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Cuerpo de guitarra

Publicado el 04 marzo 2014 por Alicia Y.h.
Cuerpo de guitarra
    Perdí la llave de la habitación de las guitarras la noche en que mi novia me dejó. Sospeché que ella me la había robado, pero me juró y perjuró que no lo había hecho. Ella me decía que era de locos cerrar esa habitación con llave, pero yo era un poco paranoico y temía que me las robaran.
A las dos semanas, comenzó a salir con un pianista. Imagino que las teclas le resultaban más atractivas que las guitarras, pero la muy imbécil ignoraba que el piano también es un instrumento de cuerda.Durante semanas estuve demasiado decaído como para pensar en tocar. Así que ni se me ocurrió forzar la cerradura. Peero una noche de insomnio en que imaginaba un tórrido encuentro con el cuerpo con forma de guitarra de mi ex, me pareció oir un sonido. Mi fantasía se paró en seco. Silencio. Intenté retomarla, pero fue imposible. El sonido regresó en forma de melodía, la canción favorita de ella.
Me levanté temblando y avancé por el pasillo a oscuras hacia la fuente del sonido, la habitación de las guitarras. Por las rendijas de la puerta salía una luz verdosa. Toqué el pomo y retiré la mano. Quemaba. La música cesó y la luz se apagó. Volví a la cama sin dejar de temblar y me tomé una de las pastillas para dormir que solía tomarse mi ex. A la mañana siguiente pensé que todo había sido un sueño. Busqué la caja de herramientas y me costó sudor y lágrimas arrancar la cerradura, pero no estaba dispuesto a pagar 80 euros a un cerrajero. En la puerta quedó un bonito agujero, pero no me importó. En la habitación todo estaba como lo dejé. Mis cuatro guitarras alineadas cuidadosamente, tapadas con sus fundas. Nada había cambiado. Sin duda había sido un sueño.
Esa noche tampoco conseguía dormirme. Esta vez la causa no era ninguna fantasía erótica, sino que no dejaba de darle vueltas a las causas de nuestra ruptura. Cuando más nervioso me encontraba, dando vueltas y enrollándome en las sábanas, volví a escuchar la misma melodía de la noche anterior. Esta vez más clara y cercana. Sin dudarlo me levanté y avancé por el pasillo, iluminado por la luz verdosa que salía de la habitación de las guitarras. Esta vez no temblaba, me sentía como en trance, la melodía me atraía como un imán, la puerta semiabierta me seducía para que la atravesara.
Empujé la puerta. Las cuatro guitarras brillaban con una luz esmeralda fosforescente y sus cuerdas vibraban con la melodía tan conocida por mi. Me sentí relajado como mantequilla y a la vez excitado cuando cada una de las guitarras se transformó en el cuerpo desnudo de mi ex, vibrando al unísono, atrayéndome con los brazos abiertos y con sus bocas susurrando su melodía favorita...

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