Revista Salud y Bienestar

¿Cuánto duermen los adolescentes?

Por Oliva23

¿Duermen bastante nuestros adolescentes?

Basta con pasarse por la puerta de un instituto a la hora de la entrada para leer en las caras de los adolescentes la falta de sueño que arrastran. Muchos no comienzan a espabilarse hasta bien entrada la mañana, y la mayoría parecen más despiertos en las horas vespertinas. Este fenómeno tiene su explicación, y es que cuando llega la pubertad se produce un cambio acusado en los ritmos circadianos de sueño y vigilia que no suele pasar inadvertido para quienes conviven con ellos. Estas alteraciones, que son el resultado de cambios puberales en la secreción de melatonina a lo largo del día, hacen que chicos y chicas no sientan deseos de irse a dormir hasta bien entrada la noche, y que, por lo tanto, por las mañanas también sientan la necesidad de permanecer en la cama “un ratito más”. Es decir, se produce un retraso en el sueño por causas fisiológicas.
Contrariamente a lo que podría pensarse, tras la pubertad no disminuye la necesidad de dormir, y la mayoría de especialistas consideran que el número conveniente de horas que debe dormir un adolescente debe ser de 9 horas o más. La pubertad es una etapa de importantes cambios en los que se produce una aceleración en el crecimiento físico y una importante maduración en la corteza cerebral, aspectos ambos que requieren de un periodo de sueño nocturno prolongado. Cuando éste es insuficiente pueden producirse importante alteraciones en el desarrollo, como consecuencia del déficit en la secreción de la hormona del crecimiento, que incluso lleguen a ser irreversibles.
En un estudio que hemos llevado a cabo sobre 2400 adolescentes de edades comprendidas entre los 12 y los 17 años, les preguntábamos, entre otras cosas, por el número de horas que duermen los días laborables. Los resultados, que podéis ver en la figura inferior, no dejaron lugar a dudas: sólo un 16% de ellos declararon dormir 9 o más horas.

¿Duermen bastante nuestros adolescentes?

Estos resultados no fueron inesperados, ya que el inicio de la Educación Secundaria suele conllevar un adelanto en la hora de comienzo de las clases en colegios e institutos que, además, suelen estar más alejados de casa y precisar de un traslado algo más duradero. Así, es usual que las clases comiencen a las 8 para el alumnado de secundaria mientras que los más pequeños se incorporan a las 9.30. Esto supone una importante falta de sueño con consecuencias que están bien documentadas (disminución de la motivación, falta de atención, escaso autocontrol, dificultades en el aprendizaje y la memoria), algunas de ellas relacionadas con la inmadurez de la corteza prefrontal.
En nuestro estudio aparecieron correlaciones significativas entre la falta de sueño y algunas variables, tales como los problemas de conducta, el pobre rendimiento académico, los síntomas depresivos, la baja autoestima y satisfacción vital o el consumo de sustancias. Aunque se trata de correlaciones que no nos permiten asegurar que sea la falta de sueño la causante de estos desajustes, hay razones suficientes para la preocupación, que deberían llevar a la Administración a cuestionar si tiene sentido mantener unos horarios escolares que parecen más adaptados a las necesidades del profesorado que del alumnado. Me temo que estamos ante un asunto espinoso, que se encontrará con la oposición frontal de los sindicatos de enseñantes, pero habrá que decidir qué es más importante. También sería necesario saber si una buena siesta puede compensar la falta de sueño nocturno, de momento hay algunas dudas al respecto.


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