Revista Cultura y Ocio

Crónica de un viaje a Irán: Hamadán. (Parte VI)

Por La Cloaca @nohaycloacas

Publicado por Nacho S

Hamedan_Night_Panorama1
Había anochecido y el autobús continuaba ininterrumpidamente su camino a través del país hacia Hamadán. La carretera estaba débilmente iluminada por lo general, dificultando ver por dónde nos estábamos moviendo. La oscuridad se rompía cuando llegábamos a algún pueblo que tuviera algún local de comida rápida iluminado por luces de neón, generalmente rojas y chillonas. Yo evité mirar el reloj en todo el trayecto para no agobiarme demasiado. Había calculado que según la distancia y la velocidad a la que habíamos visto que se movía el transporte llegaríamos en 15 horas.

Recuerdo todo aquello como una ensoñación en la que de vez en cuando abría los ojos y me veía en ese autobús sentado, me cambiaba de posición y volvía a ese estado que nadaba entre la vigilia y el sueño. Otras veces nos repartían las cajitas con los famosos dulces y los zumitos superazucarados y yo las agarraba y comía algo casi de forma autómata. También recuerdo un par de paradas en pueblos en mitad de la nada donde bajábamos a estirar las piernas y al baño. Tengo un flash de un baño infame donde entré a mear y había mierda por todas partes. Los baños (esos tradicionales agujeros pestilentes en el suelo) solían estar bastante sucios pero aquel se llevó la palma.

Cuando llegamos ya había amanecido. Pillamos un taxi que nos acercó a la plaza central. Hamadán tiene una característica disposición: el centro de la ciudad es la plaza Imam Khomeini (como no), y el resto de la ciudad se dispone concéntricamente respecto a ella. De la plaza salen 6 avenidas radiales que se alejan en todas direcciones cruzándose perpendicularmente con otras avenidas circulares y con las distintas calles. A pesar de esto, dentro de cada bloque siempre había muchos callejones por donde perderse.

hamadan

Nos quedamos en una pensión bastante decente donde nos dieron una habitación doble. Tras asentarnos salimos a dar una vuelta por la que es una de las ciudades más antiguas del mundo. No obstante, no hay grandes vestigios de este hecho. Quien busque una ciudad repleta de monumentos y lugares reseñables, rincones bonitos y demás no debería parar en Hamadán. Nosotros en nuestra ruta de vuelta hacia Teherán barajamos la posibilidad de ir al Kurdistán, Kermanshah u otros lugares más alejados aún de las rutas tradicionales y la conveniencia nos trajo allí. No obstante hay cosas reseñables y tuvimos contactos muy interesantes con la gente local.

Lo primero que hicimos fue dar una vuelta con la idea de parar pronto para comer. Los negocios habían empezado a abrir y la calle estaba repleta de gente. Había muchísimas tiendas de frutas, verduras y alimentación en general. También había pequeños negocios de dispositivos electrónicos, ropa, talleres…

Nuestro paseo nos llevó a una zona algo alejada y tranquila donde vimos el típico sitio de comida rápida. Al entrar, el joven que regentaba aquello se percató de nuestra condición de turistas y se acercó realmente ilusionado. Nos preguntó en el poquísimo inglés que sabía todo lo que pudo. Pedimos el chelo kebab para variar, realmente dudo que pusieran otra cosa, y cuando nos lo trajo se sentó a nuestro lado tremendamente sonriente con los codos apoyados en la mesa y las dos manos en la cara a vernos comer y a preguntarnos cosas que no solíamos entender muy bien. Estaba realmente encantado de que estuviésemos allí. Éramos un poco como monos de feria pero lo llevamos bien entre risas disfrutando lo divertido de la situación.

Cuando terminamos de comer nos pidió por favor hacerse unas fotos con nosotros. Nosotros accedimos encantados, por supuesto. Luego llamó al cocinero y nos hicimos fotos con él también, luego otra todos juntos etc. No quiso que le pagáramos pero nos negamos y le abonamos lo debido. Nos despedimos alegremente fuera del local; nuestro joven amigo con su mano derecha sobre el pecho aún sonriendo agradecido nos deseó buen viaje y nosotros seguimos hacia delante.

Emamzade_abdolla-Hamedn

Paseamos por el bazar, vimos la mezquita del viernes y nos perdimos por las callejuelas hasta llegar al Imamzade Abdollah, donde descansan los restos de dos descendientes del Imam Musa Sadr, séptimo imam de los chiíes duodecimanos. Fue el edificio que más me gustó de la ciudad. Se hallaba en el centro de una rotonda. Para llegar a él había que lanzarse intrépidamente a la carretera e intentar no ser atropellado por algún coche. A estas alturas ya habíamos cogido el truco de colocarnos al lado de alguien que fuera a cruzar e imitar sus movimientos.

Dentro se respiraba un clima de fervor religioso. Un llanto resonaba en las paredes. Los restos funerarios estaban colocados en el medio del edificio, para que tanto las mujeres como los hombres pudieran verlo y tocarlo desde sus respectivas zonas.

abodllah

Al salir nos recorrimos la avenida radial de vuelta hacia la plaza central. En algunas fachadas vimos los típicos homenajes a los caídos en la guerra Irán-Irak.

caidos

Decidimos dirigirnos hacia el museo donde se encontraba la tumba de Avicena. Era un pequeño museo dedicado a las ciencias médicas que estaba en un parque, dentro había una exposición de plantas medicinales y una versión persa de El canon de medicina entre otras cosas. Había también multitud de textos divulgativos sobre la vida y descubrimientos del médico y filósofo, todos en farsi desgraciadamente para nosotros.

Avicena

Avicena 2
Tras visitar el museo nos dirigimos a la histórica estatua del león de piedra.

Alrededor de ella se disponían grupos de personas mayores que jugaban a un extraño juego: colocaban piedrecitas sobre un tablero las cuales iban moviendo hasta derrotar al otro. Por más que estuvimos contemplando no llegamos a comprender en qué consistía aquel entretenimiento. Respecto a la estatua: tiene un origen controvertido (podéis leerlo aquí), lo que no cabe duda es de que se trata de una estatua que tiene muchísimos siglos de vida (se intuye viendo lo desgastada que está).

Shir_sangi

Después de echarnos un rato en el césped levantamos la mano para parar algún coche y volver al centro a cenar. Un chico nos recogió encantado y nos llevó por miles de atajos y callejuelas hasta el hostal. Durante el camino nos habló de su formación universitaria y sobre su situación de desempleo. Al final se negó a cobrarnos.

Al norte de la plaza central se encontraba el complejo de la tumba de Ester y Mardoqueo, lugar donde se supone residen los restos de esta profetisa hebrea y figura del antiguo testamento y su primo. Un señor judío de unos 70 años nos dejó entrar un poco a regañadientes, luego nos explicó brevemente a Javi, a mí y a una mujer canadiense originaria de la ciudad un poco todo aquello. Luego nos invitó a dejarle un donativo. Le dejamos 50.000 riales pero el tipo consideraba que su charla de 2 minutos merecía más pasta y nos presionó para darle más. Luego nos dijo que coleccionaba “bolígrafos” de otros países y nos preguntó si le podíamos regalar alguno. Mi boli bic pareció no impresionarle en absoluto y lo rechazó de forma vehemente haciendo aspavientos. Un tipo bastante jeta.

Para terminar el día cenamos en la plaza central y apalabramos en el hostal una visita al día siguiente a las cuevas de Ali Sadr. Era hora de dormir.

Por la mañana desayunamos tomando el té en el hostal. Pronto nos avisaron que nuestro conductor estaba ya esperándonos a la puerta. Nos estrechamos las manos educadamente y sonriendo y nos metimos en el vehículo.

Las cuevas se encuentran aproximadamente a 80km al noroeste de la ciudad. El camino hasta allí discurrió por carreteras secundarias, adelantando motos, tractores y demás vehículos. Hacía un sol espléndido, como durante casi todo el viaje, y disfrutamos el camino bastante más relajados ahora que ya estábamos acostumbrados a la conducción local. Nuestro conductor no hablaba ni una palabra de inglés, por supuesto, pero era bastante simpático.

Las cuevas de Ali Sadr son las cuevas acuáticas más grandes del mundo. Aparentemente el agua sale de un manantial cercano, creándose un río por su interior que cubre gran parte de sus 11km de longitud. El recorrido por su interior se realiza principalmente sobre unos pequeños botes, aunque también hay partes que se hacen andando.

Alisadr_cave

Alisadr-cave-90

El complejo atrae, según fuentes locales, a millones de turistas al año. Por lo que pudimos comprobar la apabullante mayoría eran turistas nacionales, mayoritariamente familias.

Ataviados con chalecos salvavidas durante todo el transcurso, la excursión fue muy plácida y disfrutamos mucho del ambiente familiar que había. Uno de los momentos más peculiares fue cuando antes de entrar tuvimos que hacer una gestión con un alto responsable del centro. Aquel hombre se interesó por nosotros y estuvimos charlando un poco de todo. Dominaba el inglés de forma bastante decente y su conversación se centró sobre todo en el ámbito de las relaciones interpersonales, por decirlo así. Nos hizo la clásica pregunta de si estábamos casados y teníamos hijos. Ante nuestra negativa nos dijo: ‘Si fueseis árabes estaríais casados y tendríais más de 6 o 7 hijos. Si fueseis persas lo mismo pero con 2 o 3 hijos.’ Luego se echaba unas risas. También nos dijo que en Irán era una putada aquello de casarse y estar siempre con la misma persona, aunque dijo que lo normal era tener amantes por ahí. Aquí volvió a chocar en mi cabeza este tema con las famosas lapidaciones por adulterio que tanto nos comentan en la prensa occidental. Ese hombre y el taxista de Isfahán habrían sido grandes colegas.

Finalmente, tras salir de las cuevas y sentir de nuevo el sol y el aire seco y cálido, nos reunimos con nuestro taxista, quien nos regaló un par de botes de mermelada de zanahoria y nos dio a comer algunas verduras en conserva mientras volvíamos a Hamadán. Al llegar a la ciudad paramos en la estación de autobuses para que él nos ayudara un poco, más que nada por seguridad, con el tema de volver a Teherán. La cosa quedó en que debíamos esperar hasta la noche para salir, así que volvimos a la ciudad con él.

Decidimos tomar el té en un local que se salía totalmente de lo convencional. Era un restaurante que, aunque decorado con un estilo tradicional y con mucha simbología zoroastra, se parecía bastante a lo que entendíamos por un restaurante normal. Había mesas, platos, cubiertos y servicio de camareras. Fue una auténtica lástima no haber llegado allí a la hora de comer.

Nos pedimos el té y Mohammed, el dueño, se nos acercó curioso a hablar con nosotros. Era un hombre muy viajado y exageradamente hospitalario y amable. Nos comentó todos los lugares por los que había estado y lo que había sentido como iraní. Se notaba que tenía un nivel cultural bastante alto. Enseguida nos señaló una mesa repleta de recipientes tradicionales llenos de mermelada de arándanos, varios tipos de ensaladas, conservas, labneh y demás entrantes, y nos dijo que comiésemos todo lo que quisiéramos, que estábamos invitados personalmente por la casa. Las camareras estaban muy contentas y eran muy atentas con nosotros, se notaba que debían considerar un privilegio trabajar en un sitio como aquel y tener un jefe tan bueno. Mohammed, se nos acercaba regularmente a ver si necesitábamos algo más y para charlar.

Al terminar fuimos nosotros los que nos quisimos hacer una foto con él, para tenerle siempre en el recuerdo. Una grandísima persona de la cual aún nos acordamos con frecuencia.

Javi y Mohammed

Ya a la noche, muy cansados, volvimos a la estación y esperamos la salida de nuestro bus viendo un partido de fútbol que estaban retransmitiendo. Bastante entretenido la verdad.

El hombre de la compañía de autobuses, que debía ser un cachondo por todo lo que se reía la gente en cuanto abría la boca, nos llamó a lo lejos para que le siguiésemos al autobús. Nos llevó personalmente hasta nuestros asientos y nos deseó un feliz viaje. El círculo se cerraba. El viaje iba llegando a su fin. Volvíamos a Teherán.


Crónica de un viaje a Irán: Hamadán. (Parte VI)

Volver a la Portada de Logo Paperblog