Revista Cultura y Ocio

Cuento del mes: Magnutrón, superhéroe | Santiago Páez

Publicado el 11 octubre 2016 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Santiago Páez

(De su libro Aneurisma, 2009; tomado del blog Literatura de ciencia ficción en Ecuador, Quito, publicado en 14 de agosto de 209)

Jor–El, científico y astuto político del planeta Kripton, ha descubierto que su mundo desaparecerá como consecuencia de la desidia criminal de sus habitantes. Desesperado, envía dos naves hacia la Tierra; en cada una de ellas viaja uno de sus hijos gemelos: El–Khar y Kal-El. Ambas astronaves llegarán a la Tierra, años luz después de que Kripton se haya convertido en ceniza cósmica.

Kal-El llega a Ohio, en Estado Unidos, y allí es adoptado por un granjero; luego se convertirá en periodista y habrá de llevar una doble vida: la del tímido reportero Clark Kent, y la de Superman, héroe que combate contra criminales de toda laya ayudado por un conjunto de superpoderes que provienen de su naturaleza extraterrestre.

Superman siempre vence en sus luchas e impone el bien y la justicia, enfrenta a gángsteres que tratan infructuosamente de herirlo con sus ametralladoras o a malvados terroristas que intentan dinamitar el Golden Gate o alguno de los rascacielos del gran New York. Como su cuerpo es inmune a las balas no demora en reducir y dominar a sus oponentes y en entregarlos a la policía; a veces, incluso, él mismo lleva a los criminales a la cárcel sin demorarse en juicios ni lidiar con abogados y jurados.

Casi podríamos decir que la vida de Superman es aburrida, el único enemigo que algún trabajo le da es Lex Luthor, una mente maestra del mal, un archicriminal que a veces logra neutralizar sus poderes de extraterrestre; pero aún él sucumbe a la larga ante esa fuerza de justicia y de moral que es Superman quien, siempre luego de sus luchas, vuela sobre la ciudad, poderoso e invencible, mientras grita:

─ ¡A luchar por la justicia!

El otro hijo de Jor – El, llamado El – Khar, en cambio, ha aterrizado en los barrios miseria de una ciudad latinoamericana, en los Guasmos de Guayaquil. Allí, es adoptado por un payaso que actúa en los buses que recorren las calles del gran puerto, en sus aceras y en sus esquinas. Con el paso de los años, El – Khar sigue el oficio de su padre adoptivo y se convierte en el payaso Magnumín, y recorre la ciudad bajo esa cobertura mientras, en su personalidad de Magnutrón, lucha contra las injusticias, defiende a los débiles y enfrenta a los corruptos. Usa los superpoderes que le da su condición de extraterrestre en cada uno de sus combates y, sin embargo, fracasa en todos ellos: el mal, el origen del mal, siempre lo elude; a veces, ni siquiera logra detener a los mínimos malhechores que son las cabezas visibles de ese mal omnipresente y que se manifiesta en el hambre, la brutalidad de los citadinos o la corrupción de nimios y poderosos.

Con frecuencia debe defender a los pobres de la policía, a la policía de los jueces, a los jueces de los políticos y a unos políticos de otros políticos. En una oportunidad, siguiendo sus ideales de justicia, detuvo a una pandilla de asaltantes, los llevó a la Penitenciaría Modelo de Guayaquil, los dejó encarcelados allí y luego, tras ver las condiciones de insalubridad en las que los pandilleros tendrían que vivir en esa cárcel, y siguiendo siempre sus ideales de justicia, tuvo que liberarlos él mismo, enfrenando a los guardias de la prisión que le dispararon –inútilmente claro- con sus viejas escopetas de fabricación nacional. Antes de huir, y en un descuido, los maleantes recién liberados le robaron la capa. Después de eso su disfraz de superhéroe nunca fue el mismo.

Con el paso de los años y con la acumulación de sus fracasos, El- Khar va refugiándose en la personalidad del chispeante payaso Magnumín, hasta olvidar, completamente, su otra identidad de Magnutrón, el superhéroe. A veces va al cine y ve en la pantalla las aventuras de Superman, su hermano de Ohio, y se divierte como cualquier otro guayaquileño pobre; luego, se pone su disfraz de payaso e imita -en los buses- a Superman.

Ese es uno de los números que más gusta a los pasajeros.


Archivado en: Cuento del mes Tagged: Santiago Páez, Súperheroes
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