Crónica Berlinale 2012: "Keyhole" la familia Maddin al completo

Hace prácticamente una década un desconocido director canadiense fue la gran revelación del Festival de Sitges. Para sorpresa general ganó el principal premio por una película, "Dracula, pages from a virgin’s diary", que era mitad ballet, mitad terror, rodada en blanco y negro y que en los diferentes pases del certamen, sólo vieron algunos miembros del jurado y cuatro críticos de aquí y allá. Prosiguió su camino con "The saddest music in the World", extravagante film donde una matriarca sin piernas convocaba un concurso que premiaba a quien compusiera la melodía más triste del mundo. Lo hacía combinando el blanco y negro con el color, los estilos de cine clásicos con los contemporáneos. Aún hay sitio para el cine de vanguardia y así es como Guy Maddin ha seguido afianzando el estatus de director de culto con personalidad irrenunciable. "Keyhole" podría ser la última prueba de ello.

¿De qué va?

"Keyhole" es un relato paralelo a "La Odisea" de Homero donde un ganster retorna al hogar tras una larga ausencia regresa llevando consigo a una chica ahogada que ha retornado misteriosamente a la vida, y un atado y amordazado rehén, que en realidad es su hijo adolescente, Manners.

¿Quién está detrás?

Presentado con anterioridad, Guy Maddin.

¿Quién sale?

Un hasta ahora olvidado Jason Patric, Udo Kier, Kevin McDonald, su musa Isabella Rosellini, Louis Negin, y su pene.

¿Qué es?

Cabeza Borradora pasada por el filtro Buñuel.

¿Qué ofrece?

La cerradura de una puerta por la que colarte y entregarte un particular universo familiar de la mano de Guy Maddin. Su germen nace en el interior de una casa repleta de pesadillas y memorias para acabar sumergiéndonos de cabeza en el más oscuro pensamiento humano. Y lo hace a través de una desbocada odisea familiar de tintes noir, empapada en el más radical surrealismo, y propulsada por una fantasía extremadamente decadente, pero también brutalmente arrolladora. "Keyhole" era presentada en el pasado Festival de Toronto ante el asombro de algunos y la incomprensión de muchos. Más de lo mismo en la Berlinale. Era de esperar, tratándose de Guy Maddin.