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Crónica del pájaro de twitter que da cuerda al mundo.

Publicado el 15 junio 2015 por Miguelmalaga
CRÓNICA DEL PÁJARO DE TWITTER QUE DA CUERDA AL MUNDO."Por alguna razón, hoy toda pequeñez parece tener una importancia incalculable, y cuando de alguna cosa se dice que no tiene importancia suena a blasfemia. Nunca se sabe —¿cómo lo diría yo?— cuál de nuestros actos, cuál de nuestras omisiones tendrá alguna importancia."

E. M. Forster, Donde los ángeles no se aventuran.

Nunca me ha hecho demasiada gracia el arte de contar chistes. Me parece una forma de humor muy encorsetada, una historia que se aprende y se recita, esperando provocar carcajadas en el improvisado auditorio. El problema es que siempre suelen estar fuera de contexto. Considero que es mucho más divertido el humor improvisado, el que se adapta a una determinada situación y en el que pueden participar todos los interlocutores. Pero peor todavía que un chiste recitado es un chiste escrito. ¿Hay que leerlo imaginando a Arévalo detrás de un micrófono? Más horrible aún es que la agudeza tenga tintes racistas, xenófobos o se ría de los más desamparados. Existen muchos debates acerca de los límites del humor y hay bastante consenso en estimar que lo mejor es que la referencia temporal y espacial se encuentren cuanto más distanciadas mejor. No es lo mismo bromear acerca de las víctimas del Titanic que las del 11-M.

Dicho esto, lo que más me interesa del caso del concejal madrileño Guillermo Zapata es la repercusión que tienen unos tuits escritos por él - y seguramente olvidados - hace cuatro años. Puede que sean de muy mal gusto o puede que estén en las fronteras de lo que es razonable, pero el caso es típico de un momento histórico en el que la privacidad ha pasado a mejor vida para buena parte de la población y somos prisioneros de cualquier cosa que escribimos en internet, que puede volverse contra nosotros años después. Lo paradójico es que mucha gente escribe en Twitter o en Facebook esperando repercusión, sintiéndose importantes o muy originales, pero muy pocos son los elegidos que verdaderamente se hacen famosos gracias a ellos. Y para algunos de éstos, esta efímera fama resulta la peor de las pesadillas.

Solo hay que ver lo inquisitorial que se vuelven muchos usuarios de las redes sociales ante una frase de mal gusto que, por lo que sea, se vuelve trending topic. Nos gusta cebarnos con quien ha caído en desgracia por haber cometido un error en una tarde tonta o por haberse malinterpretado sus palabras, por haberse sacado de contexto o porque pertenecen al pasado y la persona ya no es la misma. Antes, cuando uno decía una barbaridad, quedaba entre unos pocos amigos y al poco se olvidaba o quedaba como anécdota privada de unos pocos. Ahora cualquiera es cautivo de sus propias palabras o puede ser grabado sin que lo advierta mientras está borracho o haciendo cualquier barbaridad. Somos cotillas, chivatos e inquisidores y podemos serlo a nivel mundial, desde al anonimato (relativo) que proporciona un alias en internet. Sienta bien que exista gente peor que uno mismo o que no sea capaz de esconder sus pequeñas suciedades debajo de la alfombra.
Está bien que Zapata haya dimitido, que al menos existan grupos políticos con ese nivel de ética. Produce vergüenza ajena escuchar vociferar por unos chistes desafortunados a algunos políticos que miran para otro lado respecto a gravísimos casos de corrupción en sus propias filas, pero qué le vamos a hacer, es el signo de nuestro tiempo. A mí no me gustan los chistes prefabricados en general y menos aún los que se refieren al Holocausto judío o a las víctimas del terrorismo. Creo que son asuntos respecto a los que solo corresponde bromear a las propias víctimas. Pero creo que forman parte de nuestra libertad de expresión, siempre que no ofendan a personas concretas (además observo con asombro cómo algunos se rasgan las vestiduras ante lo de Zapata y defendían hace unos meses con denuedo a Charlie Hebdo). Tampoco creo que el tal Zapata sea racista ni apoye a ETA, como otros aseguran. Son cosas de nuestro tiempo, en el que los que arrastran enormes vigas pueden denunciar pequeñas motas detectadas en el ojo digital de los demás. 

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