Revista Arte

D’A Festival Internacional de Cinema d’Autor de Barcelona: Audentes fortuna iuvat (III)

Por Bill Jimenez @billjimenez

Por lo que respecta a la sección “Autoría Catalana”, además del interés que tiene Puzzled Love como vehículo para descubrir y promocionar a nuevos talentos de la cinematografía nacional, pues se trata de una obra narrada en trece episodios, cada uno a cargo de un estudiante de la ESCAC, destaca con luz propia la espléndida El senyor ha fet en mi meravelles de Albert Serra.

el senyor ha fet en mi meravellesEL SENYOR HA FET EN MI MERAVELLES, DE ALBERT SERRA

En efecto; según nos tiene acostumbrados el autor gerundense, en esta cinta rodada en formato digital y al amparo de las “Correspondencias Fílmicas” auspiciadas por el museo CCCB, lo que en principio es una suerte de película sobre un rodaje termina por constituirse en una nueva indagación de Serra sobre el (sin)sentido de la vida, esta vez con visos documentales, al introducirse él mismo y algunos de los actores de Honor de cavalleria como personajes del relato. De hecho, nos hallamos ante una pieza que encaja a la perfección con su producción anterior, pues está marcada por la idea del camino sin rumbo aparente y, lo que es peor, sin retorno, donde la soledad y lo que la alivia (el amor, la amistad…) vuelven a ser temas de fondo, pese a que el spleen existencial que era leitmotiv de sus trabajos previos cede el testigo a su característico humor socarrón y absurdo y a la violentación anárquica de los recursos discursivos. Como ejemplos de ello, citar el hecho de que sus más de 140 minutos estén constituidos por un conjunto de planos fijos, pese a lo cual haya un vistoso travelling lateral sin propósito narrativo al final de una escena, mientras que la secuencia de cierre del filme capture el devenir del paisaje desde la furgoneta en que se transportan; o el atípico uso del sonido directo, velando a veces las palabras de la figura en primer término y dando importancia a las que están en segundo e, incluso, a los ruidos ambientales; por no hablar de la sobresaliente preeminencia del fuera de campo, verdadero protagonista de la cinta, que continuamente evidencia su paradójica condición de improvisación ensayada o de artificio radicalmente libre. Ante ello, se patentiza la visión irónica del autor respecto a lo narrado, incluso cuando se deja emocionar por ello –véase la bella secuencia junto al río o la conversación final en el hotel– y hace de esta obra atípica una suerte de making-of de una película que nunca llegará a precisarse.

stopped on track
STOPPED ON TRACK, DE ANDREAS DRESEN

Finalmente, junto al corto de Carles Congost, Paradigm, tres filmes constituyeron los pases especiales: Un amor de jeunesse,  ya estrenada en nuestro país con el título de Primer amor, de Mia Hansen-Løve; Profesor Lazhar, de Philippe Falardeau, nominada al Óscar de Mejor Película de habla no inglesa, de estreno inminente, y Stopped on Track, de Andreas Dresen, galardona en Cannes 2011 con el premio Un Certain Regard, pero, pese a ello, sin fecha de estreno.

A decir verdad, no deja de ser sintomático que, de los pases fuera de concurso, sea precisamente la cinta de Dresen la que, de momento, vaya a permanecer inédita en nuestras salas; y es que tanto Primer amor como Profesor Lazhar son obras mucho más accesibles, más cómodas si se quiere, para el público, y por tanto más susceptibles de recibir el interés de las distribuidoras y los exhibidores, mientras que Stopped on Track, por el contrario, es un contundente drama sobre la decadencia de un enfermo terminal y los estragos que su enfermedad –un tumor cerebral– irá causando en su cuerpo, su mente y su ánimo, así como en sus allegados. Con la clara voluntad de diluir su condición de artificio artístico y buscar una sensación de realismo a ultranza, el realizador alemán emplea el formato digital y rueda sin un guión estipulado, apoyando la fuerza del relato en las interpretaciones, aún más encomiables teniendo en cuenta el alto grado de improvisación que hay en ellas. Ello explica, pues, la importancia capital del primer plano a lo largo del discurso y que la cámara se entremeta en la cotidianidad de la familia como un espectador de viva curiosidad pero callado y respetuoso. Y si a ello le añadimos el hecho de que Stefan continuamente registrará en su iPhone reflexiones sobre su vida y sobre su agonía, contaremos con unas filmaciones caseras que acrecentarán el efecto verité de la película. No por casualidad, incluso sus delirios adoptan la aséptica apariencia de distintas formas de representación fílmica: un programa televisivo, un vídeo de su smartphone… Ni que decir tiene que la obsesión de Stefan de grabarse a sí mismo y a quienes le rodean responde a la compulsión de sobrevivir, de quedar fijado en el tiempo y poder existir en esas imágenes legadas a sus hijos, lo que también supone una hábil descripción de la sociedad en la que vive –y en la que va a morir–, donde la propia intimidad es materia de espectáculo. A la postre, Stopped on Track deja constancia de cómo las insignificancias del día a día, la rutina y las convenciones sociales tejen en torno a nosotros una red de quimeras que nos alejan del verdadero sentido de la existencia. ¿Y dónde se halla este, cuál es? En coherencia con el discurso seco, lúcido y directo del filme, Dresen no da ninguna respuesta precisa, aunque se asemejará a la risa, al amor y a la belleza única y efímera de los copos de nieve.

El-estudiante-Santiago-Mitre
EL ESTUDIANTE, DE SANTIAGO MITRE

Cambiando de tercio, no puedo sino detenerme a comentar brevemente algunas películas en mi opinión sobrevaloradas o decepcionantes. La primera de ellas, en la que la crisis tiene también una presencia relevante, es la TV movie Radiacions, de Judith Colell, cinta que no termina de funcionar, y no por su condición de telefilme, pues la factura de la misma, aun sin que parezca una producción de, por poner un caso paradigmático, la HBO, es más que notable para una televisión autonómica. El gran problema de la obra radica en el hecho de que es una “pieza de cámara” apoyada en el texto y las interpretaciones, y si bien los dos actores que llevan casi íntegramente el peso de la narración interpretan de forma impecable sus roles, es el libreto lo que lamentablemente hace zozobrar el proyecto. Ni siquiera el buen hacer de Colell, que imprime una sutil melancolía a cada uno de los planos, logra paliar la sensación de artificiosidad que transmiten los diálogos. Y es que el discurso político resulta demasiado obvio, demasiado impostado, y ahoga la verosimilitud de los personajes y de la trama, cuyo inesperado giro final, además, no parece responder a ninguna dinámica interna, sino al deseo de epatar gratuitamente al espectador. Solo lo relativo al personaje de Marta, irónicamente el mejor construido de la historia pese a que nunca aparecerá en pantalla, resulta sólido y creíble; una pena para Colell, Rañé y Orella, dignos de mejor causa.

Otra de las decepciones atañe a El estudiante de Santiago Mitre. Gran triunfadora en el Festival de Gijón de 2011, al ser galardonada con los premios a Mejor Película, Mejor Guión y del Jurado Joven, y precedido por excelentes críticas, el filme describe el proceso de ascenso de su joven protagonista dentro de los círculos universitarios más activos y concienciados de Buenos Aires y su evolución desde la fe hasta el desengaño; un bildungsroman en toda regla sobre los usos de la política, constituido básicamente por un conjunto de secuencias que recogen conversaciones entre dos o más personajes. Teniendo en cuenta que en la pieza el diálogo es prácticamente continuo y omnipresente, hay que aplaudir sinceramente la labor de su realizador, que dota de dinamismo, amenidad y ritmo un guión denso y estático mediante la utilización de técnicas consolidadas dentro del cine social (realización digital, cámara que acompaña o persigue a los personajes…). Sin embargo, una vez terminada la cinta, y ya satisfecha la evasión y el entretenimiento, la conclusión última no deja de ser una obviedad, y el espectador se queda con la sensación de haber asistido a un espectáculo perfectamente orquestado cual si se tratara de una obra de tesis que, a la hora de la verdad, pasa de puntillas por el tema tocado, constituyéndose en poco más que una arenga bienintencionada pero pueril.

weekend
WEEKEND, THE ANDREW HAIGH

Cierro este apartado con la mención de Weekend, de Andrew Haigh; propuesta sencilla y honesta, relata una historia de amor entre dos hombres durante un fin de semana. La temática gay y la limitación temporal en la que se desarrolla, junto a la austeridad de medios de la pieza, un guión preñado de situaciones y diálogos cotidianos y creíbles y una dirección sucinta, directa y trasparente, hacen de ella una simpática comedia dramática de tonos indies, muy agradable de ver… pero en el fondo tan convencional que es decididamente fácil de olvidar.

En otro orden de cosas, comentario aparte merece lo que calificaría de “anecdotario” del pasado D’A, cuya condición de certamen modesto y pequeño, así como su juventud, no han propiciado grandes problemas de organización, seguramente por la experiencia adquirida con el BAFF. Junto a la proximidad y el buen trato de sus responsables, es de agradecer la participación de algunos de los autores de las películas, quienes asistieron al pase de las mismas mayoritariamente para ilustrar al público sobre el porqué de la existencia de la obra, sobre su génesis y sobre su intencionalidad. Y aunque no pretendo desmerecer en ningún momento la presencia de otros directores –Dios me libre–, no puedo sino destacar la fulgurante intervención de Albert Serra, puesto que, además de un realizador con una voz tan única como admirable, es un comunicador nato que despliega su carisma con inteligencia y humor. Igualmente, el festival contó también con las presentaciones a cargo de diferentes representantes de la prensa especializada, una idea encomiable pero más adecuada para un debate posterior a la proyección, dado que, además de los inevitables (e indeseables) spoilers, las intervenciones de la crítica condicionaron en exceso la mirada del público, lo que mermó la capacidad de análisis, reflexión y sana disensión de los asistentes.

Por lo demás, y retomando el punto de partida del artículo, la segunda edición del D’A coincidió con el puente del Día del Trabajo. Como el cine barcelonés donde tuvo lugar, el Aribau Club, se encuentra en la céntrica intersección de la calle Muntaner con la Gran Vía de les Corts Catalanes, quienes asistimos a la sala el día 01 pudimos ver el despliegue policial llevado a cabo por las autoridades ante los desfiles conmemorativos habituales de la fecha. Y asombraba tristemente constatar que había más mossos antidisturbios y agentes de la secreta que manifestantes: una cobertura que parecía más propia de una amenaza terrorista que de un simple 01 de mayo; incluso la parada de metro de Universidad, la más cercana a la sala del cine del D’A, había sido inhabilitada, en tanto epicentro de las marchas.

Se dice que la realidad supera la ficción; el exagerado despliegue de las fuerzas del orden fue sintomático de un estado social enrarecido, una muestra amarga del caldo en el que todos estamos macerándonos, también los propios organizadores del D’A Festival Internacional de Cinema d’Autor de Barcelona. Inmersos en un modelo social que, no hay que dudarlo, ya ha entrado en una definitiva decadencia, andamos perdidos en busca de valores a los que asirnos o de respuestas que nos guíen hacia el futuro. Y es en momentos como estos cuando el arte, más que nunca, adquiere preeminencia; desde la indagación social o existencial, busca sentido en el caos y sirve de asidero ante la desesperación. Por esta razón, es justamente el arte más comprometido, el menos adocenado, el que se aleja voluntariamente de los viejos patrones y las conductas caducas, el que deviene nuestra luz en un mar de incertidumbre y tinieblas. Y mientras existan certámenes como este, empeñados en acercárnoslo, seguirá existiendo la esperanza de poder todos juntos encontrar un nuevo camino, más humanitario y lúcido, alejado de los excesos materialistas y ególatras de nuestros códigos moribundos. Esperemos que, en el camino hacia un mundo mejor, las víctimas sean las mínimas, pues de poco vale un paraíso construido en base al sufrimiento ajeno.

D’A Festival Internacional de Cinema d’Autor de Barcelona: Audentes fortuna iuvat


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