¿Cuántos culpables?

La fotografía de la entrada de hoy se corresponde con una niña de trece años que fue violada, asesinada y calcinada por su agresor, reincidente, un joven de diecisiete años.

En España, la edad de consentimiento sexual se establece en los trece años, algo que fue criticado, por precoz, en este mismo espacio, y sigue siendo la más baja de Europa. La imagen que ilustra la entrada, muestra una joven hermosa, pero que muestra un aspecto poco acorde con su edad. La premura por crecer a cualquier edad, es una epidemia en un mundo y una sociedad cada vez más competitivos: Los niños quieren ser adultos, los adultos jóvenes precisan demostrar su experiencia para acceder mejor a un mercado laboral cada vez más competitivo y hasta hace bien poco, se enviaba a la gente a la reserva a partir de los cincuenta años.

La mente del asesino ha de estar necesariamente perturbada, porque no cabe semejante aberración en un ser humano intelectualmente sano. Si, como se señala, actuó con frialdad y ha hecho lo mismo en otra ocasión, con la diferencia de que la víctima sigue viva, existe otro responsable más: La justicia tolerante con los delincuentes, especialmente los menores, algo que permite sucesos como el acaecido con el asesino confeso de Sandra Palo, criminal repulsivo que vuelve a delinquir apenas unos meses tras abandonar el cuidado propio de menores que se procura a este tipo de delincuentes. Ahora vemos que en Francia no se aplica un sistema diferente al nuestro, propio de la libertad que se respira en la vieja Europa. El corazón pide, para estos casos, una mentaidad como la de ciertas repúblicas islamistas, pero la cabeza debe seguir sobre los hombros y procurar las necesarias garantías a los asesinos; lo que desde luego es imprescindible, es que no las pierdan las víctimas. El aspecto de la niña era el de una muchacha algo más mayor, pero el sistema no estuvo a la altura y permitió reincidir de forma más grave, a un delincuente confeso de otro crimen similar.