Revista Cultura y Ocio

Cumpleaños

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez
Cumpleaños
Hoy, pecando de presuntuoso, me dedico la entrada: es mi cumpleaños. ¡A mi salud!
Y voy a escribir sobre esta costumbre tan social, tan popular, de celebrar cumpleaños, o cumpledaños (según se mire). Yo, no tardando mucho, llegaré a esa edad en que uno preferiría descumplirlos; aunque ahora mismo me conformaría con mantenerlos. No estaría mal eso: quitar cada año una velita de la tarta y llegar al cabo del mismo tiempo vivido a ser un bebé de nuevo. Al fin y al cabo tiene cierto parecido a lo que acaba ocurriendo solo que con el cuerpo arrugado y roto.
Yo, sobre mi cumpleaños, tengo mi pequeño secreto: lo celebro dos veces (ahora mismo acaba de dejar de serlo). Mi personal celebración, íntima y reservada, el día 10 de octubre; y la oficial, social y pública, el día 12. La razón de esta doble festividad tiene su origen en un despiste de mis padres a la hora de inscribirme en el registro. Se les pasó el plazo establecido y, para evitar pagar la multa correspondiente, decidieron declarar que había nacido dos días después: justo en la festividad del Pilar y coincidiendo con la celebración del día de la Hispanidad. La importancia de estas dos festividades siempre ha eclipsado mi aniversario (¿Quien puede competir con la propia Virgen y la Nación entera?), así que me reservo la parte más entrañable para el día 10, anónima fecha, donde (además de ser la real y cierta) soy el máximo protagonista del día.  Ese día me alegro o me entristezco (según se mire) a la vista de otro año más transcurrido y me pongo un pelín trascendente: a veces toca hacer un acto de contrición y propósito de la enmienda de algunas cosas.
La celebración oficial con su ritual de llamadas, felicitaciones, regalos, comida y tarta; con ser quizás necesaria (no estoy muy seguro) va perdiendo fuerza con los nuevos tiempos. A veces la cálida voz de una llamada se cambia por un mensaje en el whatsapp con tartita  virtual incluida;  te felicita Facebook, el Corte Inglés, Universia o Bankia con más puntualidad y fidelidad que tu  propia familia; los regalos se convierten, a veces, en sobres con dinero (menos mal que todavía mis alumnos regalan dibujos, cartas o poesías);  las comidas se posponen hasta coincidir con algún otro familiar y reducir costos; las tartas dejan de apetecer a los niños (que fueron siempre los más agradecidos y en quienes más se pensaba al encargarlas)...
La gente te regala, pero tras ese regalo late la certeza de una segura correspondencia. Se trata más bien de un intercambio. No soy el único que piensa así, uno de mis cuñados (austera gente del norte) también lo piensa. Estoy pensando en hacer con su colaboración para este año una pequeña performance en el momento de los regalos: Aprovechando que celebraremos el cumple en el mismo día me presentaré con un billete de 500 euros y con gran pompa se lo regalaré mostrando a todo el mundo el gran aprecio que le tengo y lo generoso que soy. Él lo recibirá emocionadísimo y agradecerá mi desprendimiento desmesurado: ¡Eso son regalos, Copón!, - dirá -... Después, con igual solemnidad, me regalará a mí los 500 euros por mi cumple, yo le agradeceré su extraordinaria generosidad y mostraré a todo el mundo que es el regalo más espléndido que he recibido nunca... Eso sí que será quedar bien sin gastar un duro (por si acaso, cuando le proponga este pequeño happening, le diré que empiece regalando él primero). ¡Qué lejanos quedan los tiempos en que se regalaba algo personal, algo de ti mismo: un poema, una pequeña obra de arte realizada con cariño y esfuerzo, una actividad especial compartida...! Ahora el Corte Inglés regala por nosotros (previa caricia de la VISA en la ranura correspondiente, claro).
En fin. Hoy he cumplido "oficialmente" los años. Acabo de cumplir 19... años primos. ¡Estoy hecho un chaval!

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