Suelo tener mucho más claro lo que no me gusta que lo que sí, le debe pasar a todo el mundo. Sé enseguida que eso es una mierda. Pero el grupo de lo que sí me agrada puede llegar a crecer y convertirse en algo confuso que me impide optar con facilidad. «Este está bien, pero éste también…»
«Poned uno de cada y así no os equivocáis». No pega. O sí que se pega, pero violentamente. Es o una cosa u otra, u otras si decidiéramos ampliar el abanico. Me da cierta envidia la gente que tiene claridad en estas cuestiones, como en todas las demás, la verdad.¿No tenéis la impresión de que hay personas con mayor criterio estético? Me hacía pensar todo lo dicho, y esa es la idea del articulo, en una especie de daltonismo en sentido amplio. Hay personas que ven, que son capaces de apreciar detalles que les ayudan a matizar sus gustos y otras que no. Gente como sin gusto entonces. Sin profundidad de paladar. No lo ven, no lo perciben, no lo saborean, no saben o saben a medias o al revés…Luego está el ciego que no quiere ver. Que son los peores. El que no mira. El que tiene la cabeza, ojos incluidos, en otra cosa. «Te gusta, cariño, ¿qué te parece?» «Está bien, si te gusta a ti…» Y a otra cosa mariposa. Dicen que Albert Einstein vestía siempre igual para no tener que perder el tiempo por las mañanas decidiendo qué se ponía. Pues eso.Por ir acabando, tenemos entonces al que pasa de estos temas. Al que no sabe que pasa pero pasa incluso más. Y el daltónico, que por mucho que quiera no es capaz. Me pregunto a qué grupo perteneceré yo, y claro, mientras me lo pregunto lo que menos me preocupa es de qué clase es el sofá…