Revista Política

Cuento de primavera

Publicado el 20 mayo 2015 por Pepecahiers
CUENTO DE PRIMAVERAFagocito había sido siempre un niño muy especial, tenía una sensibilidad que traspasaba su pequeño mundo. Cuando tuvo consciencia de quien era en realidad, comenzó a sentirse orgulloso de su herencia, de sus ancestros. Sus antepasados habían sido grandes luchadores que habían cicatrizado sus almas en mil batallas y refriegas, eran héroes de tiempos difíciles en los que la vida y la muerte luchaban encarnizadamente por salirse con la suya. Toda su familia había trabajado siempre en lo mismo y habían sido eficientes en su trabajo con un esmero impecable, aunque Fagocito eludía contar algunas historias en las que habían fracasado, en las que la adversidad impuso su ley. Como él mismo pensaba eran pequeñas manchas de un expediente impoluto.Al igual que su abuelo y su padre tenía una gran responsabilidad, era el encargado del sistema inmunológico de aquel cuerpo que había nacido con él. Tenía largas reuniones con leucocitos, linfocitos y mastocitos en los que debatían estrategias y nuevas formas de trabajo. Las más duras negociaciones se tenían siempre con las células asesinas, dispuestas a disparar a todo lo que se movía, unas matonas de mucho cuidado con las que había que andar con pies de plomo. Un día la alarma sonó imperiosamente en todo el sistema. Todos los equipos de contención y ataque se movilizaron para detener una infección que amenazaba con poner todo patas arriba. Cuando Fagocito salió de su despacho se encontró delante de él a un sujeto perfectamente trajeado que portaba un maletín. Le  habló con cierta autoridad que le pareció algo molesta.-Permítame presentarme, soy Don Amoxicilino Semisintético, pertenezco a la Compañía Penicilinas Reunidas S.A., a partir de este momento nosotros nos hacemos cargo de la situación, ustedes pasaran a la reserva y sólo intervendrán  cuando se les requiera.-¡Un momento, un momento, ese es mi trabajo y el de mis compañeros, cómo se atreve! - espetó Fagocito de forma furiosa.-Órdenes de arriba, sentenció el sujeto de traje y corbata.Él sabía que cuando una orden venía de arriba poco se podía hacer. En las alturas estaban los grandes jefes, los que tomaban determinaciones supremas y no se podía hacer nada. Era inútil.Pasaron los años y, al principio, Fagocito y sus compañeros de trabajo parecían disfrutar de sus largas vacaciones. No tenían nada que hacer, siempre que habían una alarma aparecía Don Amoxicilino con su cara larga y su apestosa competencia. Pero con el tiempo sintieron un mortal abatimiento en forma de aburrida y deprimente existencia. Las horas pasaban, los días, las estaciones y nunca pasaba nada. Hasta que un día cualquiera de primavera, un monocito se presentó en su despacho algo alterado.-Hemos detectado un elemento extraño. Al identificarle nos ha dicho que es un polen de gramínea que se ha colado sin querer, que es inofensivo. El tipo de la Compañía no se ha presentado, ¿qué hacemos?-¿Inofensivo? Nadie se cuela en mi sistema sin consecuencias. ¡Moviliza a todos nuestros hombres y activa todo el sistema de armamento, se acabaron las vacaciones!- vociferó Fagocito.-Pero, si es sólo polen, no parece muy peligroso...-¡Tonterías, hay que darle un escarmiento, sube la fiebre, congestiona la nariz, los pulmones que provoque tos convulsiva y los ojos ya pueden lagrimear, es la guerra!A partir de aquel momento, Fagocito fue feliz, porque sabía que cada primavera terminaba con su letal aburrimiento, era como liberar adrenalina en un parque de atracciones brutal. 

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