Revista En Femenino

Cuando me convertí en mujer

Publicado el 30 junio 2014 por Lauritapurple @lauritapurple
Atención: Entrada peligrosamente personal
Esta mañana he visto un tuit de La Criatura Creativa (@LaCriaturaCreat), en el que mostraba un anuncio de compresas muy original y a su vez, muy real.

No he podido evitar recordar mi preadolescencia, en la que empezaron a darnos charlas en el colegio sobre los cambios que iba a ir sufriendo nuestro cuerpo. Las chicas tendríamos la menstruación, convirtiéndonos así en "mujeres peligrosas sexualmente hablando".
Nos daban muestras de compresas, de tampones, nos preguntábamos cuando llegaría ese gran momento de nuestras vidas, porque lo esperábamos con ansia.
Y aquí va mi historia de cuando me convertí en mujer, para que veáis porqué me he sentido identificada con el anuncio.
Yo tenía 11 tiernos años, y continuamente volvía a casa cargada con packs de compresas y tampones sin aplicador. Entre las chicas de clase, nos preguntábamos quien sería la primera "afortunada" en dar este gran paso, incluso alguna, tal y como ocurre en el video de más arriba, pintaba compresas para hacerse pasar por "mujer". Increíble, pero cierto.
Llegó el verano. Y llegó el 9 de Julio de 1997. Yo estaba en casa de mis abuelos en Vergel, Alicante, y como cada miércoles, mi tía me llevaba en su vespino al cine de Denia.
Siempre veíamos dos películas seguidas, y aquel día, entre película y película, fui al baño. Allí me encontré con un manchurrón que tenía toda la pinta de ser mi querida regla.
En aquel momento, miré hacia las paredes, la puerta, me puse muy nerviosa y pensé "Joder no... ahora esto no me gusta nada, ¿qué narices hago?"
Todo lo que me habían enseñado no sirvió para nada en aquel momento. Volví a mi asiento en el cine, miré a mi tía y le dije: "Me ha bajado la regla".
Mi tía se emocionó mucho, empezó casi a gritar de la emoción y yo me asusté. Debió de verme la cara desfigurada porque me dijo "¿va en serio?". Aproveché el filón y le dije "no, era una broma".
Pensé que lo mejor sería mantenerlo en secreto porque no podía permitir que nadie se enterase. No había manchado gran cosa, así que no diría nada a nadie. Eso si, sentía que lo llevaba escrito en la cara.
TENGO LA REGLA
Aquel día sentía que todo el mundo me miraba mientras caminábamos por la calle Campos, y cuando le pregunté a mi tía si tenía algo en la cara, ella me dijo: "te miran porque eres guapa". ¡Si es que me da la risa cada vez que recuerdo aquel día!
Llegué a casa y fui corriendo al baño. Mi abuela, que es joven, lo era aún más por entonces y seguía teniendo la regla. Pero ella usaba esas horribles compresas de Ausonia noche en las que salía media cara de una mujer. ¿Os acordáis? Mi tía usaba tampones, y eso lo vi tan complicado que ni me lo planteé.
No había ni una sola compresa normal en casa, como esas que me daban en los packs del colegio. Decidí que lo mejor que podía hacer era ponerme salvaslips. Se me acabaría la regla y nadie se enteraría. El mes siguiente yo ya estaría en casa de mis padres y me sentiría mejor.
Pasó el miércoles y el jueves. Me quedé sin bragas limpias porque los salvaslips eran incapaces de hacer la función de una compresa (en serio, no lo intentéis). El viernes por la mañana, desperté con la cama mojada (es asqueroso, lo sé). Parecía que Jack el destripador había pasado esa noche por allí.
Sábanas y colchón. Todo. ¿Cómo narices iba a esconder yo eso? Era imposible.
Me levanté, con todo el pijama del mismo color que las sábanas y el colchón, y fui hacia el salón. Precisamente mi abuela estaba hablando por teléfono con mi madre. Me acerqué a ella y le dije de mala leche: "Me ha bajao la regla".
Y vino la locura.
Mi abuela se puso a gritar al teléfono, contenta y feliz de que su nieta ya se hubiera convertido en mujer. Mi madre manifestaba su alegría por el otro lado del teléfono. Los gritos despertaron a mi tío, que salió de su habitación y dijo "Joder! ya nos hemos enterado todos de que a la chiquilla le ha bajado la regla!" y apareció mi tía y dijo "O sea, ¿que era verdad?".
Yo no sabía donde meterme, ¡qué vergüenza!
Le conté a mi abuela que llevaba días escondiéndolo y que no tenía bragas para ponerme. Emocionada la mujer, me llevó corriendo al súper a comprar mis primeras compresas, mientras que por el camino, iba contando la buena nueva a todo el pueblo. HORRIBLE.
Cuando llegó septiembre y la vuelta al cole, lo primero que preguntaron las chicas de clase fue si había alguna afortunada a la que le hubiera venido la regla. Sólo éramos dos y mientras las demás se morían de envidia, nosotras les jurábamos y perjurábamos que no molaba nada.
Y esa es la historia de cómo me convertí en mujer.

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