opinión fue de las mejores del año pasado (enormemente ignorada en las nominaciones al Oscar), pero la vi luego que saliera de cartelera y no se justificaba publicar esto tardíamente. La cuestión es que el cine es para siempre y esta crítica queda, por eso, decidí hacer la reseña de una película que me conmovió en su momento.

El cine es totalmente personal y subjetivo. Siempre lo dijimos y lo sabemos todos. Por eso, empezar esta crítica con apreciaciones personales no debería estar mal. En definitiva son historias que llegan porque, de alguna forma, como espectador uno se siente identificado o tocado por lo que ve.

Toda la vida me gustaron los deportes, todos. Nunca pude competir más allá de un fulbito o un partido de basket en la plaza con amigos, por otras cuestiones de mi vida. Pero la atracción de ver deportes me llegó siempre. Dentro de los deportes, entre toda la gama de competiciones, durante la infancia me gustaba también la fórmula 1, de Ferrari como toda persona con cierto amor por su sangre italiana.

Cuando llegó el momento en el cual Michael Schumacher se cansaba de ganar campeonatos y campeonatos, me empezó a aburrir. A pesar de ser hincha o desear de forma ansiosa su victoria, en un momento se tornó carente de sentido. No había competencia, para qué ver la carrera si sabés lo que va a pasar. Por eso, nunca más me volvió a atrapar la carrera automovilística en general, no me mude al TC o a las motos porque puse mi energía en otra cosa. Palo y a la bolsa.

Es así. Si no hay competencia, no hay deporte que atraiga. Quizás por eso se retiró Schumacher durante varios años para volver cuando veía la posibilidad de competir. No lo sé con exactitud.

En los últimos tiempos tengo una posición un poco encontrada del deporte. Yo nací en la era del deporte profesional, en su curva de crecimiento más grande a nivel negocio. Hablar de amateurismo y honor es tomar un discurso que no me pertenece, aunque muchos lo hacen porque lo sienten o mantienen en su práctica cotidiana. Mirar deporte sigue siendo atrapante, apasionante, pero el negocio y sus intereses tomaron una dimensión tan omnipotente que ya da asco.

El valor del deporte

Rush está en un contexto de profesionalismo previo al actual, por lo tanto, es otra época. Hablar de espíritu amateur en esta película no tiene sentido, pero algo de eso hay. La emoción del correr, de ganar, la ambición de ser el mejor y poner en riesgo el cuerpo por más que carezca de sentido en lo concreto.

“Eso es nobleza. Es como ser caballeros” le dice Hunt a Niki Lauda en el final de la película, sin delatar ninguna parte del argumento de culminación. De eso se trata el deporte, en eso está el sentido de la película. Rush va a épocas donde la ahora superprofesional fórmula 1 significaba arriesgar la vida, vivir al límite y la velocidad tenía sentido en su peligro. No quiero decir que esa competición deba volver a eso, no es la intención. Pero la película hace desear eso.

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Esa forma de ser se exhibe en dos personajes tan opuestos como iguales. Uno es Niki Lauda, el obsesivo, representante de la disciplina alemana, carácter de pocos amigos, maniático en los detalles y riguroso como pocos; el otro tan fanfarrón como el austriaco pero con carisma, playboy, fiestero y poco adepto a la rigidez y la corrección, el inglés James Hunt. La película trata de la rivalidad como eje en la temporada de 1976 de la fórmula 1. A pesar de la superficial disparidad, su punto de contacto es muy fuerte. La ambición por ganar, la adrenalina por competir y esquivar a la muerte, por demostrar que son líderes y vencer a su contrincante.

El deporte necesita eso, un opuesto… algo que te alimente para seguir y vencer. Esto no es algo novedoso, pero en esa relación que Rush transmite, magníficamente abordada y con dos actores que si bien no deslumbran, cumplen un papel verosímil y correcto, me hace acordar un poco a Messi y Cristiano Ronaldo. Los dos se necesitan, parecen completamente distintos pero hay algo más allá que los iguala.  Es en la ambición, el hambre de gloria, la zanahoria que los haga continuar en el camino.

Creo que si en algo falló Rush, por lo menos en mi visión, fue que ninguno de los dos personajes despierta ese hecho de tomar posición por uno de los dos. Lauda y Hunt no despiertan esa pasión, no nos obligan a ponernos de un lado sí o sí. Son diferentes, te puede gustar más uno que el otro, pero a la larga es muy neutral en cuanto a la “preferencia”.  Aunque puede ser una virtud, porque nivela lo opuesto al mismo escalafón,  y no todo tiene que estar dentro de la dicotomía “heroe”- “antiheroe”. Porque en definitiva esa fue la intención final.

Volviendo a la película, se destaca en todo. En los giros de la narración, en el dramatismo, en la credibilidad de las escenas y es en la fortaleza de sus personajes donde el film llega a sus mejores momentos. El cine que aborda deporte, cuando es bueno, suele explotar los momentos dramáticos con escenas que quedan en la retina, la carrera en Monza y la de Nurburgring tienen todo eso. Su representación simplemente fue excepcional, sobre todo por la dificultad de hacerlas en la práctica.

Si te gusta el deporte, estás obligado a ver Rush. Si no te gusta pero querés entender de qué se trata, más todavía. Y si no te importa, también. La historia que cuentan excede la competencia, aunque éste sea su eje central.  La naturaleza humana está expuesta en estos 120 minutos.

También la cosmología de un mundo que parece no existir más, donde el ultraprofesionalismo metódico y deshumanizante era una utopía. Donde los intereses del negocio recién se empezaban a imponer por encima de la competencia, y se cristaliza cuando deciden correr en Japón (la última carrera). Donde el Super Bowl en los Estados Unidos no era Madonna o U2 cantando en el entre tiempo, donde el ciclismo o el atletismo se trataba de atletas y no de humanoides programados genéticamente para competir, y donde el fútbol era la pasión por los colores y no por el aguante.

Por lo menos es la sensación que Rush me hizo llegar, quizás ni siquiera haya sido su intención. El problema es a nivel mundial, y por múltiples factores. Quizás parezca que tengo una mirada muy romántica del deporte, no es así. Pero es lo que me despertó Rush. Quizás el deporte, en ese momento, no era tan romántico tampoco. Desconozco.

Para cerrar, vuelvo a una anécdota personal, en una reunión de amigos hablando de los mundiales uno dijo: “el de Italia 90 fue el último mundial de verdad, el resto fue todo comercio”. No sé estoy de acuerdo con eso del todo, quizás nuestro amor por Maradona nubla los ojos. Pero Rush me hizo sentir que es así.

Por Germán Morales


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