Revista Coaching

Cuando casarse o tener un hijo se vuelve tu peor pesadilla

Por Kheldar @KheldarArainai

Una sorprendente cantidad de mujeres y hombres me hace llegar sus dudas e inquietudes con el tema de formalizar su relación –por mucho que no me guste la expresión, es la que usan– o el de ser padres últimamente.

Tiene su lógica, ya que en algún momento un artista que se dedica al arte de amar debe acabar mencionando estas situaciones. Especialmente por su papel dentro de la sociedad como sucesos derivados del acto de amar. El debate que me gustaría introducir al respecto es el siguiente:

¿Por inercia o por decisión propia?

La mayor parte de los comentarios que recibo hoy en día se pueden resumir de la siguiente manera y son, en buena parte, tanto públicos como privados. De hecho, Aziz Ansari es un monologuista que tiene una manera espectacularmente clara, sincera, directa y divertida de abordar el tema.

Los mensajes que recibo siguen más o menos esta estructura:

Llega un momento en que todo lo que recibes son presiones para tener lo que se supone que deberías tener a ciertas edades -trabajo estable, casa propia aunque sea de alquiler, un coche y algo de dinero para poder mantenerte-. Tener pareja y tener hijos no se queda fuera de estas presiones. Las personas de tu entorno que ya lo hicieron te hacen sentir una buena dosis de malestar al juzgarte por no desear seguir sus pasos y meterte en el mismo saco. Se atreven a decirte que no tienes la menor idea de lo que significa amar, que nunca te realizarás como persona si no tienes hijos y cosas semejantes.

Y el monólogo de Aziz que mejor trata estos temas por ahora es Buried Alive (Enterrado Vivo):

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Una traducción aproximada para quienes no tienen bastante maña con el inglés:

Tener un hijo es una apuesta arriesgada. Nadie lo describe así, pero lo es. Piensa sobre la posición que ocupas en la vida cuando decides tener un hijo. Normalmente una situación de gran seguridad. Te has casado, has encontrado una pareja -y eso es enorme-. También se suele tener un trabajo y una vivienda, algo que es difícil de asegurar… Y es como haber conseguido juntar todas las piezas de este enorme y complicado puzzle, y que de repente te pongas en plan “¡A LA MIERDA, TENGAMOS UN HIJO!” 

Y entonces, tu hijo se caga encima de todo el puzzle. Éste queda arruinado. Nunca más vas a poder reconstruirlo, ¡porque está destrozado! … Y ahora tienes un hijo. Y aquí está el riesgo y la parte terrorífica: puedes hacer todo bien, puedes leer todos los libros correctos y aún así puedes tener una absoluta mierda de persona por hijo.

Así que aquí vamos a intentar abogar por la claridad y por la responsabilidad en estos sentidos.

Por darte una idea de la sincronía de este tema en mis días actuales, te cuento que:

  • Mi socio y amigo Steve y su pareja Maria van a tener otro bebé. El hijo menor, cuarto en la tropa de mi querida amiga Cristina, acaba de cumplir dos años. Mis amistades en parejas de larga duración están teniendo hijos y casándose cada vez con más frecuencia… Cosa que podría deberse al hecho de que tengo amigos y amigas de todas las edades y procedencias. Algunos han decidido casarse a los 16 años, sin embarazo mediante. Otros han escogido ser padres a los 20. A otros les cayó el embarazo indeseado entre los 14 y los 20. Mil historias.
  • Durante los últimos años he salido con madres solteras que tenían una visión muy peculiar sobre por qué tuvieron hijos. Te sorprendería saber que algunas únicamente cedieron a los deseos de su pareja de entonces. Otras incluso fueron manipuladas, ya que no abortarían por motivos propios y su pareja se aprovechó de ello para dejarlas en estado. Les toca a ellas, por supuesto, dejar su vida y sus planes en pausa o para siempre en estos casos… O no. A veces tienen suerte. De nuevo, mil historias más.
  • De hecho, por el otro lado de la ecuación también se despeja la incógnita de formas curiosas… Me choca sobre todo el tema de las edades y la influencia cultural. De que en algunos países a los 19 años debes estar casado y pensando en tener hijos, o con varios ya. En especial, tradiciones –por llamarlas de alguna manera– que no concuerdan con la marea de la vida actual. Y así llegamos a casos arquetípicos. Ella le exige a él una cosa tras otra (casarse, conseguir una casa, traer dinero, etc.) y todo culmina en exigir el tener un bebé, por encima de los deseos de él –que ni quiere ni se siente preparado–… Y en montar broncas si el no cede. Sistemáticamente, a ver si con la guerra psicológica se sale con la suya. Y al final, él se siente infeliz, atrapado y emasculado porque ni siquiera acierta a asumir que una relación de amor pueda ser una cárcel.

Resulta que eso pasa cuando te topas con, parafraseando a Ronda Rousey (luchadora profesional de la UFC), una do nothing bitch.

Es decir, por juntarte con alguien que tan sólo quiere amarrarse a alguien que otro le deje la vida hecha… Y que su máxima aspiración es esa, poder atrapar a alguien. En muchos sitios se le llama rémora o sanguijuela a este tipo de persona.

Sin embargo, aunque Ronda no lo diga en su comentario (que es una brillante respuesta a quienes la critican diciendo que es demasiado masculina, por cierto); los hombres también podemos llegar a ser do nothing bitches. En especial si queremos conservar a una persona y no se nos ocurre cómo, y para colmo no sabemos cuidar bien de nosotros mismos.

Por tanto, hablemos con un poco de conciencia sobre el hecho de casarse y tener hijos.

Es una decisión más allá del amor

Aunque suene contrario a la lógica y la experiencia cuasi unánime de la humanidad, uno no se casa ni tiene un hijo solamente por amar a alguien. Con eso no basta. Es una decisión que integra tu estilo de vida, tus prioridades y tu dedicación durante mucho más tiempo del que crees. Puede marcar tu carrera y tus finanzas de por vida.

Y eso va tanto por tener pareja como por tener hijos.

Hay que tener en cuenta, además, que no todo el mundo vive una forma sana y correcta de amar… Esto es, aceptar y tomar a tu pareja tal como es; sin impedimento ni obligación. Partiendo desde un amor propio en el que decides entregar lo mejor de ti y recibir a la otra persona.

En un sentido bastante ideal, cuando amas apoyas a la otra persona y tan sólo aportas, no restas ni frenas. Haces honor a la libertad. De hecho, hay un fragmento de 11 minutos, el libro de Paulo Coelho, que viene al pelo aquí:

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Tener un hijo no une a las parejas, en contra de lo que podría parecer. No es un amarre infalible, y puede llegar a convertirse en una fuente (indirecta e involuntaria) de frustración e infelicidad, de disputas constantes y de problemas mayores.

Siempre puede darse que una de las dos partes de la pareja se implique más con los hijos, y que la otra parte se desentienda –disimulada o descaradamente– de ellos. Y que en el hecho mismo de los hijos haya un nexo, pero ellos estén divididos.

¿Eso es lo que deseas? Me da que no, pero nunca se sabe.

Por si esto fuera poco, piensa además que…

A los hijos hay que mantenerlos, y a tu pareja, con suerte no

Hoy en día no tienes la seguridad de poder cuidar de los niños, incluso con el apoyo de tu familia. Ni de que tu pareja pueda (y quiera) aportar al cuidado y al hogar.

Admitamos además que es muy ruin tener hijos para cargarle a otras personas su manutención (e incluso la tuya, en algunos casos y según cómo seas). Si te agarras del primer alero que encuentres, puede que te quedes atrapado allí para siempre y no eches nunca a volar para seguir tu propia vida. La falsa seguridad te gana la partida.

Ya no tienes la misma libertad para equivocarte e intentarlo mejor, intentarlo más veces y probar cosas nuevas y arriesgadas. Ya no puedes irte a otro país a probar suerte con la misma facilidad.

Hay quien depende de ti ahora… Y no puedes obligar a tu pareja a acompañarte. Tampoco puedes separar a tus hijos de su otro progenitor, a no ser que tengas la custodia en exclusiva.

En el mundo actual, con menos garantías en perspectivas laborales de tener una carrera exitosa y estable y viviendo la mayor ola de desempleo en todas las edades y sectores, somos muchos los que tenemos dificultades para procurarnos los medios para subsistir.

Una amiga me dijo no hace mucho que quiere conocer personas y compartir romance con ellas, pero que lo que no quiere es introducir a alguien en su vida de tal modo que le impida llevar el ritmo de vida que desea. Es muy viajera, y se mueve más que una mesa con las cuatro patas cojas… Así que no me extraña.

Siendo honestos, no hace ni dos años que yo perdí a una amiga y amante genial por eso mismo. Super liberal, muy mística y muy abierta. Estudiante de filosofía y gestalt. Una tía bohemia, como a mí me gustan.

¿El problema?

Estaba tan acostumbrada a su libertad y a tomar decisiones espontáneas que el hecho de tenerme en su casa un día, recibir una llamada para irse fuera cuatro días y tener que decir que no por mí –aunque yo me hubiese apuntado de mil amores– le cortó el rollo a lo bestia.

Y entonces, como cabía esperar, vino el consiguiente agobio y el “No puedo con esto… ¿Me comprendes, verdad? ¿No te molesta?”. No, no me molestó y sí, te comprendí. Pero eso no te libra de acabar como una anécdota en mi blog, querida.

Sería más prudente poner tus asuntos en orden antes de plantearte tanto emparejarse (o cualquier tipo de relación de intimidad al uso, para el caso) como ser padres… Pero lo normal es que estas cosas sean incontrolables o imprevistas, o ambas cosas a la vez. Con lo cual, mi consejo en dos palabras es: claridad y precaución. Hablemos sobre ello.

Por supuesto, a los hijos hay que cuidarlos y criarlos bien 

Cuidar a tu hijo no es tan fácil como quitarte tú para dárselo a él. Ni tan siquiera acierta el que se mete mil horas extras para pagarle casa, comida y otros enseres… Ya que lo que un hijo necesita es que sus padres estén presentes.

Si no estás para tu hijo cuando debes, luego no te extrañes de que no conozca más respeto y disciplina que lo que aprenda por la calle, en la tele o en Internet. No te horrorices si toma referentes inadecuados por no haber participado en su socialización.

No hace mucho, he leído que en Suecia se tiene por un deber del buen ciudadano el de criar adecuadamente a los hijos: pasar la mayor cantidad posible de tiempo al día con ellos, no abusar del tiempo en la oficina o el puesto de trabajo, tomarse días libres porque se pongan enfermos (lo cual en sueco tiene un verbo propio, hacer vab)… Y es un deber a la altura del de pagar tus impuestos.

¿Te ves en situación de hacer lo mismo? Si no tienes la libertad y la confianza para poder salir de tu puesto de trabajo sobre las cinco de la tarde, trabajar desde casa y sin horarios estrictos… Te verás haciendo malabares a diario. Y eso también es una parte importante de la decisión.

Si teniendo hijos te ves en la obligación de hacer malabares y consigues tirar a diario, mis más profundos respetos. Y mi admiración, también. En especial si lo decidiste tú, en vez de dejarte llevar; e incluso en ese otro caso.

No es un paso a seguir en tu vida 

¿Recuerdas ese infame “escribir un libro, plantar un árbol, tener un hijo”? Es una trampa lógica para los que tienen miedo de pasar por la vida sin haber contribuido y sin dejar huella.

Tener hijos no es algo que hacer porque te pica la cosa. Ni porque lo diga Fulano. Ni por costumbre. Ni por darle chispa a una relación apagada. Ni por intentar arreglar algo que parece irremediablemente roto…

Tener hijos es una de esas cosas autotélicas. Es decir, el sentido de tener hijos está en tenerlos. Y más aún, en tenerlos voluntariamente.

No es algo que deba hacerse a la ligera. Ni porque llevas mucho tiempo con tu pareja. Ni porque te lo pidan o porque te lo propongan. Las únicas razones válidas, insisto, son el deseo de tenerlo (cuando es deseado por ambos) y la incapacidad moral para el aborto (cuando no lo es). Tan crudo y claro como eso.

Nadie te puede obligar a tener un hijo… Y si tanto lo desea tu pareja, y te come la cabeza con ello constantemente, tal vez deberías dejar que lo tenga. Pero con otra persona. Si cedes en esa clase de exigencias, la otra persona aprenderá que a base de desgastarte podrá sacarte cualquier cosa. Y hará uso de ello, te lo aseguro.

Como no creo que quieras cargar a tu hijo con el peso de una decisión precipitada de la que te arrepientes o lamentas… Te aviso de esta posibilidad.

Ahora… Tal vez deba aclarar algo. No estoy juzgando ni señalando a nadie por el hecho de tener hijos y casarse a la edad que les dé la gana. Faltaría más. Este texto alude precisamente a eso… A que haya ganas, y algo más allá de esas ganas.

Este texto se basa en la premisa de que en algún momento puede apetecerte, o que puede no nacerte nunca el deseo de tener pareja y/o descendientes. Y ambas cosas están bien, porque son decisiones propias.

Procura cuidarte de las personas que quieran imponerte la decisión unilateralmente. Con frecuencia, no te quieren a ti, sino lo que podrían sacar de ti. Algunas personas llegan a ser tan retorcidas como para asumir que si te dan un hijo tendrás que permanecer a su lado para siempre, de una forma o de otra.

Para colmo, las leyes actuales funcionan tan bien que indistintamente de tu sexo te puedes encontrar desprotegido y, por ejemplo, ahogado en deudas que ni siquiera te pertenecen (por ejemplo; porque eran de tu pareja pero te cayó el muerto al separarse por haberos casado en cierto régimen, o porque al tener la custodia también te quedas con la casa, y cosas en ese orden).

A veces, el hecho de tener hijos en común se convierte en un arma que puede ser usada contra ti hasta por la vida misma… Y cada uno se cura en salud como puede y como mejor sabe. Si algún día me decido a tener hijos, es más probable que busque a una persona de confianza y responsable, antes que a una pareja. Cuestiones personales.

Nada que objetar a las parejas para quien lo elige y lo asume libremente, la verdad… Yo sólo digo que personalmente me siento más tranquilo con la idea de que siempre haya una buena relación entre la madre de mis hijos y yo, independientemente de lo que seamos.

De todas formas… No dejemos fuera lo más importante.

Comenzando por el hecho de que venga como venga al mundo hay más probabilidades de que sientas amor incondicional por tu hijo que odio de cualquier tipo; y dado que tanto la vida como las personas con las que la compartimos pueden ser muy imprevisibles e inconstantes…

Hagamos un voto por evitar en la medida de lo posible crearnos dificultades añadidas, que ya está la cosa bastante jodida por sí sola.

Ahora, como es costumbre en mí… Preguntas indiscretas para remover conciencias:

  • ¿Tienes pareja? ¿Cuánto tiempo lleváis juntos? ¿Ha surgido el tema de la paternidad?
  • ¿Cuánto duran tus relaciones en promedio? ¿Te has planteado la paternidad en alguna?
  • ¿De qué manera han afectado a tu vida tus parejas anteriores (e incluso la actual, de haberla)?
  • ¿Tienes hijos? ¿De qué edades? ¿Cómo han cambiado tu vida?

Y para finalizar, un comentario de Facebook que me encantó. Fue a una pregunta que lancé sobre qué pasaría si hiciéramos de estar solos el nuevo estándar y de tener pareja la elección, en vez de al contrario como ocurre actualmente:

Creo que deberíamos quitarnos de la cabeza ya de una vez, el cliché de que lo normal es vivir en pareja.

Lo normal debería ser SER FELIZ. Cómo, cuándo, dónde o con quién es algo individual.

Todo aquello que no haga daño a nadie, no debería ser asunto de nadie.

Lo que desees hacer constar y otras contribuciones al dialogo, por favor, remítelo al formulario de comentarios. Toda aportación que sume y sea respetuosa, constructiva y enriquecedora tendrá su sitio aquí. Comentarios de corte agresivo y tendencioso no serán publicados.

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  • Imágenes del texto: Aziz Ansari (fotos) y Paulo Coelho (cita literaria).

Sergio Melich (Kheldar)Autor: Sergio Melich (Kheldar)
Pedagogo al 50% y subiendo, comunicador y mentor por vocación (y pronto, más). Autor de las webs La Vida es Fluir & Play it Sexy!, Aventurero y Heartist (persona comprometida a vivir, crear y obrar con cabeza, corazón y conciencia). Escribo sobre el Buen Vivir: autoaprendizaje, estilo de vida, habilidades sociales, relaciones y más.


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