Revista Videojuegos

Cuentoparhamaco: ‘El hippie Karateka’

Publicado el 07 octubre 2016 por Ludopharmacos @ludopharmacos

Las tardes de primavera las pasábamos encerrados en el Arcade. Especialmente esa temporada, que fue todo un éxito agrícola: se rompieron récords de cosecha, se necesitó emplear más mano de obra e incluso tuvieron la decencia de pagarnos muy bien.

Pero la temporada había concluido. Dura poco, menos de lo que uno cree, y debíamos pasar el resto del año. La gente tenía guita en el bolsillo y salía a gastarla. Yo salía a gastarla. Y como había tantos transeúntes por las calles de Salinas, decidí encerrarme con mi único amigo, Eugenio, durante todas las tardes de ocio: bebíamos cerveza, charlábamos sobre cualquier tema, y jugábamos. Mucho, jugábamos demasiado, más de lo que quisiéramos. Era lo que necesitábamos.

appleii

Uno de esos días en que nos aislábamos en el Salinas Digital Park, apareció un hippie. Si no fuera por su peculiar atuendo tal vez pasaba como uno más del montón que circulaba por Salinas: pantalones holgados de los colores de Jamaica, una remera con la estampa de un león y barba crespada; todo eso coronado con una única rasta que pendía de una nuca rapada en una cabeza atestada de rulos.

Nosotros no lo vimos hasta que se nos apareció delante. Por alguna extraña razón nos hallábamos jugando pelea tras pelea de una versión muy pirata del Karateka: la increíble aventura del karateka que derrotaba una tras otra a las malvadas fuerzas del extraño Akuma, dentro del enigmático castillo oriental, jamás había salido para fichines. Era un juego viejo, muy viejo, y no obstante eso, el hippie se acercó. Eugenio estaba como un desquiciado gritándome: ‘dale pelotudo rompele la jeta a trompadas a ese, no ves que se te viene encima’.

¡Pero chicos!, interrumpió el hippie, acercando ya su rostro a los nuestros, ¡el karateka no pega trompadas, tira tsukis!

karateka_fighting_akuma

Inmediatamente perdí la partida: no se si fue por aquella interrupción sin sentido, por la irrupción de esa extraña palabra o porque simplemente siempre fui pésimo en los juegos de pelea.

De todas formas, perder la partida fue malo por el simple hecho que el hippie vio la oportunidad ya consagrada de meterse sin el más mínimo pudor y comenzó una suerte de perorata casi ininteligible y solamente soportable por una razón: constantemente pedía cerveza y tenía con qué pagarlas.

Entre trago y trago de tibia birra, empezó a hablar del karateka, pero no del juego, sino de quiénes hacían karate. Hablaba de orientales, de japoneses septuagenarios que vivían en la isla de Okinawa y decía que ellos no tiraban patadas ni trompadas, sino geris y tsukis. Chicos, nos decía, yo se todo esto porque tenía el juego… yo trabajé en Atari, y todos teníamos una Apple II para jugar al Karateka. Lo teníamos original, con el hermoso manual, ¡setenta páginas a todo color más un enorme mapa del archipiélago de Ryūkyū!: ahí en una isla ficticia estaba el castillo del samurai Akuma, el malvado shōgun.

Nuestros ojos comenzaron a dilatarse de la emoción. Por un momento creímos que nos engañaba, pero cuando dijo que trabajó en Atari, comenzamos a creerle al instante: ese dato era real, no nos mentía, y la manera de comprobarlo estaba a la vista. Era un hippie que fumaba porro todo el día, igual a esos programadores de Atari de los años 80’ que arruinaron a la empresa… años 80’ dónde, además, había salido el Karateka…

karateka_03_apple_ii

Pero lo mejor, proseguía, era el manual. Si, el mapa era bellísimo, lleno de detalles, ¡era mejor que cualquier mapa que hayan tenido en sus manos! Y ahí, en su contenido, estaba la verdadera magia: la historia detrás de la historia. El Gran Akuma, Shōgun de la isla, era un tirano macabro, despiadado, que corrompió a decenas de karatekas del archipiélago de Ryūkyū.

Y es ahí, -seguía diciendo, obnubilado, bebiendo y pidiendo más cerveza-, donde habla del karate. De los geris, los tsukis. No son trompadas, son golpes precisos. Eran tipos rudos los karatekas. Eran épocas duras. Ey, ustedes no son de acá. Son latinos, se les nota. Yo estuve en Buenos Aires y varias veces me quisieron robar de las maneras más estúpidas… pero también de las más violentas.

A un karateka de las islas de Ryūkyū no le ibas a robar. Quiero decir, no podías, ¿me entienden? No te iban a matar. No hacen eso. A menos que este en juego su propia vida. Él no va a ir a buscarte, es pacífico, reflexivo. Lo explica ahí, en el manual, todo eso, y tiene sentido, ¿saben por qué?

Porque Khalid, qué es el karateka del Karateka, actúa así. El avanza por el castillo y se defiende de los mercenarios de Akuma. Porque dejaron de ser karetekas. Saben el arte marcial. Conocen los golpes. Saben que se llama geri y tsuki, y que van al pecho. Pero no son karatekas: son soldados pagos de Akuma: los karatekas no sirven a nadie, y mucho menos a un tipo que se dedica a imponer el terror, y rapta mujeres. Hoy en día sería un traficante de blancas… eso no lo dice en el manual, pero, ¿por qué rapta a una mujer?

karateka_02_apple_ii
Porque es una princesa, -arrimó Eugenio-, tiene sentido, seguro la estaba secuestrando para pedir rescate y sacarle guita a algún gil.

-Eso no lo se,-reculó el hippie- no lo dice en el manual… yo te digo lo que leí ahí.. si ya sé, tampoco sé si era un tratante de blancas, no me lo recalques, pero podemos estar de acuerdo en una cosa: el tipo rapta mujeres. Nadie puede servir a un ser así.

No, claro que no, -digo-, uno tiene limites. Pero, de todas formas, -dije, canchereando-, el juego aclara que el héroe es anónimo, eso lo leí, lo dice en la introducción.

-Si, pero, sabes lo qué pasa, -siguió, sin inmutarse-. Vos sos muy chico. Y además sos latino-.

-Che, somos latinos, y qué, –escupió Eugenio, acercando el rostro, inflando el pecho-.

-Déjenme terminar la oración, ¿quieren? Son chicos y latinos; este juego es muy viejo, no salió de acá, como otros tantos que ustedes no vieron los manuales ni siquiera en pdf… los de aquella época tenían más información que la que se proporciona en el juego, o en la caja-.

karateka

Y ahí decía que ese karateka, el del Karateka, se llamaba Khalid. Y era el único karateka en todo el juego. No había otro. Los de Apple no eran boludos, chicos, intervinieron directamente en el juego: se llama así por decisión de Wozniak, a Jobs no le interesaba este tipo de juego… si lo hubieran titulado ‘Khalid’ , no llamaba la atención, Karateka era más representativo. Primero fueron a vendérselos a ellos, para que Apple los distribuyera con algunas máquinas, y lo promocionara en sus revistas.

Cuando los del Karateka vinieron a querer vender el juego a nuestras oficinas, ya era tarde: Apple había comprado. Perdimos mucha guita.

La charla me empezó a parecer aburrida. El hippie, del cual todavía no sabíamos su nombre, empezó a divagar entre las canciones de Joy Division que escuchaban mientras programaban, otros juegos inexistentes, y la cantidad de marihuana que los gerentes de Atari guardaban en las oficinas de California.

Sin embargo, a mi me quedó haciendo ruido la historia de Khalid, así que, sin miedo le pregunté:

Pero, che, algo más tenía que decir sobre Khalid, si había setenta páginas en el manual, ¿qué contaba de él?

karateka-ingame

¡Chicos, por supuesto que hablaba de Khalid! ¡Era el único karateka, y digo el único, porque era el último! Akuma los había matado a todos. Y los que no murieron, se habían unido a él, en su castillo: eran el brazo militar desarmado que gobernaba la isla. ¿No les dije que habían sido karatekas, que actuaban como ellos, pero que no lo eran? ¡Por eso no usaban armas!

¿Por qué un shōgun tendría una guardia militar desarmada? ¡Porque habían sido karatekas, no necesitaban armas,los tsukis y los geris eran sus katanas!

Y además, –río Eugenio-, así se ahorraba pagar armas, pertrechos, armaduras, herreros, ¡toda una industria armamentística sin trabajo! ¡Qué manera de dejar a la gente sin laburo, che, que hijo de puta!

El hippie lo miró seriamente. Corto su charla, apuró la cerveza y nos saludo. Dijo que debía irse, que su bus partía enseguida.

-Sos un pelotudo, che, nos estaba pagando las cervezas, y además quería saber más del Karateka.

-¿Qué más querés saber de este juego de mierda? Tenes que pegar y moverte, eso hace el karateka, ¿no ves? Mira, yo te muestro, así aprendes de una vez por todas.


Volver a la Portada de Logo Paperblog