Cuando el Pueblo es el enemigo del Pueblo

Foto de Internet. Para lo que sirve...

Según la Constitución Española, un texto que a ojos vista no sirve sino para destruir la mísma nación que se supone debe de salvarguardar, la Soberanía Nacional emana del Pueblo y de la misma los Poderes del Estado. Ello nos lleva a pensar que el Poder Ejecutivo, poder político, el Poder Legislativo, poder democrático y el Poder Judicial, poder de la Justicia deberían ser Poderes al servicio de España y por demora, del Pueblo que es España y del cual emanan. Una teoría hipócrita que no hace sino dejar, a cada uno de los ciudadanos que malviven bajo el yugo del Estado al píe de los caballos de turno. Ya sea el caballo nazimbécilista, el caballo de la inmigración, del islamismo o del mismo poder político que hace años que ejerció la ruptura sostenida y radical con el Pueblo al que en modo alguno sirve, existiendo únicamente cómo parásito del mismo, creciendo en la misma proporción en la que declinan sus derechos.

Las miles de Españas.
De las dos Españas que surgieron en la Guerra Civil, el país ha pasado a ser un conglomerado de Españas que, cómo ya he aseverado en alguna ocasión, nos mueven a marchas forzadas hacía una suerte de novoreinos de taifas. Esa suerte de figura histórica que acabó cómo el rosario de la aurora, permitiendo el avance de los reinos cristianos españoles en abierta simpatía y unión contra un enemigo que, más preocupado en el placer y el ricachonismo, descuidó las normas lógicas de protección y defensa tan necesarias en el mundo en que vivimos que no es sino un "quítate tú para ponerme yo". Ese es el sistema político emanado de la Constitución Española de mil novecientos setenta y ocho que nos aboca al desastre y que sigue vigente merced a la simpatía del amomajado pueblo a los políticastros cómo garantes de una falsa libertad que desemboca en una suerte de miedo a la pérdida de la democracia que nunca hemos tenido.
Esas miles de España, a la sazón, una por cada español que se cree en posesión de la verdad absoluta en cuanto a lo que le rodea no sería malo sino fuera porque sómos un pueblo abocado a la idolatría de un sistema mediocre, basado en la mediocridad de la sociedad y en su destruccíon cómo ente autocrítico y capaz de formarse una opinión que no sea la que viene dada por el conjunto de una sociedad que olvida demasiado pronto los desmanes de la que es plenamente responsable. Hemos pasado, jocosamente y de puta madre, sin apenas darnos cuenta, de la Una, Grande, Libre, a las miles, pequeñitas y con el dedo metido en el culo para calentárnoslo habienda cuenta de que a poco que saquemos los píes del tiesto, la España de al lado, que tiene sus leyes, su sistema sanitario, su sistema educativo y a duras penas comparte pasaporte y poco más, nos lo amputa para dar de comer a sus criajos que, cómo está invirtiéndolo todo en hacerse ver cómo un estado soberano, tiene el Estado del Bienestar hecho unos zorros.
Millones de tontos.
Es una pena decirlo así pero, en efecto, a usted y a mí, nos han colgado el califico de tontos. Consumados además por las veces que nos dan de hostias y ponemos, sin césar, la otra mejilla. Defendemos sin rubor la actuación de uno u otro partido con la esperanza de que ellos van a resolvernos los problemas cuando más bien es al revés, los provocan cómo forma de mantener vivo y en activo el dicho "divide y vencerás". El politicastro es un señor que va a ganar lo máximo preocupándose lo mínimo. Y por ello establece normas y leyes a cada cual más rocambolesca con el único objetivo de cubrirse las espaldas. De ahí que exista el aforamiento y de ahí que el Senado sea un cementerio para seniles criminales que no han encontrado otra forma de eludir sus propias leyes. El país da ascazo no por ellos sino por nosotros. Sómos los que les damos el hálito vital con el voto, los que contribuimos sin falta a mantener ésta estúpida pantomima.