Revista Psicología

Cuando la muerte no duele

Por Rms @roxymusic8

Llevo una semana pensando en la muerte. Un poco más de siete días con la idea en la mente y en el corazón. No son suficientes para poder abarcar todo lo que la muerte conlleva. Sé que dejo por el camino matices pero a raíz del terremoto de Ecuador, las muertes que éste ha dejado, la cantidad de personas heridas y de vidas trastocadas... No se me ha ocurrido nada más que esta conclusión: ¡Qué importante es encontrarse en la Vida, vivir la Vida y amar la Vida! Así no importará el momento de abandonar esta vida ni dolerá.

Lo resumía así en un pensamiento que dejé en mi cuenta de Twitter, no supe decirlo de otra forma, no me salió escribir algo doloroso, ni lleno de desesperanza ni impotencia. Sólo reconocía la importancia de encontrar nuestra vocación, aquella por lo que se nos ha dado la vida y merecemos vivirla. Es cierto que no puedo evitar hablar de Dios en estos pensamientos que dejo escritos. No puedo evitarlo porque esos pensamientos me han venido a la cabeza a raíz de las publicaciones de una amiga en su cuenta de Facebook sobre el fallecimiento de una Sierva del Hogar de la Madre. Tampoco puedo evitarlo por mi historia personal con Dios, es decir, mi vida, donde está Dios más que presente.

No conocí a la hermana Clare, no la había escuchado ni visto nunca; hasta hace unos días que escuché un testimonio de ella en un vídeo en la JMJ de Madrid, y ahora mismo estoy escuchándola cantar una canción en castellano que me pasó mi amiga. La hna. Clare compuso la música y la Hna. Estela (quien salvó a Jesús Sacramentado del terremoto) la letra. Justamente habla de la entrega, de preferir el Paraíso; por eso el título "prefiero el paraíso". Tiene una voz limpia, dulce y a la vez fuerte, sacando esa alegría que le caracterizaba. Esa alegría de transmitir lo que lleva en el corazón. Y leyendo todo lo que han compartido por las redes sociales no he parado de darle vueltas a la idea de que lo importante es encontrarse encontrando a Dios y de no separarse de ese Camino descubierto, de esa Vida adquirida y de esa Verdad que da luz a nuestro caminar.

Pensaba en las vidas de las personas que conozco, miraba a mi alrededor y me sentía interpelada al ver que algunas de esas personas tienen su camino trazado. Pensaba en mi vida aún por trazar y me preguntaba si podría irme en paz si pasara una catástrofe natural. No es fácil ponerse a pensar en esto y menos encontrar una respuesta o aceptar la realidad. Pensaba en esas vidas encontradas, con un camino trazado; ¡cuánto han ganado ya, no necesitan más! Sólo esperar amando. Así es como veo yo la vida encontrada: un esperar a encontrarse cara a cara con Dios (la verdadera Vida). Y por esto mismo puedo encontrar consuelo ante acontecimientos como el de Ecuador o como una muerte repentina, un asesinato o muerte natural por enfermedad. No quito el dolor porque la naturaleza humana siente y es muy sano y necesario responder a los acontecimientos como lo que somos: personas, nada de reprimir sino de expresar.

No conozco el dolor de una muerte cercana. He tenido una primera aproximación con mi abuela paterna. He conocido ese dolor en segunda persona por vivirlo a través de amigos, familiares e incluso por desconocidos que sí han vivido una muerte muy cercana. Es difícil encontrar las palabras, saber cómo comportarse y estar en el momento que toca. Pero, ahora, tras pensar en esa idea que me ha rondado la mente estos días, se me presenta más esperanzador hablar de la muerte. Es fácil hacerlo cuando esa persona que deja esta vida se ha encontrado encontrando a Dios; si estaba viviendo su vocación, si encontró lo que iba a llenarla y hacerle crecer por dentro. Así es cuando todos podemos mirar los hechos con serenidad sin dejarnos llevar por la tristeza de la separación física. Así es como todos podemos hablar cuando las palabras se resisten a salir. Así es posible mirar a la muerte sin dolor humano.

Si todas las personas que dejaron esta vida, por el motivo que fuese, se encontraron encontrándose con Dios, me consuela el corazón y me borra el rostro frustrado y confuso. Pero si aquellas personas no se encontraron, me consuela la oración hecha con el corazón a través de palabras que salen directas del alma transmitiendo toda angustia, preocupación, duda e incluso falta de fe. Esta oración, aun mostrar desgarro, arranca un gesto de Amor a Dios, le hace actuar a través de su Misericordia y ésta es la que me consuela en ese momento.

Cuando encontramos nuestra persona, ese yo que está deseoso de salir a escena, y si lo encontramos viviendo la vida que Dios ha pensado para nosotros, ¿qué importa todo lo demás? Es más, ¿qué importa esta vida cuando nuestra meta es vivir la Vida? Vivir amando gracias al Amor recibido primero y esperar. EsperarLe.


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