Terminas de cenar, te preparás un cafecito cortado, lo llevas al living donde están todos mirando una película: paz en el ambiente y estás lista para sumarte al grupo.
De repente observas a uno de tus hijos con la mano en la cabeza. Implorás por dentro que por favor no comience a rascarse y cerrás los ojos con fuerza.
Al abrirlos te das cuenta que fue en vano, el más pequeño tiene compañía.
Te quedás dos minutos mirándolo mientras recordás dónde está el peine fino (¡mejor no perderlo porque está carisimo!).
El café será acompañado de una actividad no muy placentera: encontrar a los intrusos y retirarlos de a poco.
Ya sabés que si cae uno pueden caer todos, así que según las cuentas, la próxima hora ya tenés las manos ocupadas.
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