Revista Opinión

Cuestionando el Fashion

Por Raguniano @raguniano
Para mí desde pequeño ha sido cuestión de honor propio el mostrar una personalidad firme a la hora de crear mis propios códigos de vida, mis propias opiniones e incluso mis propias reglas de conducta social, en tanto no afectasen negativamente a otros. Jamás fumé cuando mi grupo de compañeros preadolescentes lo hicieron, sino después. Todo mi mundo juvenil se iba de putas, menos yo. Y cuando decidí hacerlo, jamás copié el modelo de jactarme de lo macho que fui, pues ya me resultó demasiado traumática la vivencia como para seguir hablando luego de ella. Claro, para asegurarme que en realidad fue un trauma que no se debió a mi inexperiencia la repetí en otro burdel, y como resultó casi igual de sórdida e incómoda, dejé de probar mi virilidad de esa manera. Y así, con el viejo método del ensayo y error, me hice tempranamente de un aprendizaje valioso que luego me sirvió de mucho: aprendí donde no buscar!!
Cuestionando el FashionMás adelante seguí fluyendo con el siglo hacia su final, mientras se aceleraba el bombardeo publicitario que cebaba al consumismo juvenil con metas e ídolos que se me hacían más falsos que un dictador demócrata. Antes de mis 20 veía a mis contemporáneos buscar su propia identidad dejándose seducir por la moda para abandonar el mundo de los niños, mientras retaban a los dinosaurios mayores, y los chicos de hoy siguen haciendo lo mismo, sólo que más sobreestimulados. Hace nada entraba al cine, por ejemplo, y todo el gentío juvenil y no tan juvenil lloraba a moco tendido –menos yo, por lo que crecí creyéndome un insensible inadaptado y malvado- con la historia de la pobre chiquilla pobre e inocente, menospreciada y maltratada, que acababa venciendo obstáculos inverosímiles gracias a una serie de circunstancias afortunadas, hasta convertirse en la más rica, poderosa y envidiada de las estrellas humanas. Y como nuestra humanidad es comprobadamente lenta y torpe como dicha protagonista -pero pareciera que no tan afortunada en lo que alcanzar el progreso verdadero se refiere-, en este nuevo siglo la gente sigue disfrutando entre lágrimas de películas similares, aunque Cristina Aguilera haya reemplazado a la Streisand. Porque es un modelo que se prueba, vende…y se sigue usando una y otra vez hasta agotarlo.
La moda, o el fashion, definida textualmente como “costumbre en boga durante un tiempo”, empujaba en mi niñez a la gente a comprar el coche más grande tal como ahora la empuja a adquirir el más compacto. La lucha doméstica por hacerse del más reciente modelo de televisor continúa igualita hoy en día, aunque la T.V. popular sea lo más delgada posible. La moda aliena a cada vez mayores masas de gente frenética por destacar entre sus iguales, y es de ver la cara de la chica o no tan chica que, con aire de suficiencia extrema, afirma haberse puesto los implantes porque “así soy auténticamente yo, y porque yo hago con mi cuerpo lo que me da la gana”, ignorando al centenar de clones que la rodean y los riesgos del pezón necrosado o de la prótesis rechazada por el organismo. La moda furiosa y efímera refleja la evolución acelerada de este inicio de milenio, y las tendencias que imponen la vestimenta o los accesorios y peinados vienen a ser lo mismo que las versiones sucesivas e inmediatas de los programas informáticos, las computadoras o los elementos portátiles de comunicación. Casi terminas de cambiar tu teléfono móvil por el nuevo modelo más caro, cuando debes hacerte de un Blackberry, o no eres nadie. Y éste ya expira ante el I-Phone, que a su vez dará paso en cuestión de meses al I-NO o como se llame. La excusa perfecta: “es que si no lo tienes, aunque tu pinta no vaya con tu déficit económico, te pones al margen de la comunicación mundial y sobre todo de la gente con la que quieres alternar en plan de igualdad”…y eso en un mundo cada vez más poblado y cada vez también mas lleno de gente sola que tropieza a cada momento, en la calle o en Internet, con otros solitarios. 
En pocos meses, lo que era absolutamente necesario pasa a ser anticuado, por la presión mediática pagada por el mercado consumista y la que ejerce la industria sobre la moda que vende o, más bien, impone brutalmente a quienes buscan realizarse, definirse, tener éxito o al menos aparentarlo, para ser felices. Esa mayoría alienada debe seguir consumiendo. Por tanto, hay que seguir modificando continuamente lo que se usa y lo que no. Mientras, la infelicidad personal y mundial crece y crece, por la sencilla razón de que el ser humano no es una cosa, y por ende no puede satisfacerse llenándose de cosas, mientras descuida sus demás dimensiones. El gusto propio y la individualidad personal siempre estarán por encima de la imitación que impone la moda, en esa búsqueda frenética de la felicidad. Yo he sobrevivido hasta hoy a pesar de resistirme a ser el típico consumista del producto de última hora, y me he divertido horrores viendo a la masa ser manejada como un títere de mil cabezas y una sola idea por quien se enriquece, mientras permanece discretamente en la sombra, con la repetición, con la publicidad, con la producción, con la guerra, con la salud, con la credulidad, con el vacío existencial, con la oscuridad, con la banalidad, pero me gustaría leer por aquí la voz de alguien que defienda su libertad de ser esclavo del fashion.
Escrito por: Gustavo Löbig

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