Por la ventana abierta de la casa fue volando hasta un colegio con cuatro edificios y un patio de arena en el que estaban jugando algunos profesores a fútbol sala, mientras otros se tiraban piedras. Dos profesores con barba se estaban pegando en el suelo. En un rincón había un niño que tiraba de las orejas a un profesor con gafas que, muy travieso él, había tirado de las coletas a una profesora que lloraba desconsoladamente en un rincón. Todos los profesores se lo pasaban muy bien: se tiraban por el suelo, bailaban, comían gusanitos... pero algunos eran muy pegones y los niños los tenían que reñir. El niño que cuidaba el recreo tocó un silbato y todos los profesores se fueron corriendo a la fila y empezaron a empujarse y pegarse de nuevo. El niño les dio una voz y se callaron. Cuando entraron en la clase Polillita voló hasta una ventana y vio a los profesores malos de pie en un rincón castigados y a los buenos con caramelos que les daban los niños cuando se sabían la lección. Al llegar la hora de salir, los profesores salieron corriendo porque les esperaban sus niños para llevarlos a casa de la mano pues no sabían cruzar ellos solos la carretera. Otros niños montaron enseguida a su profesor en el coche y se fueron a su casa para comer pronto pues tenían que ir a trabajar.
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