Revista Coaching

Cuando el adversario es uno mismo

Por Robertoc

GoHace un par de meses alguien me invitó a hacer el ejercicio de revisar algunas creencias limitantes sobre mi y sobre otras personas. Y ¿qué es esto de las creencias (o juicios) limitantes? Se trata de una expresión muy usada en coaching. Se refiere a prejuicios que no están basados en hechos o sucesos reales sino fundamentalmente en percepciones subjetivas. Esto nos genera una opinión negativa sobre algo o alguien que nos impide plantearnos nuevas metas que, de no existir esos juicios, serían alcanzables. O, en el caso de prejuicios sobre otras personas, nos dificulta la relación con ellas. Ejemplos de jucios limitantes son algunas expresiones como  “yo soy así”, “siempre se ha hecho así”. Lo ilustraré con un ejemplo personal de mi infancia. De pequeño siempre decía que no me gustaban los garbanzos y mi madre siempre me respondía ¿cómo sabes que no te gustan si no los has probado?. Y era verdad. Resulta que con el tiempo descubrí que los garbanzos están de rechupete.

Bien, en ese ejercicio de revisar creencias limitante me encontré con dos situaciones. Las creencias que tenía sobre otras personas no cambiaron mucho pero se precisaron. La teoría ya la conocía desde hacía algún tiempo y procuro llevarla a la práctica. Así que, por poner un ejemplo (extremo) muy fácil de entender, un juicio del tipo “fulanito es un hijoputa” (con perdón) se transformó en otro de este estilo: “fulanito ha mentido, le ha faltado empatía en tal o cual circunstancia, no ha sido consecuente con su compromiso…”. O, en el extremo contrario, “fulanito es muy buena persona” se precisa a “fulanito ha cumplido los compromisos, ha actuado con honestidad en determinadas situaciones…”. Es decir, el juicio no solo se vuelve más concreto sino que pasa de calificar a la persona a calificar a los hechos. Porque el que haya mentido o le haya faltado empatía en determinadas circunstancias no significa ni demuestra necesariamente que sea un mentiroso o un egoista.

Lo que me resultó más novedoso fue revisar juicios sobre mi mismo y es lo que quiero desarrollar en este texto. Tras recibir esa sugerencia de revisar prejuicios me puse a pensar en ello mientras corría en la cinta, en el gimnasio. Y rápidamente encontré una creencia sobre mi relacionada con la incapacidad para correr distancias largas o durante períodos prolongados más allá de los 10 minutos. Esa creencia estaba basada en hechos concretos (yo era de los que suspendían gimnasia en el colegio y ahora en el gimnasio me había quedado atascado en correr a 8,5 km/h durante 7 minutos ) pero quizá también en percepciones que me habían inculcado. Una de las frases más temidas de mi infancia era aquella que decía “20 vueltas al patio”, lo cual suponía que habías hecho algo mal y como castigo debías salir del aula y correr durante media hora. Correr era un castigo. Y creces con esa creencia. Esas creencias de la infancia (mi incapacidad física, el deporte como castigo) contrastaba en parte con la realidad actual: nunca había intentado correr mínimamente en serio y en cambio con la bicicleta si que puedo recorrer unos cuantos kilómetros o permanecer con el culo pegado al sillín dos o tres horas. Ya tenía mi juicio para revisar: ¿es verdad que soy incapaz de correr? Vamos a comprobarlo.

Al día siguiente me puse el chandal unas zapatillas viejas (una había perdido parte de la suela), el cortavientos del monte y unos guantes. Y a correr 20 minutos. Me descargué una aplicación en el móvil para que me fuera indicando la velocidad media. La idea era mantener la velocidad a la que corría en la cinta (8,5 km/h), pero en la calle y durante el  triple de tiempo: 20 minutos. Conseguí mi marca personal hasta la fecha: 20 minutos corriendo (en realidad 20:24) a una media de ¡9,2 km/h! por lo que recorrí poco más de 3 km. Eso si, acabé hecho polvo. Había un dato interesante: había corrido a una velocidad media superior a la que pensaba que era mi techo. En ese momento mi creencia quedó desmontada y me planteé nuevos objetivos: llegar a correr 5 km (lo conseguí el día antes de volver a encontrarme con la persona que me había sugerido esa revisión de creencias) y correr la San Silvestre.

No voy a negar que hubo algunas dificultades. Al día siguiente de cada práctica tenía un terrible dolor en la rodilla derecha. Me compré zapatillas nuevas específicas para correr y el dolor seguía. Me informé sobre cómo calentar y hacer estiramientos antes de la carrera y mejoró algo la cosa, pero no del todo. Llegué a pensar que podría tener una lesión y estuve a punto de pedir cita al médico pero unos días antes de la San Silvestre se me pasó el dolor, dejé de correr unos días y afronté bastante bien la última carrera del año. Justo antes de la carrera mi sobrina, que corre en un equipo, me dijo que al hacer los estiramientos “tenía que doler, porque si no no sirve de nada”. Gracias a su información no he vuelto a tener problemas en la rodilla.

albarcas
Correr la San Silvestre de Santander se convirtió en un hito simbólico por la fecha. Es la fecha en la que tienes que haber cumplido los objetivos del año o, como dice un buen amigo, es la fecha del fin del mundo. Ser capaz de cerrar el año con un objetivo conseguido (y un objetivo no precisamente pequeño para mi) me reconcilia con el esfuerzo, el sacrificio, el deseo de afrontar retos y de progresar y de afrontar grandes aventuras. Conseguí el objetivo, que era acabar la carrera, a ser posible no en último lugar. De los 4000 inscritos que había la carrera la acabamos 1800 y yo quedé hacia el 1400 batiendo otra vez mis marcas de distancia recorrida (al final fueron 6,5 km) y, sorprendentemente, de velocidad media (9,6 km/h). Como punto un poco humillante (aunque simpático) de aquella carrera quedará para la historia el hecho de que me adelantara alguien que corría en albarcas. Y hay que tener en cuenta que en mi tierra, Cantabria, las albarcas son de madera, como veis en la foto. Mi reacción fue aplaudirle, por supuesto, y me habría gustado que se hubiera llevado algún reconocimiento. El mío lo tiene.

Y, ¿cómo estoy ahora? Pues encantado. El nuevo objetivo es hacer 5 km en 30 minutos antes de que llegue marzo. Me lo propuse el domingo, cuando lo hice en algo más de 32 minutos. Al día siguiente, corriendo a mi ritmo pasando de lo que me decía el móvil, lo hice en menos de 31 minutos sin que me supusiera un gran esfuerzo. También me estoy documentando. Estoy leyendo a Murakami, lo que me ayuda a entender por qué la gente corre y como es la experiencia de alguien que ha corrido un maratón anual en los últimos veintitantos años, además de media docena de ultramaratones de 100km. También me ayuda a contrastar informaciones: en algunos foros he leido que conviene descansar, no correr todos los días. Pero resulta que Murakami corre todos los días 10 km. Así que voy a intentar correr por lo menos 5 o 6 días por semana. Y en cuanto acabe con Murakami empezaré con alguna lectura más técnica.

CONCLUSIONES

  1. En ocasiones como esta somos nosotros los que nos ponemos los límites por debajo de lo que podríamos conseguir. ¿Cuántas veces más habré autolimitado mis posibilidades de progresar? Tampoco es cuestión de revisar ahora todos los juicios, pero si de tener en cuenta que, al igual que se hace con los microprocesadores, está claro que yo también soporto el overclocking sin que ello me genere daños de ningún tipo, sino más bien lo contrario.
  2. ¿Me gusta correr? Todavía no lo se.  Lo que me gusta es superar un reto. Pero en cuanto a correr, de momento no me parece una actividad especialmente placentera y acabo sudando y jadeando. Ahora que lo pienso, hay otras actividades muy placenteras en las que uno también acaba sudando y jadeando. Tendré, entonces, que revisar este juicio mío que equipara sudor y jadeos a sufrimiento
    :-)
  3. La superación de algo que pensaba que eran límites insuperables me genera una enorme satisfacción. Eso es lo que me motiva ahora a seguir corriendo y a entrenar para mejorar los resultados. No se hasta dónde llegaré con esto y qué pasará cuando descubra mi límite: si seguiré corriendo para mantenerlo o si lo dejaré porque la falta de mejora me desmotiva. Pero de momento me lo paso bien viendo la progresión.
  4. Me gusta competir contra mi mismo. Creo que soy persona de ganar-ganar (usando la expresión de Covey), de cooperar, de trabajar en equipo. Esta competición me gusta también porque es contra mi mismo, contra los límites que pensaba que tenía y para que yo gane no tiene que perder nadie.
  5. Un factor clave en mi estado de motivación es el hecho de haber conseguido resultados muy pronto. Esto se lo escuché por primera vez a Amalio Rey cuando hablaba de Design Thinking (y ahora que me veo en la foto de su blog compruebo los efectos positivos del deporte en la reducción de la parábola abdominal, aka curva de la felicidad, que tenía en aquel momento). Esto no va necesariamente en contra de la visión a largo plazo, sino que es complementaria. Es importante para los resultados trabajar pensando en el largo plazo, pero igualmente es importante para la motivación lograr pequeños logros en el corto plazo.
  6. Objetivos ambiciosos y realistas. Aquí me pierdo un poco. El domingo me parecía que el objetivo de 5 km en 30 minutos era ambicioso y realista pero al día siguiente comprobé que solo es realista. Ahora mismo prefiero estar más en el punto 5 (conseguir resultados) así que de cara a mi motivación prefiero ser realista. También tengo claro una cosa: si no planteo esto como un reto y una mejora continua me voy a desmotivar. Así que no me va a servir con salir a correr a mi ritmo todos los días, sino que lo que quiero hacer es un verdadero entrenamiento para mejorar los resultados.

¿Habéis tenido experiencias similares? ¿Cuál es vuestra experiencia como corredores? ¿por qué y cómo empezasteis a correr?

Fotos: kaneda99 y Maky Morsa


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