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Cuando los rusos cambiaron el rojo por el feldgrau

Por Liber

Cuando los rusos cambiaron el rojo por el feldgrauEn este artículo analizaremos uno de los episodios de la Segunda Guerra Mundial menos conocidos por el gran público: la colaboración de millones de rusos con el invasor alemán que, a pesar de los grandes desaciertos de la ocupación nazi de la Unión Soviética, decidieron darle la espalda a la Rusia de Stalin.

Sorprende que el número de soviéticos que voluntariamente combatieron contra las fuerzas de Stalin al lado del III Reich durante la Segunda Guerra Mundial superó abultadamente al conjunto de voluntarios anticomunistas que vinieron del resto de Europa occidental (como los de la División Azul).

Cuando los rusos cambiaron el rojo por el feldgrau
En multitud de localidades soviéticas, al poco tiempo de producirse su ocupación por parte de las tropas nazis, se dispuso de la necesaria autorización nacionalsocialista para crear milicias de carácter local, con el objetivo de proteger estos nuevos enclaves ocupados frente a los incesantes ataques de las milicias partisanas.

A mediados del verano de 1941, las divisiones nazis comenzaron a incorporar en sus filas a lo que se conocía como voluntarios auxiliares entre prisioneros de guerra y desertores rusos. Recibían el nombre de Hilfswillige (popularmente conocidos como Hiwis) y se les encomendaban las tareas que no eran de lucha: se encargaban de la cocina, del transporte de heridos, etc.

En el invierno de 1941, los efectivos policiales alemanes comenzaron a reclutar batallones policiales locales, con la misión de enfrentarse a los partisanos. Lo cierto es que, en última instancia, se terminó enviando al frente de guerra a aquellos hombres que tuviesen lo que se conocía como nacionalidad fiable (estonia, letonia, lituana...).

Pero al final, dado que las necesidades así lo requerían, se terminó autorizando la creación de lo que se conocería como Batallones del Este ( Ostbataillonen, formados por voluntarios de Armenia, de Azerbaiyán, de Georgia, del Turquestán, de Chechenia, etc.). Desde un punto de vista geopolítico, al ejército alemán le venía muy bien hacerse con el esfuerzo bélico de estas personas: los lugares de los que procedían no estaban entre los planes de conquista de la Alemania nazi y no había inconveniente alguno en que se sumasen a la lucha anticomunista.

Cuando los rusos cambiaron el rojo por el feldgrau
Cabe destacar que si bien reclutar ciudadanos rusos estaba oficialmente prohibido, en la realidad se habían formado muchas unidades militares con presencia rusa. Y es que en última instancia, las autoridades de la Wehrmacht no tuvieron más remedio que aceptar este reclutamiento de soviéticos, al necesitarlos, procediendo a organizarlos en fuerzas de combate locales.

¿Su objetivo primordial? El combate de los partisanos comunistas, que se estaban convirtiendo en un dolor de cabeza cada vez mayor para las tropas de Hitler. Resulta curioso constatar que el sentimiento antiruso que profesaban los nazis se tradujo en que había que disimular y usar eufemismos para referirse a estas tropas, evitándose en todo momento la alusión al término soviético y sustituyéndolo por uno más neutral: oriental.

Pese a todo, los únicos soviéticos que tuvieron autorización para alistarse de una manera clara, y sin tapujos de ningún tipo, fueron los cosacos, que se terminaron organizando con rapidez en varios regimientos. Aunque cuando los cosacos alistados bajo la bandera de la esvástica quisieron empezar a luchar, las tropas del Ejército Rojo estaban ya haciendo que se tambalease la inicial hegeomonía germana. Terminarían siendo enviados a los Balcanes, para combatir allí a los aguerridos partisanos de Tito. Cuando la Segunda Guerra Mundial se acercaba ya a su fin, la 1.ª División Cosaca pasó a integrarse en las SS Waffen, acto que les pasaría factura posteriormente tras la victoria soviética en pena de terribles penurias y represalias.

En la célebre conferencia que se celebró febrero de 1945, en Yalta, con el inminente fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa en el horizonte, se abordó el tema de qué iba a ocurrir con los cosacos. De entrada, los que había escapado de la revolución bolchevique no tendrían motivo alguno para ser incluidos en las listas de personas reclamadas por Stalin, pero al final el dictador comunista presionó a los Aliados para que hicieran algunas excepciones en esta política: muchos cosacos terminaron sintiéndose traicionados por los ingleses y entregados a los soviéticos para ser jugzados acusados de alta traición.


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