Revista Diario

Cuando el día no tiene suficientes horas

Por Belen
Mi día debería durar como mínimo 27 horas. No sé si sería capaz de aguantarlo, probablemente no, pero aún con esas horas, seguramente serían insuficientes.
Acabo de hablar con la peluquera para que por favor me haga un hueco mañana por la tarde para conseguir poner en orden una mata que tengo en la cabeza que ya ni me atrevo a llamar pelo. Ya sabéis cómo se pone una peluquería un viernes por la tarde, de bote en bote. La pobre, que es más buena que buena sabe que si no he ido ya es porque no puedo y me coge, menos mal. Hace más de un mes que debería haber pasado por allí, un poco de tinte para las canas y un corte de pelo se hacen ya muy necesarios.
Y es que cuando una se enfrenta sola ante "el peligro" de un nene inquieto, revoltoso, trastillo y con muchas ganas de hacer cosas como el mío no hay horas en el día para poder atenderle, llevarle a sus actividades, poner en orden la casa, cocinar, planchar, cuidar de una misma, y para colmo de tres gatas que últimamente también me están volviendo algo más loca de lo que ya debo estar.
Y el resultado es un nerviosismo continuo que hace que ni descanse bien por la noche. Para colmo el nene de nuevo ha estado malo, esta vez ha tocado laringitis, y de las gordas, aún tenemos toses varias pero ya controladas. Y por si fuera poco el regreso de las lluvias, para estar encerraditos en casa. Los astros se confabulan contra mi.
Esta mañana, me duermo 20 minutos, ¡¡20 miserables minutos!! y ya todo hay que hacerlo deprisa y corriendo. Haz la cama, despierta al nene, lucha para que la gata pequeña me deje hacer el desayuno sin que se suba a la encimera de la cocina, pelea con el nene porque se le antoja una magdalena además de su tostada. Vístete deprisa, haz la cama del nene mientras te vas poniendo los pantalones por el pasillo. Peínate los pelos de loca porque anoche hubo que acostarse con el pelo mojado de lo tarde que me duché. Prepara la mochila del nene, vístele mientras salta y pinga. Ainssss no hay manera de ponerle las botas de agua, ¿puedes quedarte quieto un minutín, solo uno?. No se queda quieto, bueno da igual, he conseguido meter las botas, prepara el bolso. Ainssss que no se me olvide los papeles de inscripción del cole, que luego hay que entregarlos. Llevo todo. Ala, zumbando al coche que llegamos tarde a la Pequeteca. Lluvia y más lluvia, llegamos, uf! a tiempo. Juegos varios, mi niño anda como loco de contento y sin querer tira una pelotita de madera que impacta en la frente de una nena. Llanto al canto. Me consta que lo ha hecho sin querer y sin maldad alguna, pero claro hay que regañar y hacerle ver que hay que tener cuidado. Arnidol para la niña sino buen chichón que le va a salir. Seguimos jugando, leyendo cuentos, hoy hacemos barquitos que pintamos con rotus fluorescentes para luego verlos con una luz "mágica" y a oscuras. ¡¡Magia!! los niños boquiabiertos y sorprendentemente quietos. Salimos de clase, desayuno con compañeros, toboganes, carreras. Vámonos corriendo que he quedado para entregar los papeles. Llegamos, bien, vamos bien de tiempo, los entrego, comento unas dudas, listos. A esperar noticias del centro, aunque no habrá problemas. A por el pan, me encuentro con el papá del mejor amigo del peque, charlita varia. Seguimos bien de tiempo. Corriendo a casa, prepara la comida, lucha para que el nene no entre en la cocina, qué manía con entrar, preparo todo, comemos los dos juntos. Tira una buena cucharada de yogur en la silla. Y mira que justo había visto en una web un cubre sillas para evitar estos altercados. Tengo que pedir un par. Por fin ha acabado de comer, a ver si consigo acostarle la siesta pronto. Guerra porque no quiere acostarse, pero está muerto de sueño. -Mamá un cuento, por favor. Ala a leer a Caillou. Bueno ahora a dormir. Pero no, hay que seguir protestando, quiero un tren, quiero otro cuento, quiero, quiero, quiero.... se acabó, o te duermes o se acabaron los dibujos para la tarde. Al final me tengo que poner sargento. Y por fin el silencio.
Corre a recoger la cocina, poner el lavavajillas, recoger la ropa de la cuerda, ya está seca, poner otra lavadora, pasar la mopa a la casa (inconveniente de los pelos de los gatos). Y ahora me siento a escribir esta larga y acelerada entrada. Y aún queda la tarde, un cerro de ropa por planchar, otro cerro de ropa por colocar, pensar y hacer la cena, ir a la piscina a pagar la mensualidad, y ni un minuto del día ha sido para mi. Ainssss. Me quejo, pues sí, lo hago, me quejo y me requejo, esto es agotador.
Así que mañana mi peluquera me hará un hueco en su apretada agenda, me sentaré a esperar sin prisa, me llevaré un libro que hace dos semanas que empecé y es imposible acabar, y no me importará esperar, porque estaré tranquila, escuchando solo el marujear de las señoras, haciendo oídos sordos mientras leo tranquila mi libro y alguna revista del corazón. Con qué poquito soy capaz de conformarme.
Y seguiré esperando que mis santos padres vuelvan a echarme una mano cuando mi hermana ya se vaya encontrando mejor. Dos meses sin ninguna ayuda más que la de papá cuando llega, el pobre, de trabajar es bien duro.

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