Revista Cultura y Ocio

Dame algo

Publicado el 02 diciembre 2014 por Icastico

No hace mucho que asistíamos a una campaña que pretendía despertar, con éxito, la sensibilidad hacia la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), enfermedad que afecta a Stephen Hawking y a miles de seres menos ilustres o conocidos. A ella se sumaron personajes de la talla de George W. Bush, supuestamente sano, quién, en contra de la opinión mundial, arrasó Irak y lo dejó sumido en la locura, estado en el que continua, asegurando que contaba con armas de destrucción masiva, según informes que resultaron ser falsos, tan falsos como él y el propio Aznar, compañero de viaje en esa salvajada. Podían haber dicho que iban a por unos cubos de petróleo, que esto no era ninguna mentira, por lo menos hubiesen aniquilado bajo una verdad; hay verdades que matan. Pero ahí se coloca Jorgito, debajo del cubo de hielo, con esa cara, defendiendo una causa que le sonaría a chino y a ni puta idea, apuesto otro cubo. Charlie Sheen dejó en evidencia a los que habían prestado su imagen a la causa, y no su dinero: su cubo estaba vacío de agua helada y lleno de billetes, 10.000 dólares. En definitiva, que ponga la pasta la gente para que no lo haga el Estado, y pasada la romería que les den a los del ELA, a por otra.

Sospecho que ese dinero no lo reciben los enfermos. Casi con toda seguridad, detrás de la publicidad habrá un laboratorio farmacéutico, aunque sea en la última fila, echando el aliento a los de delante, empujando. Como en todas las campañas de enfermedades raras y menos raras que atacan a la población. Anuncios por doquier hasta que aprendemos a hablar el farmacopeo a la perfección y en cualquier reunión soltamos que si la simbastatina va fetén o el ibutamadre es lo más; lo de “genérico” es una ordinariez, ya se encargarán los laboratorios de “prohibir” al gobierno de turno promocionarlos. Con las gracias de los famosos empapándose de frío nos hemos pasado un buen rato, y más con los que se partieron la boca, un diente o el orgullo por una mala jugada del recipiente.

En mi reino hay decenas de miles de familias que tienen que decidir entre comer o pagar la hipoteca, o el recibo de luz o agua, o los medicamentos, o los libros para el colegio de sus hijos, etc. La subsistencia pende de un subsidio de emergencia en forma de un cheque, puntual, una o dos ocasiones, para que compren en su supermercado o paguen los abusos eléctricos. Cuando no hay más opción, la alternativa son los bancos de alimentos o los comedores sociales, y para esto hay que ponerse en la cola que te recicla en pobre, e intentar olvidar que, posiblemente, no hace tanto que ibas a comidas de empresa con los compañeros de trabajo. La vida aquí es un deporte extremo, turismo marca España.

Han cerrado cientos de sucursales bancarias – ya no hay que dar un euro y sí miles de millones que chupar – y han sido sustituidas por agencias de la caridad, de la solidaridad y hasta de beneficencia. Universidades que ayudan a pagar las matrículas, el transporte u otros gastos que el estudio impone. Se canalizan donaciones de personas anónimas, pensionistas muchas de ellas, que lo mismo van para un estudiante sin recursos que para un desahuciado al que le prestan un piso con el que no se quiere especular. Estas iniciativas evidencian que el Estado de la gaviota va “en la buena dirección”, que pasa por desatender las necesidades de la población a cambio de rescatar bancos y autopistas multimillonarias vacías.

La lucha contra la pobreza y la falta de alimentos ha caído en manos de la sociedad civil, de los ciudadanos, los que realmente saben de necesidades. Hasta la Unión Europea ha reducido las donaciones de excedentes. Y Las administraciones públicas quieren que esto se convierta en nuestra responsabilidad. Para mayor Inri, la logística de este encomiable evento pasa por la recogida en grandes superficies y supermercados, otra puñalada al comercio de proximidad. Un ciclo pernicioso. El negocio siempre es para los carrefures, los alcampos, los hipercores o los que hacen el agosto y los once meses restantes con la penuria, y no veo que respondan en la misma medida en que lo hace la ciudadanía. Cuando lo hacen, poco tiene de altruismo y más de beneficio por la buena imagen de marca que proyectan o las ventajas tributarias que consiguen. Cosas a las que el pequeño comerciante no puede recurrir.

En medio de este paisaje sobrevive el buitre carroñero. Verbigracia, el consejero de Sanidad y Asuntos Sociales de la Junta de Castilla La Mancha, la que preside Cospedal. El pajarraco ha ido a por su foto en medio de los garbanzos, para asegurar los suyos, en la campaña lanzada por los Bancos de Alimentos de todo el país. Ahí se luce, todo guapo, entregando los 1.000 kilos recogidos en su comunidad por los voluntarios. La cultura del esfuerzo de estos parásitos consiste en poner la jeta. El tipo es, además, consejero de Bienestar. “Gracias” a los recortes llevados a cabo en su Comunidad (sobrada de bienestar) a muchas familias solo les queda la caridad para alimentarse. “Los Bancos de Alimentos nos ayudan a combatir la pobreza en Castilla-La Mancha y por eso tienen todo nuestro respaldo”, ha soltado Echániz. Frase hueca donde las haya, viniendo de dónde viene, “tienen todo nuestro respaldo”. Otro Bush.

La Fundación Amancio Ortega ha donado 20 millones de euros a Cáritas Española y otros 4 millones a la Federación Española de Bancos de Alimentos. En octubre de 2012 había donado otros 20 millones, en su momento la mayor aportación privada que había recibido Cáritas en su historia. Muy agradecido, de verdad, lo digo de corazón, y por todo lo que representa o ha representado, además, para la economía gallega y nacional, pero si Inditex y otras del Ibex 35 cotizaran como lo hacen la mayoría de sus conciudadanos posiblemente sobraría Cáritas y los bancos de alimentos. Gracias a su filial holandesa se puede permitir pagar menos impuestos en España. Si de verdad quieren hacer patria, si la marca España les importa, si detectan tanta necesidad, generada precisamente vía reforma laboral y otras prebendas fiscales hechas a medida para abrir la brecha social que ahora se alivia con caridad, hay alternativas más patrióticas. Cabe pensar que esos 20 millones los ha puesto su conciencia, quien reclamaba devolver algo, aún en forma de limosna que, supuestamente, debe ser considerado como un admirable gesto. No, con dejar los impuestos aquí hubiese sido más que suficiente. Eso sería verdadera solidaridad, y un ejemplo difícil de olvidar, la verdadera buena dirección. A partir de aquí, a ver quién es el cabrón que se resiste a pagar gustosamente sus impuestos o tiene la intención de defraudar. Lo lapidábamos. Muy al contrario de lo que parece, esta gente no cree en países ni en banderas, en caso de tener alguna será la que he visto en las pelis de bucaneros.

La caridad es voluntaria y suele nacer en el ámbito privado. La justicia social es obligatoria y debería presumir de pública. Pero la primera está sustituyendo a la segunda. La inseguridad alimentaria no lo es por carencia de alimentos sino por falta de ingresos; si se garantizan estos, sobraría la escudilla. A ver para cuando un Banco de Kilovatios.


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