Revista Decoración

Cuando la pasión se transformó en profesión

Por Lapaisajista

Llevaba toda mi corta vida preparándome para cuando llegara este momento. Desde pequeña deseando aprender todo sobre las plantas, la tierra, la naturaleza, el ciclo de la vida. Desde siempre queriendo hacer jardines, crear belleza y rincones de paz. Luchando contra todo y contra todos lo que me decían que diseñar jardines no era una profesión lógica.

Hay quien cree que la suerte es la suma de oportunidad y preparación. Dicen que es lo que ocurre cuando llegada la ocasión, cuando esta gran oportunidad que estabas esperando se presenta y tú estás preparado para recibirla.

No podría estar más de acuerdo.

Sin embargo también creo que además de estar preparado, debes tener la sensibilidad y la capacidad de saber distinguir estos instantes.

Uno de esos fines de semana en que volvía a casa después de una larga temporada en la universidad, tuve un encuentro con una de las vecinas de mis padres. Vivía en la planta de arriba y no podía ser más simpática y amable.

Me vio llegar con mi coche lleno de plantas,  y me preguntó con una sonrisa pícara si tenía un vivero en el coche. Le dije que me encantaban las plantas y que por mí, viviría rodeada de ellas, pero que éstas las había traído para mi abuela.

Entonces me preguntó de dónde venían y le expliqué que las traía de la universidad, donde yo estudiaba Agronomía.

Se le iluminaron los ojos, y me contó que estaba construyendo una casa en las afueras, y que le habían hecho ya una pequeña parte del jardín, pero que no entendía por qué las plantas se morían. Me preguntó si sería tan amable de ir a echarles un vistazo a ver qué les pasaba.

Muchas veces dejamos escapar una oportunidad porque no las sabemos distinguir, o porque no la hemos apreciado lo suficiente. Una mala elección te cambia toda la vida, y te puede desviar del camino que te llevaría  justamente a lo que andabas buscando con tanto entusiasmo.

Movida por mi curiosidad, me acerqué el día siguiente a la urbanización donde estaban construyendo su casa. Debo decir que me quedé sin habla nada más llegar, la seguridad para entrar al sitio imponía muchísimo, y luego entendí el porqué.

Las casas eran verdaderas mansiones, al verdadero estilo americano, con jardines en la parte de enfrente y ninguna valla que separase a esos jardines de la calle. Casas en todos los estilos y diseños, pero que dejaban claro con lujo de detalles que eran viviendas de gente muy importante.

Nada más entrar en la urbanización pasabas por un enorme y precioso lago, franqueando dos más antes de llegar a la casa de mi vecina de portal. Era todo tan bonito y tan distinto a lo que estaba acostumbrada a ver en mi ciudad, tan amurallada y gris, que me quedé aturdida. Parecía otro país, otro mundo.

Cuando llegué a la casa, el marido de mi vecina me recibió de forma igual de amable, eran la pareja más dulce y cordial que había conocido en mi vida.

Me condujo a las plantas que no estaban bien para que las viera.

Era un gran seto de murtas (Murraya paniculata), una planta muy utilizada en el paisajismo en Brasil, y rodeaba toda la zona de la piscina y una pista de baloncesto de la casa. Estaban plantadas de forma lineal con un intervalo de 50cm entre plantas. Eran muchas y de gran porte, lo que significaba que habían costado bastante dinero, ya que son plantas de crecimiento lento, lo que implica que cuanto más grandes, más caras.

A simple vista no supe identificar su problema, pero tomé muestras de la tierra y ramas con hojas de las plantas para analizarlas en la universidad.

De vuelta a la uni, los resultados no decían mucho, y me puse a dar vueltas al tema. A buscar la solución en libros de la biblioteca, consultando profesores, buscando algo en internet.

Acabé peleándome con mis instintos que insistían en decirme claramente cuál era el problema, pero mi razonamiento me afirmaba que no era posible que el paisajista experimentado que hizo aquel jardín, pudiera haber cometido tal error.

No tenía planes de volver a casa aquel fin de semana, pero lo hice porque ya no podía aguantar más el fantasma que me atormentaba por las noches. Tenía que confirmar que yo sólo podía estar loca, porque ningún paisajista del mundo, estropearía una oportunidad como aquélla. Trabajar en una urbanización tan grande, con tantas casas en construcción, con aquellos estándares, no era una oportunidad que una persona en su sana conciencia podría desperdiciar.

Después de recorrer 350Km, no pasé ni siquiera por casa de mis padres. Fui directamente a la urbanización, aparqué el coche al lado del gran seto, solté a mi eterno compañero de viajes, mi perrito Ressaca para que diera un paseo por allí, y me puse a escarbar adonde estaban plantadas las murtas. Con una pequeña pala de jardinería abrí un agujero y no paré hasta ver lo que había ido a buscar.

Sí. Mis instintos tenían razón.

Y por más que fuera una locura, y yo no pudiera creer lo que veía,  el paisajista que hizo aquel estupendo jardín, había plantado los arbustos con el envoltorio de plástico que vienen del vivero. No eran macetas, pero hacían el mismo daño, ya que impedían a las plantas expandir las raíces, imposibilitando su desarrollo y a la larga llevándolas a su muerte.

Los dueños de la casa, mis futuros ex-vecinos, alucinaban. No podían creer que su costoso paisajista hubiera metido tanto la pata. Y allí estaba yo, la chica de 19 años que había descubierto el problema, que amaba los jardines y que estudiaba para un día poder diseñarlos.

No siempre tu gran oportunidad llega a tu puerta, a veces puede estar esperándote en otro sitio, y puede que no tenga la apariencia que tú deseabas. Puede que tengas que ponerte de rodillas bajo unos arbustos, ensuciar tus manos de tierra y escarbar un gran agujero, sin ninguna intención más que detectar un problema, para ayudar a gente tan agradable como era aquella pareja.

Entonces llegó el instante, el primer gran momento de mi vida y vino en forma de grata pregunta: “Quieres diseñar nuestro jardín?”.

Siempre consideré importante estar con los ojos muy abiertos para cuando llegara, y nunca he renunciado a intentar que la ocasión me encontrara preparada.

No pasé la vida esperando por la suerte.

Debes trabajar, estudiar, buscar que tu pasión se haga realidad.

Fui a buscarla. La perseguí. La acose, más bien.

Porque como dicen en mi tierra, confío mas en el trabajo que en la suerte.

“Tarde o temprano una persona descubre que es el maestro jardinero de su alma, el director de su vida.”

James Allen

 

Monique Briones

Paisajista y Jardinera de mi alma.


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