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Crónica de mí mismo - Walt Whitman

Publicado el 02 septiembre 2015 por Rusta @RustaDevoradora

Crónica de mí mismo - Walt WhitmanEdición:Errata naturae, 2015 (trad. Laura Naranjo y Carmen Torres)Páginas:304ISBN:9788415217909Precio:19,90 €

Crónica de mí mismo - Walt Whitman

Hojas de hierba, 1960-61

Mucho se ha dicho y estudiado sobre Walt Whitman (West Hills, 1819–Camden, 1892), uno de los más célebres poetas norteamericanos de todos los tiempos. Crónica de mi mismo, una selección de más de cien cartasescritas por él a lo largo de cincuenta años, desde 1840 hasta los días previos a su muerte, permite ahondar en su lado más personal, el del Whitman amigo, compañero y amante, que se expresa con naturalidad y se preocupa por los quehaceres cotidianos, sin entrar en disquisiciones literarias. Su vastísima correspondencia, que comprende más de tres mil misivas, permanecía inédita en castellano hasta ahora. Errata naturae ha recuperado, con una excelente traducción anotada de Laura Naranjo y Carmen Torres, algunas de sus cartas más importantes siguiendo un criterio que muestra las experiencias que más marcaron al autor y la evolución de sus intereses con el paso del tiempo. Son textos honrados, claros, de un hombre que sabe adaptar su tono al del destinatario —desde soldados semianalfabetos que conoció en el hospital a los editores de su libro Hojas de hierba— y desprende una gran viveza en todo cuanto escribe. No es esta una correspondencia de literato, sino más bien de la persona que hay detrás del genio.

Crónica mismo Walt Whitman

W. M. Rossetti

La editorial, para situar el contexto en el que las misivas fueron escritas y facilitar el seguimiento por parte del lector, propone una división en siete etapas, algunas bastante breves. En las dos primeras, las cartas de juventud, se entrevé cómo a Whitman le cuesta encontrar su sitio mientras coquetea con los ambientes bohemios de Nueva York, hasta que en 1855 publica la primera versión de Hojas de hierba. Es en el tercer bloque, más dilatado, en el que se comienza a profundizar más en él. Corresponde a las cartas escritas entre 1861 y 1965, en plena guerra de Secesión, cuando Whitman se pasea como voluntario en los hospitales militares para ofrecer consuelo, compañía y pequeños regalos a los soldados heridos. Whitman se siente extrañamente cómodo entre los jóvenes destrozados por la contienda, actúa como un padre y un colega a la vez, y en sus escritos a amigos y familiares expresa con transparencia el afecto que siente por ellos, las horas que les dedica —la creación literaria y la búsqueda de trabajo pasan a un segundo plano durante este periodo—. Es sorprendente —y no lo sería menos para los militares— imaginar a un hombre de letras, ya maduro, entre los pasillos del hospital, reconfortando a los muchachos de forma desinteresada, solo a cambio de una pizca de la estimación con la que él los trata. Whitman escribe asimismo a los soldados y a los padres de algunos de ellos; textos que derrochan educación y sensibilidad en medio del horror. Entre los chicos, destaca Tom Sawyer, con el que mantiene una relación más estrecha.
Madre, no puede hacerse una idea de lo que siente un hombre después de haber visto o vivido lo que ocurre en el frente, en el ejército, con los heridos… Nace en su interior el sentimiento más profundo que haya experimentado jamás. La bandera, la cancioncilla del «Yankee Doodle» y cosas así producen un efecto sin parangón en los hombres. He visto a algunos deshacerse en lágrimas y a otros empalidecer en tales circunstancias. A su madre, 1864, pág. 100.

Crónica de mí mismo - Walt Whitman

Anne Gilchrist


Terminada la contienda, Whitman publicó Redobles de tambor (1866), su poemario de guerra, y poco a poco Hojas de hierba se fue difundiendo en Europa, gracias al interés de William Michael Rossetti, hermano de Dante Gabriel y Christina Rossetti, con el que mantuvo una intensa correspondencia; aunque seguía con dificultades para conseguir reputación en Estados Unidos —se había autopublicado, sus ventas eran exiguas y apenas recibía atención de los críticos—. Las cartas de esta época se centran más en su obra, en lo crítico que el propio Whitman se muestra con sus primeros textos y en lo meticuloso que es con la edición (hace peticiones sobre la tipografía, la cubierta y demás cuando escribe a su editor). Lidió con la censura por los contenidos sexuales explícitos de Hojas de hierba, que en principio se negaba en rotundo a suprimir. Además, como consecuencia de su publicación en Inglaterra, una mujer, Anne Gilchrist, le escribe cartas de admiradora enfebrecida —un fenómeno fan precoz—. Whitman responde incómodo, pero con su cortesía habitual, y con el tiempo afianzan una sólida amistad más allá del océano. En esta época abundan, por otro lado, las cartas a Peter Doyle, un veinteañero semianalfabeto, veterano del ejército, con el que mantuvo su relación más duradera, una amistad que, como la de Tom Sawyer, está a camino entre el amor, la fraternidad y los sentimientos paternales. A él dedica sus cartas más sentidas, hablando de cualquier tema cotidiano, para animarlo —Doyle tenía tendencia a deprimirse—.En 1873, las cosas empeoran para Whitman: cada vez más distanciado de su amigo Doyle, sufre una apoplejía que lo deja confinado en casa, poco después muere su madre y lo despiden del trabajo. Se ve obligado a subsistir con pocos recursos, apartado del bullicio. Las cartas de los amigos son su único consuelo; ha pasado de ser el hombre afectuoso que ayudaba a los soldados a necesitar él esa atención, aunque su mente sigue fresca a pesar de la difícil recuperación y nunca se queja. Sigue escribiéndose con sus editores, se muestra obcecado para defender su obra, que poco a poco se va vendiendo más. El autor, además, abandona Washington para instalarse en Camden, en una granja que evoca los ambientes de su infancia. En esta etapa también encuentra tiempo para una amistad con un joven, Harry Stafford, que repite los mecanismos de las anteriores. En sus últimos años, cada vez más débil y paralizado, Whitman trata de sobrellevar el dolor con estoicismo—literalmente: cita a Epicteto—. Llama la atención su aliento, la fortaleza con la que se enfrenta a la enfermedad, sin dramatizar ni autocompadecerse. Incluso en estas circunstancias aún es capaz de ofrecer cariño a sus allegados.

Crónica de mí mismo - Walt Whitman

Walt Whitman

Querido hijo, hay que mirar hacia delante y «lanzar las penas al viento»; al fin y al cabo, la tristeza reside en uno mismo y no depende del exterior. La vida es como el tiempo, tienes que aceptarla tal como venga y puedes hacer que vaya bien sólo con proponértelo (y prepararte convenientemente para la lluvia y la nieve). A Harry Stafford, 1882, pág. 229.

Esta Crónica de mí mismo descubre al Whitman más íntimo, un Whitman apasionado, generoso, familiar, tranquilo y bienintencionado, un Whitman de ideales firmes que se desvive por sus amigos (y por sus más que amigos) y no desiste en su empeño por dar a conocer su obra. Ahora el lector puede conocerlo mejor a él gracias a estas cartas.

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