Revista Viajes

Cuando el expatriado vuelve al hogar unos días…

Por Saraytg @Desdemilanblog

Después de haber estado varios meses fuera, en el momento en el que puedes volver unos días a tu hogar todo es raro. Y cuando digo hogar es hogar, es el sitio del que provienes y del que sean cuales sean las circunstancias tuviste que dejar para cambiar de país o de ciudad.

El expatriado volviendo a casa

El expatriado volviendo a casa

El expatriado que vuelve a casa por primera vez a pasar uno días con la familia y amigos vivirá unos días de estrés antes de su vuelo en el que comprará regalos para llevar a todo el mundo teniendo como límite lo que entre en el equipaje de mano. En mi caso, lógicamente fueron muuuchos paquetes de pasta fresca y unos cuantos paquetes de gocciole. De hecho, sólo llevaba comida, tanta comida que cuando en el control de seguridad del aeropuerto abrieron mi maletita y lo vieron me preguntaron si estaba de contrabando con la pasta fresca. jej.

Otro de los motivos de estrés que vivirá el expatriado será organizar el planning de tal manera que pueda conseguir ver al máximo número de gente, hacer el máximo número de planes a la vez que cuadrar esas pequeñas cosas que debes hacer como ingresar dinero en el banco o ir a la peluquería o ir de compras si en tu hogar está todo más barato que en la ciudad en la que ahora vives. Este es mi caso, así que tuve que cuadrar e intercalar compras, peluquería, banco, amigos, copas, cenas, familia… en 5 días.

Cuando ya tenga su planing y su maleta llena de regalos lista, el expatriado se subirá a un avión y tendrán una extraña sensación de hiper-emoción a la par que tristeza por todos los recuerdos que vas teniendo según pasan los momentos allí. En mi caso, la primera sensación extraña vino con el tiempo. Del abrigo, la bufanda y las botas pasé a las sandalias y a una chaquetilla y eso fue muuy raro.

Todo parecerá tope guay

Todo parecerá tope guay

En general, los días de visita del expatriado serán una locura total para poder cumplir el planning previsto, lo que resultará en sacrificar horas de sueño para seguir haciendo planes y actividades mientras vive entre el cansancio extremo y la hiper-emoción a todas horas. De hecho, cuando el expatriado esté viviendo esos días en su hogar, tendrá la sensación de que su ciudad y el día a día allí eran maravillosos. No se acordará del desagradable tráfico, o de cuando te mareas del calor en el metro; tampoco recordará los problemas para aparcar en su barrio, ni los babosos de turno en los bares del centro… todo será ideal y estupendo durante esos días. Así, cuando todo haya terminado, y vuelva a subirse al avión que le lleve a la realidad de su día a día, tendrá otra vez esa sensación agridulce de pena por lo que allí se deja y de entusiasmo por los recuerdos de unos días felizmente vividos. Y el ciclo volverá a empezar la próxima vez que un aeroplano ponga rumbo al hogar en la próxima oportunidad.


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