Revista Opinión

Cuando despertamos Rajoy todavía estaba allí.

Publicado el 11 abril 2016 por Pelearocorrer @pelearocorrer

El partido de Albert Rivera va perdiendo poco a poco la paciencia. Como nuevos actores de la escena política han interpretado papeles secundarios y ahora que les llega la gloria prefieren la sobreactuación al comedimiento y la sobriedad. Los papeles más difíciles siempre son aquellos en los que el actor debe comportarse como un tipo normal. Pablo Iglesias, que sabe más de las tablas, ha ido moderando la pose, su nuevo acomodo se parece más al de domador de olas que al de orador violento, gritón y de ceño fruncido al que nos tenía acostumbrados. Parece que Podemos ha medido los tiempos y ahora le toca escena al personaje flexible, que busca el acuerdo, la moderación y casi el victimismo. Acusaba Pablo Iglesias el viernes a PSOE y Ciudadanos de negar cualquiera de sus propuestas y nos despertamos hoy lunes escuchando que el PSOE acepta dieciocho de las veinte medidas del partido morado. Todo parece un gigantesco malentendido, tú dijiste, yo dije, nadie entendió. Han hecho los políticos tantas declaraciones de amor al poder que resulta asombroso constatar cómo aún no hay noviazgo. El amor es una ambigüedad exagerada y el problema es que en esta telenovela no está en juego el Gobierno sino el ego de los líderes, el programa electoral queda tan lejano que ya no sabemos si el referéndum catalán es una serie de ficción o un hit de cadena cien.

En medio de este follón ha decidido Pablo Iglesias preguntar a la muchedumbre. Cuando un político pregunta algo está proyectando su complejo de Edipo, matando al padre mediante una pregunta. Papá, ¿qué tal si me voy de casa? La pregunta de un hijo a un padre es siempre un desafío y no la constatación de una carencia. Así, Pablo Iglesias desafía a los votantes de Podemos a ver si tienen coraje para decir justo lo contrario de lo que el propio Pablo diría. La consulta sirve además para retratar al resto de partidos: recordemos que Pedro Sánchez le pidió hace meses a Iglesias que preguntara a las bases, hoy reprocha el gesto. Es tan desconcertante la posición de las piezas en el tablero que ya empezamos a poner en duda el juego: ¿será una partida de ajedrez o un vulgar parchís?

La opinión pública empieza a venirse arriba: el signo inequívoco es que la política empieza a aburrir y por lo tanto en caso de repetición electoral la derecha podría obtener mayoría absoluta. Que no creyésemos en el bipartidismo no significa que creamos en esta oligofrenia donde nadie parece ser quien dice que es. Nos gustaba el debate bronco de la sexta porque Sálvame tenía un argumento tan aburrido que nos ponía tristes, ahora todo es tristeza. Cuando apareció Podemos parecía que habíamos despertado de un sueño y resulta que el sueño era (es) un mundo asambleario en el que todos escuchan cuando otro habla. O sea, que volvemos a la verdad de los domingos tristes, ese espacio entre el sueño y la vigilia en el que se escucha en estéreo y el mundo es una nana violenta. Como el dinosaurio de Monterroso, cuando despertamos Rajoy todavía estaba allí.


Archivado en: opinión, politica Tagged: Albert Rivera, Mariano Rajoy, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez
Cuando despertamos Rajoy todavía estaba allí.

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