Revista Ciencia

Cuando un proyecto se acaba… (y otro nuevo empieza)

Por Oncoangel

19223.original-656Cuando un proyecto laboral y profesional se acaba lo hace, en ocasiones, porque se alcanzan los objetivos inicialmente marcados. Pero las más de las veces, lo hace porque pierde su sentido, porque cuesta encontrar razones para seguir o porque, simplemente, se agota. Y cuando un proyecto se agota hay que ser honesto con uno mismo, reconocerlo y saber despedirlo. Y esta capacidad no es una cuestión de valentía como muchas veces se piensa, sino de vencer la natural tendencia humana a luchar por lo que, hasta ese momento, había supuesto un objetivo vital en el que se habían depositado esfuerzos y miedos, pero también alegría e ilusiones. Pero también es el momento de parar y reflexionar qué, quién, cómo, por qué, se ha agotado un proyecto. Muchas veces un proyecto se disfruta no sólo por el objetivo alcanzado, sino por el trayecto realizado hasta alcanzarlo. Las experiencia, las vivencias, los éxitos y, por que no decirlo, también los sinsabores experimentados durante el mismo, son lo que dan entidad a cualquier proyecto. El gran poeta de Alejandría, Konstantínos Kaváfis, lo describió mejor que nadie en su mítico “Ítaca”:

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
….
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años…
….

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Cuando en el transitar por un proyecto se pierde la ilusión, la motivación, las ganas de seguir aprendiendo, la alegría de enfrentarse a él y moldearlo con nuestro esfuerzo y voluntad, es el momento de dejarlo. Cuando no se disfruta del viaje porque ya no hay experiencias, o las que surgen no aportan nada al viajero, es el momento de arribar y emprender un nuevo rumbo.

Cuando un proyecto profesional se agota, surge siempre la tentación de buscar, si no un culpable, si al menos un responsable. Tentación o necesidad, porque es cierto que aún habiendo proyectos que acaban naturalmente, en ocasiones existen circunstancias y elementos que, por acción u omisión, favorecen o aceleran el fin. Y con toda la subjetividad inherente a cualquier decisión humana, me niego a participar de lo políticamente correcto, en los repartos equitativos de responsabilidades que sostienen que la responsabilidad (o la culpa) se reparte al 50%.

Pero todo proyecto, cuando acaba, deja un poso que se recordará siempre con inmensa alegría y satisfacción, y sería injusto no reconocerlo. Todas las vivencias disfrutadas durante el camino, todos los planes realizados, todas las oportunidades de aprender y mejorar tenidas, todas las relaciones establecidas, muchas de las cuales han derivado en una sincera y profunda amistad, (¡incluso todos los momentos de Horr-or compartidos!), superan con creces cualquier decepción sufrida. Y, por supuesto, nunca habrá satisfacción mayor para los médicos que todo lo aprendido de aquellos a quienes dedicamos nuestro esfuerzo; de su confianza, de sus miedos, pero también de sus esperanzas; de su alegría en la curación, pero también de la tristeza cuando no. Y, a la larga, serán estas experiencias las que perdurarán en la memoria  y ningún otro recuerdo podrá jamás empañar el orgullo de haberlas vivido y compartido.

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Pero cuando un proyecto se acaba, otro empieza. Y es bien cierto que cambiar es necesario. Y bueno. Pero cambiar para avanzar, evitando caer en el gatopardismo de “cambiarlo todo para que nada cambie”. Un nuevo proyecto profesional siempre trae nuevas ilusiones, nuevas motivaciones, nuevos miedos (por qué no decirlo), pero también nuevas alegrías, nuevos desafíos y, sin duda, nuevas satisfacciones. Y más aún si se logra involucrar a buenos y viejos compañeros para que viajen de nuevo con nosotros.

Y al final, cuando un proyecto profesional acaba, sólo queda recoger los trastos, pedir disculpas si alguien se ha sentido en algún momento ofendido, dar las gracias por lo vivido e invitar a los verdaderos amigos (¡vosotros sabéis quienes sois!) a que nos acompañen en el nuevo camino a Ítaca…

“Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar”

Antonio Machado, poeta español (1875-1939)


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