“El extraño caso del crimen de un colegial del Rosario”
Por Francisco Bermúdez Guerra
“Dichosísimo aquel que corriendo por entre los escollos de la guerra, de la política y de las
desgracias públicas, preserva su honor intacto.”
Simón Bolívar
El profesor Fernando Andarioz culminó su clase de Historia de las Ideas Políticas.
Había expuesto “El contrato social” de Rousseau, sus alumnos estaban exhaustos,
algunos le dieron las gracias, y otros salieron en tropel hacia su siguiente clase. A
Andarioz le gustaba dictar las dos horas exactas de cátedra. Uno de los
estudiantes, se acercó hasta él.
-Disculpe doctor, ¿me podría indicar cuál de los maestros de Bolívar era admirador
de Rousseau? – el alumno era alto, corpulento, llevaba gafas, y generalmente se
sentaba en las primeras filas del salón de clases.
Andarioz tenía afán, debía llegar a un almuerzo en el centro financiero de Bogotá.
-Simón Rodríguez, él fue quien instruyó al Libertador en las ideas de Rousseau-. El
profesor contestó con la mayor educación, siempre estaba dispuesto a responder
las preguntas de sus alumnos, sobre todo aquellas relacionadas con la Historia.
El alumno le dio las gracias al profesor y aceleró el paso, no quería dialogar más
con Andarioz.
Al llegar al patio del claustro del Colegio Mayor del Rosario, donde se alzaba
imponente la estatua del fundador Fray Cristóbal de Torres, el profesor encontró
que varias personas se agolpaban en las escaleras principales. También habían
profesores, personal de seguridad, y muchos alumnos. Parecía como si estuvieran
contemplando algo con extrema curiosidad.
De pronto, una mano se posó sobre el hombro de Andarioz. Era el rector de la
universidad, Monseñor Eduardo Calle Ferranz. El prelado era de mediana
estatura, ojos vivaces, algunas canas en su cabello, y llevaba siempre unas gafas
con unos lentes de bastante aumento. Era el primer religioso que había sido 2
nombrado rector de la universidad desde los tiempos de Monseñor Jose Vicente
Castro Silva. Su especialidad era la Filosofía del Derecho.
-¡Doctor Andarioz!- dijo el rector con urgencia, su voz era temblorosa, parecía
como si estuviera lleno de angustia.- ¡Ha pasado algo terrible!- el rector cogió al
profesor de uno de sus brazos, y lo llevó hasta donde se encontraba la multitud.
El rector apartó a varios de los curiosos con sus brazos, mientras arrastraba a
Andarioz. El profesor de Historia de la Ideas Políticas alcanzó a divisar un cuerpo
que se encontraba botado en las escaleras, casi al llegar al segundo piso del
claustro.
El cuerpo no presentaba señales de vida, se trataba de un estudiante. Monseñor
Calle se acercó al cadáver, y haciendo la señal de la cruz con su brazo derecho le
mostró a Andarioz el terrible acontecimiento.
Los ojos del estudiante tenían una expresión de horror, el rector posó sus manos
sobre estos y los cerró con delicadeza. Andarioz observó que el cadáver presentaba
unas marcas en el cuello, al parecer lo habían estrangulado. Sin embargo, se
sorprendió, ya que era mediodía, por lo que pensó que tal vez el estudiante había
caído de algún lugar, o se había tropezado con algo.
-¿Ya llamaron a la policía? – preguntó en voz baja, el rector asintió con la cabeza.
-Es un colegial, se llamaba Esteban Troncoso.
El rector y Andarioz contemplaban el cadáver acuclillados en las escalinatas. De
pronto, Andarioz observó un extraño papel que sobresalía sobre el tórax del
cadáver. El papel tenía algo escrito.
Monseñor Calle miró al profesor expectante, y agarró el papel.
-Por esto, te estaba buscando- dijo el rector.
-Es mejor no tocar nada, hasta que llegue la policía- dijo una voz dentro de la
multitud. Se trataba del profesor Gutiérrez, un reconocido criminalista.3
El rector, algo molesto, volvió a colocar el papel sobre el tórax del cuerpo. Sin
embargo, Andarioz leyó la inscripción que había en la hoja de color blanco.
VENGAREMOS A CALDAS, LA ORDEN HA VUELTO.
El rector de la universidad también hizo lo mismo, y ambos se miraron
estupefactos.
-Venga a mi oficina profesor- susurró en voz baja el religioso.
La rectoría del Colegio Mayor del Rosario se encuentra a pocos metros de la
escalera principal, en el segundo piso del patio principal del claustro. Allí,
Monseñor Calle habló con el profesor Andarioz.
-Esa nota, fue lo primero que observé, ¿de qué se trata?- el rector estaba
impaciente, caminaba lentamente por la oficina mirando hacia el piso. Su
interlocutor estaba sentado en el sofá, miraba también el reloj de su muñeca con
impaciencia.
-Debo ir a una cita monseñor, la policía y la fiscalía se encargarán de esto.
El rector parecía preocupado, no respondió el comentario de Andarioz.
De pronto, la puerta de la rectoría se abrió un poco.
-Monseñor, un capitán de la policía quiere hablar con usted- dijo una voz
femenina. Era la secretaria del rector.
-Dígale que siga.
El profesor Andarioz se paró del sofá.
-Ya debo irme, llámeme más tarde para saber qué ha pasado.
-No profesor, por lo menos acompáñeme a hablar con la policía.4
En ese instante, irrumpió en el lugar un individuo de por lo menos dos metros de
estatura. Llevaba un bigote negro bastante abundante, parecía como uno de esos
charros mexicanos de las películas de Pedro Infante.
-Buenas tardes, mi nombre es Olegario Puerro, soy capitán de la policía de Bogotá,
me gustaría hacerle unas preguntas padre-. El sujeto no llevaba uniforme, estaba
vestido de traje y corbata. Su aspecto era el de una persona estricta y organizada.
-¿En qué puedo ayudar capitán Puerro?- preguntó con nerviosismo el rector.
-Al muchacho lo asesinaron, sin lugar a dudas, aunque toca esperar la autopsia,
pero algunas marcas en su cuerpo no dejan incertidumbre sobre eso.
El capitán de la policía ni siquiera advirtió la presencia del profesor Andarioz.
-¿Pero cómo pudieron dejar el cuerpo ahí, a pleno mediodía?- preguntó el
catedrático.
-¿Quién es usted?
-Es uno de nuestros profesores, capitán, me está acompañando en todo esto, ya
sabe…., no estoy acostumbrado a tratar asuntos legales – Monseñor Calle, por
primera vez desde que había llegado a su despacho, se sentó.
Olegario Puerro alargó su mano para saludar a Fernando Andarioz, éste también
hizo lo mismo.
-Es muy simple, el muchacho falleció en la escalera.
El rector y Andarioz se miraron con extrañeza. Parecían confundidos. Era
imposible que alguien hubiera asesinado a plena luz del día a una persona en un
sitio tan concurrido sin ser visto.
-Capitán, no le entiendo, ¿cómo pudieron asesinar al colegial Troncoso sin que
nadie hubiera observado nada?- preguntó Monseñor Calle. 5
-Le inyectaron algún veneno, y el muchacho simplemente se desplomó en las
escaleras.
-¿Y las marcas en el cuello?- cuestionó Andarioz.
-Las marcas no son recientes, son de hace seis o siete horas, por lo que he podido
ver.
-¿Cómo sabe que el colegial Troncoso fue envenenado?-. El rector de la
universidad parecía muy angustiado, su semblante estaba descompuesto.
-Por el color de su piel, por su olor, y por las pupilas de sus ojos, generalmente los
cadáveres que han sido intoxicados tienen unas marcas muy particulares- dijo el
capitán Puerro.- Sin embargo hay que esperar la autopsia, como ya les dije.
-¿Y el papel que estaba encima del cuerpo de Troncoso? ¿Cómo lo pusieron?
-Eso sí no lo sabemos, por ahora- dijo el policía.
Monseñor Calle volvió a pararse, seguía nervioso, aunque Andarioz notó tristeza
en sus ojos.
-¿Monseñor, usted se ha referido al estudiante muerto como el colegial Troncoso?
¿Qué significa eso? – preguntó Puerro.
-Los colegiales de número son estudiantes que eligen al rector y a otras directivas
de la universidad, son seleccionados por sus méritos académicos y personales.
Troncoso era un colegial de Jurisprudencia. Un alumno excepcional.
Monseñor Calle mencionó esto con nostalgia, y su tono de voz se quebró al final.
-La nota que se encontraba en su tórax, ¿les dice algo?
-Capitán, Francisco José de Caldas fue uno de los próceres de la independencia de
Colombia, en esa escalera, donde se encontró al cadáver, hay una inscripción que
menciona la forma como fue llevado al patíbulo el sabio por ese mismo sitio, hace 6
por lo menos dos siglos. Allí dejó un símbolo enigmático, la famosa o larga y negra
partida, que es un círculo partido por una línea.
Fernando Andarioz sabía muy bien esa historia, ya que ésa era su especialidad,
junto con el derecho financiero. Sin embargo, no tenía idea o referencia alguna de
la enigmática nota dejada sobre el cuerpo de Troncoso.
-Le haremos algunas pruebas a esa nota, tal vez dejaron huellas digitales o algo por
el estilo- advirtió el capitán.- Por ahora no los molesto más, que estén bien, y
Monseñor, si necesito algo lo llamaré.
-Desde luego capitán, lo que se le ofrezca- dijo el religioso, quien estaba de nuevo
sentado detrás de su escritorio.
El capitán dejó la oficina. Fernando Andarioz estaba sorprendido, un crimen en
pleno claustro del Rosario, era inconcebible pensaba él. Volvió a mirar su reloj.
Debía irse.
-Monseñor Calle, yo también me voy.
El religioso parecía que rezaba en silencio. Y le hizo al profesor un ademán con la
mano despidiéndose.
Andarioz salió de la universidad, tomó un taxi. Sus pensamientos estaban en la
imagen del estudiante muerto, su expresión de terror, la extraña nota
“VENGAREMOS A CALDAS. LA ORDEN HA VUELTO”, ¿qué rayos significaba
eso?
Llegó a un restaurante ubicado en el centro financiero de Bogotá, en la calle 72. Lo
esperaba una hermosa mujer. Era de cabello negro, ojos cafés, de piel muy blanca.
-Gloria, discúlpame, pero ni te imaginas lo que pasó en el Rosario.
-Sí, ya lo sé, la noticia está en todos los canales de televisión.
Gloria Zuluaga De Trigard era una famosa abogada, apoderada de varios bancos.
Fernando Andarioz era su socio de bufete. Aunque su relación era netamente
profesional, a Andarioz no le era indiferente su colega. De hecho, le atraía. 7
-Lo que más me intriga es la nota, hace referencia a Caldas, y a una Orden, y dice
que se vengarán- dijo el profesor, mientras partía un roast beef.
-Esto parece una historia de Dan Brown, sociedades secretas, notas enigmáticas, y
todo eso – espetó burlonamente la abogada.
-No lo tomes a la ligera, un estudiante fue asesinado- Andarioz dijo esto, e
introdujo el tenedor con la carne en su boca.- Fuera de eso, el rector está muy
angustiado, me preocupa.
Gloria hizo una mueca con su boca, no parecía contenta con la apreciación de su
socio.
-Ya lo sé, no te gusta Monseñor Calle, pero, a mí me parece una persona muy
inteligente.
-No es eso, es que tener a un religioso como rector es anacrónico, ¿no te parece?
-No me parece. Monseñor es religioso pero tiene pensamientos de avanzada, le
gustan los adelantos modernos, y es muy honesto.
Gloria aguantó una risita y también siguió comiendo.
De pronto, el teléfono móvil de Gloria empezó a sonar.
-¿Aló? Ah, hola Doctor Fernández, ¿cómo está?, sí precisamente estoy hablando de
eso con Fernando, sí terrible.
Andarioz volvió a sus pensamientos, a la imagen del cadáver que acababa de ver.
-… sí doctor Fernández, yo le digo, bueno, hasta pronto-. Gloria guardó su teléfono
celular en su cartera.- Oye, que vayas a la oficina del doctor Fernández, te necesita
de manera urgente.
Esta vez fue Andarioz quien hizo una muesca de asco con su boca.8
Revisaron unos documentos con su socia, y posteriormente el profesor salió hacia
la oficina de Wolfang Fernández, el presidente del Banco IUTYW.
El edificio era enorme, una construcción nueva de veinte pisos. El Banco IUTYW
no llevaba más de tres meses en el país, era de propiedad de unos japoneses. El
bufete de Andarioz asesoraba personalmente los asuntos de su representante legal.
Al llegar al piso número veinte el profesor sintió vértigo, los nuevos ascensores
subían muy rápido. La oficina estaba totalmente cubierta en madera, daba una
excelente impresión a los visitantes.
Una secretaria muy atractiva hizo seguir a Andarioz.
-Hola mi estimado Fernando, supe lo que pasó en el Rosario, ¡cómo lo siento!
-El rector está destrozado.
-Me imagino, el curita adora a sus alumnos.- Exhibió una sonrisa con sus dientes
recién blanqueados.
-¿Y cómo fue el accidente del muchacho?
-¿En los noticieros no lo han dicho? Parece que lo envenenaron, y cayó muerto en
la escalera del claustro.- Andarioz de pronto tuvo un pensamiento extraño en su
mente.
-¡Qué vaina hombre! Lo siento mucho.
Wolfang Fernández era de baja estatura, de bigote color ceniza, y tenía unos
ademanes muy típicos de los antiguamente nacidos en Bogotá. Andarioz era su
abogado personal, junto con Gloria.
-¿En el noticiero dijeron algo de la nota?- preguntó el profesor.
-No ala, ¿cuál nota?
-Una nota que decía: VENGAREMOS A CALDAS, LA ORDEN HA VUELTO. 9
A Fernández se le borró la sonrisa de la boca, y pareció como si le hubieran dado la
peor noticia de su vida.
-¿Entonces es verdad?
-¿Es verdad qué Wolfang?- preguntó con malicia Andarioz.
-Mira Fernando, por lo que yo sé, los próceres de la independencia fundaron una
sociedad secreta llamada “El arcano sublime de la filantropía”, era una sociedad
literaria donde también estaba Pedro Fermín de Vargas, Antonio Nariño, y no sé,
se dice que también Caldas. En esa sociedad se hablaba de literatura pero también
de libertad, y de independencia. Esa sociedad al parecer se acabó, pero muchos
dicen que ha seguido existiendo hasta nuestros días.
-¿Te refieres a los masones?- preguntó nuevamente el profesor con malicia.
-No, los masones son otra cosa. Esta orden que surgió a partir de “El arcano
sublime de la filantropía” es una nueva sociedad, que según mi padre se llamaría
la Orden de la O larga y negra partida, en honor al sabio Caldas. Al parecer ellos
tuvieron sus roces con Bolívar y con Santander, quienes eran masones. Los
masones querían establecer un nuevo país llamado Colombia, mientras que
aquellos estaban de acuerdo en seguir llamando a nuestra nación Nuevo Reino de
Granada, y continuar con la dependencia del rey de España, pero con una
autonomía política.
-No tengo datos de esa sociedad secreta, aunque me parecen mentiras sus
planteamientos, ya que Nariño era parte de “El arcano sublime de la filantropía” y
quería la independencia definitiva de España.- Andarioz sintió una leve emoción,
ya tenía una pista de algo, aunque no estaba seguro.
-En todo caso mi querido Fernando, la Orden de la O larga y negra partida
supuestamente desea vengar la muerte de Caldas, que aunque lo mandó ajusticiar
Pablo Morillo, jamás han perdonado la negligencia de los otros patriotas al no
haber enfrentado la reconquista española a tiempo.
-Me parece un conjunto de disparates, y de mentiras históricas, ya que los otros
patriotas, entre ellos Caldas, fueron negligentes al momento de organizar una
defensa contra la reconquista española, nadie traicionó a Caldas. ¿Y luego ellos no
querían seguir dependiendo de España? Es una locura.- manifestó el profesor.10
Wolfang Fernández atravesó la oficina hasta un pequeño mini bar que se
encontraba en una esquina del lugar. Se sirvió un whisky, y le ofreció uno a
Andarioz. El profesor negó el ofrecimiento con amabilidad.
-Mi estimado Fernando, en todo caso la Orden de la O larga y negra partida es sólo
un mito que me contó mi padre, y como tú dices, no hay coherencia histórica en
todo esto.- Wolfang colocó un tabaco en su boca y empezó a fumar.
-Debo ir al Rosario de inmediato.
El profesor Andarioz tenía una pista del supuesto asesino del colegial Troncoso,
debía comunicarle su teoría a Monseñor Calle.
Al llegar al claustro del Rosario, encontró al rector en la puerta, estaba de salida.
-¿Qué hace por aquí profesor?
-Monseñor, creo que sé la identidad del asesino.
El rector sonrió con picardía.
-Mi estimado profesor Andarioz, la policía ha detenido al asesino del colegial
Troncoso hace media hora.
-¿Qué ha dicho?
-Al parecer fue muerto por uno de sus compañeros. Un envidioso que no
soportaba a Troncoso, le puso un veneno en un café y se lo administró.
Posteriormente puso la nota para despistar. Profesor vaya y descanse.- el rector se
despidió con una sonrisa muy tímida, y salió hacia la carrera séptima.
Andarioz no lo podía creer, pensaba que su teoría era la acertada.
Llegó a su propia oficina. Ya nadie estaba allí. El computador de su socia había
quedado prendido, decidió ir a apagarlo. Miró el escritorio. Abrió uno de los
cajones por pura curiosidad, esperando a que se apagara el aparato. Miró unos 11
papeles con un extraño símbolo, se trataba de un círculo negro atravesado por una
línea, en esos papeles aparecían transcripciones de unas reuniones, allí se hablaba
del colegial Troncoso, del rector Calle, y de él mismo, sintió una punzada en el
corazón.
Escuchó una voz atrás de su oído. Era su socia. Gloria.
-La Orden ha vuelto mi querido Fernando, Colombia será otra vez una colonia de
España, formaremos líderes que vuelvan las cosas a su sitio, y empezaremos por el
Rosario, el colegial Troncoso se negó a votar por mí para rectora en la última
elección, y por eso lo pagó caro. Y ahora, ese curita está de rector. ¡Ese curita que
defiende el republicanismo y el patriotismo colombiano, ese payaso!
-Gloria estás mal de la cabeza. Deja que te vea un médico.
-¡Nunca! ¡Viva Caldas! ¡Viva el rey de España! ¡Abajo Bolívar y Santander!
Sonó un disparo, Andarioz sintió que la mujer se había desplomado en el suelo.
En la puerta estaba el capitán Puerro junto con Wolfang Fernández. El policía
había accionado un arma. Cuando el profesor se volteó, encontró que su socia
empuñaba un revólver en su mano, y tenía un dedo en el gatillo.
-Iba a dispararle- dijo el capitán.
-Lo sabía desde hace muchos años Fernando, tu socia era de la Orden, como mi
padre. Nunca creí que fueran a llegar tan lejos. El capitán le dio una falsa noticia al
rector Calle, para que ni tú ni Gloria sospecharan nada. Ellos envenenaron a
Troncoso, querían apoderarse del Rosario para cumplir sus dementes planes.- dijo
Fernández.
-¿Y la nota? ¿Quién la puso? – preguntó el profesor Andarioz.
-Fue el profesor Gutiérrez, también pertenece a la Orden, en este momento lo están
arrestando, él fue quien envenenó a Troncoso.- manifestó el banquero. 12
Días después, Monseñor Calle celebró una misa en la capilla de la Bordadita, oró
por Troncoso, y por el sabio Caldas, y pidió que nadie más utilizara la memoria de
los próceres de la independencia para propósitos egoístas y dementes.
Fernando Andarioz estaba presente en la misa, algo le rondaba su cabeza.
FIN
Nota: La Universidad del Rosario es una institución real, así como los colegiales de
número, El arcano sublime de la filantropía realmente existió. La Orden de la O larga y
negra partida es una sociedad ficticia así como todos los personajes que aparecen en este
cuento. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.